duda.
dentro del agua. 1 de marzo de 2024. 12:36. Tailandia.
Hay momentos que se recuerdan y se graban. Al igual que las palabras.
Y aquel primer día de su mes favorito, un tatuaje nuevo decoraría la piel de su alma.
Le cuesta darle los buenos días a Agoney cuando abre los ojos a la mañana siguiente, sobresaltado por el jaleo que inunda la habitación con los primeros rayos del sol. Le ve aún más pálido, y tiene miedo de nuevo. La pesadilla vuelve, a pesar de tener la garantía justo a su lado, en aquella pequeña máquina, de que sus constantes vitales estaban en regla.
Le sonrió. Besó su frente y acarició su rostro cansado con una delicadeza infinita, recreándose en las grandes ojeras que oscurecían sus ojos carentes de vida y en su barba sin recortar. Pasando sus manos sobre su piel como si se tratara del más fino cristal.
- Ojalá pudiéramos ir a casa ahora. - había dicho, con voz ronca y un enorme nudo instalando en su garganta. - Te hace falta una buena ducha, canario.
- Bueno. Yo encantado, pero sólo si la compartes conmigo. - rió ligeramente, en apenas un susurro.
- No lo dudarías.
Su risa y su voz rota aún retumbaban en su cabeza. Se repetían una y otra vez, recordándole de nuevo que el Agoney que descansaba en aquella camilla era un Agoney muy jodido. Que aquel Agoney ya no podía dedicarle su voz endulzada con su acento, ni siquiera reír sin miedo a que una de sus heridas decidiera abrirse.
Apoyó su cabeza contra la pared. Ya poco le importaba llenar su cuerpo con nueva suciedad. Masajeó sus sienes y el puente de su nariz, apretando su propia piel entre sus dedos con fuerza y rabia. Suspiró, cansado. Parecía que el tiempo se había detenido en aquel país, como si vivieran constantemente en el día siguiente a la ola. Se suponía que las ayudas humanitarias habían llegado, pero durante las dos semanas que había pasado clavando astillas en sus pies de hospital en hospital, no había visto una sola botella de agua en condiciones, o una manta que no estuviera hecha jirones.
Y se sentía egoísta. Porque podría estar haciendo lo mismo que Jahan, Marina y Alfred, prestándose como voluntarios para trabajos dentro del hospital. Pero el miedo le consumía y se negaba completamente a separarse un sólo minuto de Agoney. Tenía miedo de perderse un sólo minuto a su lado, una sonrisa, una mirada. Un suspiro. No quería volver a casa sabiendo que pudo tener un momento a su lado, pero que nunca pasó. No se permitiría desperdiciar nada.
Y ojalá no, pero si tenían que pasar sus últimos días en aquel puto hospital, se aseguraría de que a su piel no le faltaran caricias ni besos en todos y cada uno de sus centímetros.
- Listo. - anunció Jahan, obligándole a salir de sus pensamientos y prestarle atención.
- ¿Qué tal están?
- Quieres que vuelva a casa. - sonrió el guía. - Les echo de menos.
- Deberías volver.
Jahan rió ligeramente, dejando un apretón en su hombro y clavando su mirada en el mugriento suelo antes de mirarle de nuevo.
- Me quedo, amigo. Nunca tengo prisa. - dijo, empujándole ligeramente y empezando a avanzar por el laberinto que eran los pasillos del edificio. - Además, quiero ver el final de esta historia.
El sol se filtraba por las sucias ventanas, creando formas extrañas sobre las baldosas que sus pies descalzos pisaban. El suspiró del Raoul llenó el silencio cómodo que se había apoderado de ellos, y a pesar de que era bastante tarde para contestar, habló de nuevo.

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Under the water ; Ragoney
FanfictionDentro del agua. 14 de febrero. 12:37. Tailandia. Lo último que vio antes de ser engullido por la ola, fueron los ojos de Raoul.