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El mayor fallo que puede cometer el ser humano es dejar que otro se convierta en su todo.

Porque cuando éste se va,
ya no queda nada.

fuera del agua. 2 de febrero 2024. 10:53. Barcelona.

El sol se colaba por las cortinas que el incordio de su novio se había empeñado en colocar la noche anterior. Efectivamente, eran igual de feas que hacía diez horas. Sonrió casi sin pretenderlo, y lo hizo aún más cuando el olor a café llegó a sus fosas nasales.

Se levantó con desgana, pero con la misma felicidad que inundaba su cuerpo desde hacía tres años. Frotó sus ojos antes de salir de la cama que compartían cada noche. Se vistió con una camiseta que ya no sabía si era suya o de su novio. De todos modos, poco importaba ya. Dudaba mucho que hubiera algo en el armario de Raoul que no hubiera llevado puesto al menos una vez.

Recorrió el pasillo deleitándose con la melodía que el catalán canturreaba con voz ronca. Estaba en la cocina, absorto en aquel murmuro melodioso mientras hacía zumo. Se agarró al cuerpo ajeno rodeándolo con cariño y besando su nuca. Una sonrisa enorme apareció en la boca del rubio, quién giró su cuello para recibir un segundo beso, esta vez en los labios. 

- Buenos días.

- Buenos días, mi niño.

Retrocedió sobre sus pasos para dar la vuelta a la encimera y sentarse en uno de los taburetes que había debajo de la isla de la cocina. El rubio tardó poco en servirle el desayuno y sentarse frente a él.

- ¿Tienes planes para hoy? - preguntó mientras mordía su tostada.

- No tengo planes Raoul, tenemos planes. - le contestó, remarcando la palabra. -  Te vas a comer el final de la serie como que me llamo Agoney Hernández.

- Pues siento decirte que tus planes van a tener que cambiar.

- ¿Qué pretendes ahora?

- Tenemos que hacer maletas, Ago.

El canario rió, más que acostumbrado al cachondeo que llenaba esas paredes día tras día, siguiéndole el rollo por un momento. -  ¿Y a dónde se supone que vamos?

- A Tailandia.

Estuvo a punto de escupir el zumo que estaba bebiendo. Le miró por unos segundos, buscando la sonrisa tonta que le indicara que aquella era la bromita del día. Sin embargo, encontró rastro nulo de ella.

- Estás de coña.

- Deberías plantearte leer mensajes más de vez en cuando, amor. - sonrió el más joven con cariño. -  Llevamos hablando del viaje más de un mes.

- ¿Llevamos? ¿Quiénes?

- Los 16. Es el reencuentro.

Sabía que el grupo de OT acumulaba en su teléfono más de 10.000 mensajes, y ni siquiera entonces tuvo intención alguna de leerlos. Su servicio de mensajería se había reducido única y exclusivamente a su hermana y a su novio. Si alguien le necesitaba, podían llamarle directamente, a él o a Raoul, que nunca estaba muy lejos. Pero de ahí a irse a Tailandia y no tener ni la más remota idea, había un cacho.

El reencuentro. En Tailandia. Para qué mandarles a un pueblito de Madrid si podían llevarles a la otra punta del mundo. Antes de que le gritara todas las preguntas que estaban pasando por su mente en ese instante, el rubio volvió a hablar.

- Quieren que colaboremos en la reconstrucción de las aldeas y demos un concierto benéfico en Barcelona dentro de un mes y medio. Básicamente, que vamos a pasar una semana en Tailandia para que nos hagan fotos y quedar bien.

Under the water ; RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora