La princesa y el demonio.

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Lizbet dormía en su cama, tranquila y sin ser molestada.
Algo bueno que tenía el reino oscuro era que los rayos del sol no eran tan fuertes y no molestaban cuando entraban por la ventana.
Su nueva rutina de prisionera era simple. Ella se despertaba cuando quería o cuando llegaban los guardias, luego hablaba con ellos, o mejor dicho, con su amigo, al cual todavía no había preguntado su nombre. Después leía todos los libros que podía y tenía suerte que le daban libros nuevos cada semana. Después buscaba la forma de salir, pero no existía otra salida más que una ventana con barrotes o por la puerta. Por las noches, ella se preparaba para dormir, no sin antes hablar un rato con su amigo y guardia favorito.
Otra vez era de día y Lizbet se despertaba. Fue a la puerta y fue a comprobar que estuvieran los guardias, pero estos aun no habían llegado.
Lizbet se quedó un rato esperando hasta que llegaron.
La puerta se habría y fue cuando entro el sirviente. Lizbet se sentó en su cama y luego él se sentó a su lado.
Él acaricio el cabello de ella y Lizbet solo hacia muecas de felicidad.
-¿Cómo has estado, princesa?-
-Bien, pero me gustaría salir-
-Sabes que no puedes, tu eres la prisionera del rey Demonio y no te debemos dejar escapar-
-¿Por qué?, esto es realmente aburrido-
-Por eso estoy yo, para que no te mueras de aburrimiento-
-Si, pero también extraño a mi familia. Papá... Mamá... Daw... Mis sirvientes y mi pueblo... *empieza a llorar* yo, realmente los extraño... y no quiero continuar más aquí... Yo... realmen...-
-Tranquila, yo te cuidare- dijo abrazándola.
-Pero tu estas con los malos-
-No soy malo. Nadie en este reino es malo, ni siquiera el rey-
-¿Entonces, por qué me secuestro?-
-Lamento no poder decirlo, son cosas propias del rey-
-¿Y porque nos aterrorizan? Si no son malos, ¿por qué vienen y nos atacan?-
-*alzando la voz* Nosotros no somos los malos. Los malos son ustedes. Lo único que hacen es entrar a nuestro reino y matar a todos *suelta una lagrima* sin importar a quien, los matan... y nos lastiman...
El sirviente se levantó y salió de la habitación sin despedirse de ella.
Su compañero lo vio, pero al ver que este se iba lo empezó a seguir.
Lizbet se secó las lágrimas y con una almohada se tapó los ojos.
Ella lloraba y daba vueltas en la cama, y se resbalo de esta, provocando que se diera un fuerte golpe que le dolió mucho.
Abrió los ojos y vio la puerta abierta. Era su oportunidad de escapar, así que sin hacer mucho ruido, salió por la puerta y camino por algunos pasillos.
El castillo parecía un laberinto, y podían haber varios guardias paseando por él, así que debía de tener cuidado.
Pasaron varios minutos, y sin mucha suerte, ella se había perdido, pero tenía que encontrar la salida.
Se escucharon unos pasos y podían ser soldados. Lizbet se preocupó y entro en una puerta que estaba abierta y espero a que pasaran los soldados. Eran siete soldados y en frente de ellos había un hombre con ropas de noble, cabello blanco alborotado que le tapaba los ojos, una piel completamente negra como la oscuridad y unos cuernos que le salían de los lados de la cabeza.
Todos pasaron y Lizbet se tranquilizó, pero había escuchado una voz de un niño adentro del cuarto.
Ella empezó a adentrarse y luego escucho a dos niños. Llego hasta otra puerta y la abrió con cuidado. Era dos niños pequeños jugando con el guardia de ella.
Los vio jugar un tiempo hasta que uno de ellos dijo "Papi, ¿Quién es ella?"
Él se dio la vuelta y vio a Lizbet.
Ella se petrifico cuando este se acercó a ella.
-¿Qué haces aquí, princesa?-
-Este... yo solamente...-
-Papi, ¿Quién es ella?-
-Es una amiga de papi- le dijo a su hijo.
-¿Podemos jugar con ella?-
-*tomando al niño de los brazos* Awww. Que cosita más tierna- dijo Lizbet mientras veía el pequeño cuernito que tenía.
-Son mis hijos, princesa-
-*emocionados* ¿Eres un princesa? ¿Podemos salvarte?-
-Niños, ¿Por qué no van a jugar con sus amigos?-
-Pero queremos jugar con la princesa-
-Háganle caso a su padre y luego jugamos, ¿de acuerdo?-
-¡SIIIIII!- luego se fueron corriendo del cuarto con una capas y espadas de madera.
El sirviente dejo pasar a Lizbet y luego cerró la puerta.
-¿Qué haces aquí?-
-Este... yo, solamente termine aquí por accidente y...
-Debo llevarte a tu cuarto, así que sígueme-
-¡No! Déjame quedarme un momento-
-Lo siento, pero al rey no le gustara-
-Al menos déjame conocer más a tus hijos. No sabía que estabas casado-
-Hay muchas cosas que no sabes sobre mí-
-¿Y tu esposa? A de ser una mujer hermosa, y afortunada de te...
-*con ojos llorosos* Murió, ella murió-
-Yo lo siento-
-¿Qué vas a sentir? Ella murió a manos de soldados exteriores, de tu soldados-
-Yo no sabía que...
-No es necesario *se seca las lágrimas* Yo era un simple minero cuando todo paso. Me conocían por ser alegre, siempre alegraba a mis compañeros y la producción mejoraba, y el trabajo no era tan pesado. Un día, ella me dijo que quería hacerme una comida especial, y yo me puse feliz pero, mientras trabajaba en la mina, un guardia llego y me contó que habían matado a mi esposa. Yo salí corriendo y llegue a las afueras, simplemente para ver como los soldados oscuros defendían la ciudad contra ustedes.
Mi esposa recolectaba frutas para mi comida. Ella salió a los límites y fue ahí donde la mataron los soldados enemigos.
Cuando la vi muerta, no pude soportar las lágrimas y me lamente por permitirle que le pasara eso.
Mis hijos no lo entendían, pero me volví fuerte por ellos. Sin embargo, mi felicidad desapareció y mi desempeño en la mina se deterioró y fallaba muy a menudo.
El rey se enteró y tuvo compasión de mí, por lo que me dio un trabajo como un guardia y sirviente real, y también deja vivir a mis hijos y a mí en el castillo-
-Yo, realmente no lo sabía-
-Muchos dicen que el rey es malo, pero en verdad es un ángel con sus ciudadanos, aunque la situación sea difícil-
Lizbet lo tomo de la mano y luego lo abrazo.
-Ya sufriste mucho, y has sido muy fuerte. Por favor, déjame calmar todo el dolor que llevas dentro- luego lo beso en la frente y lo abrazo más fuerte. Él empezó a llorar más hasta que se sintió mejor.
Se separaron y luego se vieron a los ojos. Los dos tenían lágrimas en ellos y luego él le recogió el cabello a ella.
-¡Alvar, la princesa no es...!- dijo el otro guardia cuando los vio.
Este era una clase de hombre lagarto, también con ropas negras y elegantes.
Cuando él los vio, los observo con una cara de haber visto algo que no debía y cerró lentamente la puerta.
Alvar y Lizbet se empezaron a reír cuando salió, y luego ella vio a su querido guardia con una mirada tierna. Por fin sabía el nombre de su guardia.
Alvar se llevó a Lizbet, otra vez a su cuarto y ella se quedó encerrada por un gran rato.
Luego tocaron a su puerta y se escuchó una voz profunda.
-Hola princesa, ¿disfrutas tu estadía?-
-Eres el rey, ¿verdad?-
-Felicidades...
-Si tuvieras una piel y un cabello más claro, darías menos miedo-
-¿Qué?-
-Me dejas salir- decía con una voz de niña –Por favoooooooor-
-Hagamos un trato. Si te portas bien, dejo que corras por todo el castillo. ¿Es un trato?-
-Bueno, al menos podre salir de este cuarto-
-¿Y qué dijiste de mi cabello?-
-Nada, nada-
El rey se fue, y después de unos minutos volvieron a tocar la puerta y luego se abrió.
Alvar entro y Lizbet lo abrazo. Luego Alvar saco una bolsa con dulces y después empezaron a comer de ellos.
Mientras tanto, nuestros aventureros se encontraban en un pueblo del Reino de las Maquinas, donde varios duendes, hadas y gnomos, estaban listos para pelear contra un gran enemigo.

Dark Casttle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora