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despedida

dentro del agua. 3 de marzo de 2024. 3:43. Tailandia.

Raoul se enamoró de Agoney un tres de marzo.

Si bien antes de aquel día ya estaban juntos, no había sentido del todo aquella sensación corriendo libre por la sangre de sus venas. Pero recordaba aquel momento exacto, con los focos sobre sus cuerpos temblorosos haciendo brillar sus sonrisas y los últimos acordes de la canción recorriendo aún el estadio catalán.

Con las emociones a flor de piel, todavía inmersos en aquella atmósfera tan fuerte como invisible que les rodeaba cada vez que sus voces se complementaban, creando arte y reflejando en una supuesta interpretación aquello que era pura verdad.

Se enamoró de él un tres de marzo, en lo alto de un escenario y en el principio de lo que sería una verdadera revolución. El lema significaba muchas cosas, no sólo su libertad. El lema: el amor, la libertad y la visibilidad, eran Agoney. El lema era aquel momento, aquella noche, aquellos armarios rotos.

Se enamoró de Agoney un tres de marzo.

Y se separó de él el mismo día, pero ocho años después.

Las estrellas brillaban. La casi inexistente contaminación a la que había sido sometido el país desde las últimas dos semanas hacían del cielo todo un lienzo lleno de brillo. Probablemente verían aún más si salieran al aparcamiento, pero tenían que conformarse con una ventana abierta y una imaginación activada.

El frío que azotaba la noche tailandesa se colaba en la que había pasado a ser su habitación de hotel por una noche, a pesar de que sólo fuera un cubículo oscuro en un hospital que se caía a pedazos. Erizaba sus pieles y enrojecía sus rostros relajados. Intentaban mantener el calor bajo las mantas, acurrucados en la camilla después de luchar con la decena de cables que rodeaban el cuerpo del canario. Sus espaldas descansaban sobre el colchón, ahora reclinado, la cabeza de Raoul había caído sobre el hombro de Agoney y sus manos entrelazadas se acariciaban los dedos torpemente.

Miraban la ocuridad de la noche sin decir palabra alguna, no les hacía falta. Siempre habían sabido disfrutar de los silencios cómodos de pensamiento libre, de la compañía silenciosa y las caricias para reafirmar la presencia del otro. Había muchas cosas que querían decirse, pero parecían no encontrar las palabras ni el momento adecuados.

Debían encontrarlos. Se les agotaba el tiempo y no podrían disponer de más.

Así que miraban las estrellas y buscaban la manera de decirse todo aquello que su corazón almacenaba, anhelando salir. Tarea difícil. ¿Cómo se puede reducir un sentimiento tan grande a simples palabras? Se deberían dedicar toda una vida juntos para ser capaces de asegurarse a sí mismos que habían demostrado todo lo que sentían, y ya no podrían optar a aquello.

- Ago.

- Amor.

- Te quiero.

Un suspiro. Silencio. Despedida.

- Lo sé. - dijo, mirándole de reojo y besando con dificultad y cariño su frente. - Yo también. Y perdóname por esto.

- Perdóname tú.

- ¿Qué?

Un suspiro. Silencio. La verdad. Cállate.

- Nada. Que no hay nada que perdonar, Ago. No te merecías sufrir más.

- Te quiero.

- Lo sé, acabas de decírmelo.

- Es por si te olvida cuando me marche.

Under the water ; RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora