❥ No pica; lutteo

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Las vacaciones de verano nuevamente habían llegado, y con ellos, Luna y Matteo aprovecharon para viajar a Cancún junto a Mónica, Miguel, Ámbar y Simón.

Los seis, en especial las parejitas de adolescentes, se encontraban emocionados.

Llevaban dos días en México que la argentina y el italiano aun no se acostumbraban a la comida picosa.

En especial Matteo, que nunca en su vida había probado chile. Y bueno, pobrecito de él, se encontraba en México, ahí hasta un niño de cinco años come picante y le parece lo más normal del mundo.

En cambio para Matteo, era la muerte. Así de dramático se pone.

Luna tenía antojo de unas papitas, específicamente sabritas adobadas, avisó que iría a la tienda por unas. Pero al salir, se encontró con Matteo diciéndole que la acompañaría hasta ahí.

Ahora, ambos se encontraban con sus manos entrelazadas mientras caminaban por las asoleadas calles de Cancún. Luna con un short corto, unos vans blancos y una blusa color vino que dejaba a la vista sus hombros iba muy fresca. Sin embargo Matteo, ese chico no aprende y un pantalón de mezclilla celeste roto de las rodillas y una camisa blanca ceñida a su cuerpo lo estaban acalorando.

—Chico fresa, te dije que en estos tiempos, Cancún es más caluroso que nunca. —regañó Luna.

—Eque nunca creí que saldría a las calles. —su acento hizo sonreír a la chica— La mansión es muy fresca, todo lo contrario acá afuera. —frunce su ceño levemente.

—Ay, Matteito. —negó riendo. El nombrado solo sonrió y se dedicó a besar la cabeza de su novia.

Caminaron un poco más hasta llegar a su destino. Luna entró buscando las frituras que quería junto con una rica agua fresca. Pagó y salieron de nuevo.

—¿Eso era todo? —preguntó confundido. Luna asintió mientras abría la bolsa de papitas.

—Así de sencillo es ir a una tienda. —comió una papita adobada saboreandola. Gimió por lo delicioso que sabía haciendo que Matteo la mirase al instante. Había extrañado tanto las sabritas adobadas— Oh por dios, tendré que llevar muchas de éstas a Buenos Aires. —dijo más para ella misma mirando la bolsa de papas.

El italiano guardó silencio y se dedicó a caminar, ignorando esa pequeña accion por parte de su novia. A paso de la caminata, Matteo miraba de reojo a Luna comer tranquilamente de aquella bolsa.

Y entonces se preguntó, ¿a qué sabrán?

—¿Quieres? —ofreció la chica.

—¿Qué? No, no. Gracias, amore. —esquivó la mirada a su lado derecho.

Luna alzó sus cejas mirándolo.

—Desde que salimos de la tienda te caché de reojo mirandome, chico fresa.

—Es que sos preciosa. —sonrió de costado mirando los ojos de Lunita.

Sus ojos, gracias a la luz del sol, se veían muy claros y más hermosos.

Al escuchar esas palabras, las mejillas de Luna se tiñeron de rojo.

—Bueno, si lo que tanto temes es que piquen, quedate tranquilo, por que no lo hacen. —cambió de tema.

Luna cambió de camino sentándose en una banca blanca que daba una bella vista del mar. Matteo se sentó a su lado, algo nervioso.

—¿Que? No, no para nado, yo... Solo...

—Mi amor, ten por seguro que no pican nadita. —sonrió sentándose como indio recargandose en donde apoyan los codos para mirar el perfil de Matteo— A mi no me puedes mentir.

Lo sé. Pensó en un suspiro Matteo mirando el mar frente él.

—Es que... Siempre que te pregunto si pican, me decís que no, y cuando lo como... Mi boca no lo soporta. —aprieta sus labios sin quitar la vista.

Luna ladea su cabeza mirándolo. Después mira la bolsa de papitas en sus manos y lee en voz alta.

—Salsa de tomate.

—¿Uh?

—Sí contiene salsa... Pero de tomate. —Matteo la ve, se encontraba mirándolo. Luna se inclina hacia delante dejando la bolsa entre sus piernas— Te prometo que no tiene nada de picante. —le murmura con una pequeña sonrisa. Eso lo tranquiliza, no podía desconfiar de ella. Así que tomó la papita que Luna le ofrecía para comerla.

Luna lo miraba ansiosa. Quería saber si le había gustado o no. Y por los gestos que hacía no sabía como tomar su respuesta.

—¿Y...?

—¿Hay más? —preguntó Matteo quitándole la bolsa a su novia y echándole un vistazo dentro.

Luna rió.

—¿Viste que no pican? Eres un dramático.

—¿Yo el dramático? —alza su ceja mirándola. Luna muerde su labio con suavidad mientras rodaba los ojos.

—No empieces. —lo miró mal.

—Hey, que solo hice una pregunta.

—Bueno, pues tu prrregunta hizo que pensara en la respuesta.

—¿Te estás burlando de mí?

—No, para nada. —sonríe angelical. Ahora es Matteo quien la mira mal provocando una risa por parte de ella. Lo que le sorprendió fue que Luna pegara brevemente sus labios con los de él— Sabes que me encanta como hablas. —le dice a centímetros de su boca. Ahora es él quien se acerca a ella robándole un tierno besito tronado.

—Lo sé, soy irresistible.

—Arruinaste el momento, fresa. —se aleja de él frunciendo sus cejas.

—¿Dónde quedó el "chico"? —alza su ceja. Con su grande mano atrajo a Luna hacia él por su cintura.

Ella puso espacio entre ambos colocando sus manos chiquitas en su pecho.

—Ya no tenemos dieciocho. —le recordó.

—Vos sí. Y, nunca es tarde para recordar. —la tomó de la mejilla dándole una última mirada a sus ojos antes de besarla.

Y sí, Matteo tenía razón. Nunca es tarde para recordar.

❧| One Shots; lutteoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora