Capítulo 2

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Me desperté al sentir una turbulencia. Miré a mi alrededor y no vi a Camila en su lugar, supuse que estaba en el baño. Miré a mi lado y vi a Garrett aun durmiendo, le di unos golpes para despertarlo.

—Iré a la cabina a ver que sucede, hace rato que hay turbulencias y no se van. Camila está en el baño, cuida de ella — él asintió adormilado.

Con dificultad, por el movimiento, caminé hacia la cabina, golpeé en espera de una respuesta, pero no sirvió. Abrí la puerta y vi al piloto dormido al igual que el copiloto. Intenté despertarlos a ambos, pero fue imposible.

— ¡Garrett! ¡Ven aquí, te necesito! — grité tomando el mando del avión —. ¡Señorita Cabello, tome asiento y colóquese el cinturón de seguridad! — grité. A los segundos tenía a Garret sentado en el lugar del copiloto—. Intenta hablar con alguien por la radio, manda las coordenadas de donde nos encontramos — ordené. Él intentaba comunicarse con alguien, pero no obtenía respuestas. El volante no funcionaba—. Mierda — murmuré al ver unas nubes peligrosas frente a nosotros.

—Nos estrellaremos — dijo intentando despertar a los pilotos. Miré la taza de café de ambos pilotos y olí una de ellas.

—Están muertos — dije mirando los cuerpos—. El café tenía algo.

—Ve por Camila y usen el paracaídas... — dijo mirando las nubes oscuras.

—Pero tu...

— ¡Haz tu trabajo y sálvala! – ordenó y asentí —. Intentaré manejar el avión, ve por ella — salí de la cabina corriendo hacia donde se encontraba Camila.

—Hay que salir de aquí —podía ver sus ojos llenos de terror.

—Moriremos — susurró mientras yo observaba por la ventanilla donde caeríamos. Ya tenía todo calculado.

—No, no morirás. Sostén esto y no lo sueltes ¿entendido? — ella se aferró a la mochila que le entregué—. Todo saldrá bien... — murmuré para convencernos a ambas—. ¡Garrett, abre la puerta!

—Un placer haber sido tu representante, Camila — dijo él mirándola desde la cabina con los ojos llenos de lágrimas. Presionó el botón y la puerta se abrió.

— ¡Garrett, no! — en medio del grito su voz se quebró. Le di una última mirada y él asintió en forma de despedida.

Salté.

(...)

Solo recordaba que habíamos saltado y caímos en el océano, después de eso no recordaba más nada. Abrí mis ojos y mientras escupía agua salada, miré a mi alrededor y noté que estaba en las orillas de alguna isla. De inmediato me alteré al no ver a Camila por ningún lado, el agua podría haberla arrastrado lejos de mí o tal vez ni siquiera había llegado a tierra.

— ¡Camila! — grité, pero fue en vano.

Comencé a caminar por la orilla en busaca de la latina, necesitaba encontrarla. Caminé kilómetros y kilómetros, el atardecer estaba llegando y ya me iba a dar por vencida, pero la vi. La vi tirada en la orilla inconsciente. Corrí hacia ella con la poca energía que me quedaba y me arrodillé a su lado. Tomé su pulso con mis dedos en su muñeca y noté que era débil.

Coloqué ambas manos en su pecho y comencé a hacer RCP hasta que escupió agua y comenzó a respirar. Suspiré agradecida de que haya respondido. Poco a poco comenzó a respirar con tranquilidad

—Por favor, cálmate y respira tranquila. ¿Estás bien?

— ¿Dónde estamos? ¿Qué haremos? ¡Moriremos! — dijo alterada reincorporándose—. ¡Te odio! – me golpeó—. Te odio, te odio, te odio, te odio, te odio... dejaste que él muriera — dijo agotada entre mis brazos. Era normal su comportamiento, solo me importaba su salud.

—Lo sé...— murmuré. No era la primera persona que dejaba morir, ya tenía mis manos manchadas de sangre—. Debemos buscar donde dormir, la noche llegará en cualquier momento — comencé a caminar.

— ¿A dónde vas? Puede haber tigres, osos, jabalís...

—Claro... tigres hay en Asia, osos en Asia, Europa y Norteamérica y jabalís... sí, podrían atacarte si te quedas ahí y no me sigues — escuché que comenzó a caminar detrás de mí.

— ¿A dónde tienes pensado ir, genio?

—Fíjate donde pisas, hay muchos animales y bichos peligrosos en esta zona — la escuché quejarse, detuve el paso y me giré hacia ella—. Escúchame, habrá reglas. No te separes de mí, no grites, no te alteres, sigue mis indicaciones y saldrás de aquí. Ya no me importa si ya no te agrado, si me quieres odiar, bien, si me quieres golpear, genial, pero no te comportes como una niña de tres años porque no saldrás de aquí ¿entiendes? – ella asintió—. Ahora buscaremos refugio para pasar la noche. Esto no es un juego, un simple paso en falso y tu vida se acaba, así de fácil. Así que no te separes por nada del mundo de mi lado.

No volvió a hablar en todo el recorrido. Cada tanto la miraba y la veía cabizbaja, con sus ojos llenos de tristeza mezclada con temor.

— ¿Podemos detenernos? Estoy cansada — murmuró justo cuando noté que estábamos nuevamente en la orilla donde aparecí yo.

—Claro — murmuré.

(...)

Su rostro era iluminado por la fogata que había encendido cuando el sol cayó. Dos latas de sopa estaban sobre el fuego, agradecí internamente haber agarrado la mochila antes de saltar del avión. En ella encontré comida como para dos o tres días, y varios elementos que nos iban a facilitar varias cosas.

—Debes comer algo, no sabemos cuánto tiempo estaremos aquí y debes tener energías suficientes — le entregué la lata al ver que no pensaba comer—. Por favor, es por tu bien... — ella la tomó de mala gana.

—Moriremos — soltó de la nada y rodé los ojos.

—No seas pesimista. Saldremos de aquí, por lo menos te sacaré a ti de aquí. Estaremos bien, hay lugares peores, esto es el paraíso comparado al resto de los lugares en los que he estado. Sé cómo sobrevivir.

—Esto es todo mi culpa... — esta chica era bipolar. De enojada pasaba a estar asusta y ahora se sentía culpable. Me iba a matar.

— ¿Qué estás diciendo? No tuviste la culpa de nada.

—Sí... él me advirtió que no debíamos viajar y yo como una niña hice un berrinche para viajar... si le hubiera hecho caso a él no estaríamos aquí y Garrett estaría vivo.

—No es tu culpa, o no es solo tu culpa. Culparte no solucionara nada, la decisión que tomaste es viajar, está fue la consecuencia, ahora debemos hacernos cargo.

—Claro, no fue solo mi culpa... ¡Fue tu culpa dejarlo morir! — suspiré agotada.

—Si te hace feliz culparme, genial, no me importa. Ahora come y duerme, regreso en un rato — dejé la lata vacía en el suelo, me levanté y fui hacia la orilla.

Detestaba que me odiara, que me culpara de todo, pero si eso debía aguantar con tal de sacarla de aquí entonteces lo soportaría. Sabía que íbamos a estar mucho tiempo aquí y nos íbamos a encontrar con cosas complicadas.

Perdidas (Camila Cabello y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora