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dentro del agua. 19 de febrero de 2014. 17:42. Tailandia.

Se dio cuenta de que estaba realmente mal cuando fue Marina quien tuvo que lavarle a duras penas la mañana siguiente. 

 Se sintió indefenso e inútil, desnudo mientras la sevillana cuidaba de él con toda la naturalidad y dulzura de la que disponía. Había agradecido desde el primer momento que fuera ella quién había entrado en aquella sala cuando abrió los ojos. Después de tantos años, la conocía, y sabía que estaba en buenas manos.

Le quería preguntar tantas cosas que ni siquiera sabía por dónde empezar. Quería saber cuánto tiempo había pasado dormido, dónde estaban, qué había pasado y si su familia sabía que estaba vivo. La sola imagen de Glenda pegada al teléfono esperando una llamada que tal vez no llegaría nunca le revolvía el estómago. Quería saber qué le había pasado a ella, por qué se había rapado, o quiénes eran los ancianos que frecuentaban aquella pequeña cabaña llevando cosas de un sitio para otro y hablando en un idioma desconocido.

En algún momento tendría que preguntarle dónde estaba Bast, qué había pasado con él. Y le daba miedo encontrarse con la razón de los rastros de lágrimas que siempre acompañaban sus ojos verdes.

Y sin embargo, estaba callado. Reservaba su voz, para preguntar por Raoul. Para saber cada mínimo detalle de su paradero. Y así, cuando el dolor parase, levantarse de aquella tabla y dejarse los pies recorriéndose toda la isla si hacía falta, hasta llegar junto a él.

Pero de momento estaba solo en aquella habitación, y no tenía fuerzas suficientes como para en pensar en otra cosa que no fuera en el tejido del techo. Aquel material, desconocido para él, estaba entrelazado con precisión y fuerza. Cada una de las tiras era esencial en el conjunto final. Imaginó cómo habría sido creado, con tiempo y paciencia hasta colocar cada fibra en la posición perfecta. Se preguntó si se rompería fácilmente.

¿Se rompería fácilmente su relación con Raoul? ¿Cuánto valdrían todos los recuerdos, besos, conversaciones y miradas entrelazadas a la perfección hasta formar su equilibrio? ¿Cuánto daño podrían soportar?

- ¿Cómo te encuentras Ago? - preguntó Marina entrando en la habitación.

Estaba completamente demacrada. Si pudiera, se levantaría para rodearla con sus brazos y dejar que soltara todas aquellas palabras y gritos que sabía que estaban retenidos en el nudo de su garganta.

Asintió, intentando dedicarle una sonrisa que se quedó en mueca. La chica se sentó en el borde de la improvisada camilla, levantando su camiseta con cuidado y cortando el vendaje que envolvía su torso. Y él, tan observador como su hermana Glenda, pudo ver el cambio en la expresión de la andaluza cuando la herida estuvo al descubierto.

- Estoy jodido, ¿verdad?

- No hables.

- Necesito hacerlo.

Marina suspiró, soltando el aire que había encerrado en sus pulmones.

- Tenemos que llevarte a un hospital. - sus ojos se encontraron. - Tienes una infección bastante seria.

- ¿Y qué me quieres decir con eso?

- Que como no te den antibióticos en condiciones, te quedan dos días.

- Pues vámonos.

Una carcajada amarga llenó la habitación. - Ojalá fuera tan fácil, canario. Los hospitales están completamente abarrotados. Los únicos vehículos que quedan en condiciones son de los nativos, que o no entienden nada, o no dan a basto. Ya ni siquiera hay carreteras.

- Dime qué ha pasado. - pidió él. - Por favor.

- Un tsunami. Muchísimo peor que el anterior. Toda la isla está destrozada.

Under the water ; RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora