Capítulo 38 (Fin)

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Meses después

Camila Cabello

Allí estaba tratando de caminar con firmeza, pero temblaba hasta mi alma. Todos mis seres más cercanos al verme llegar se pusieron de pie. Me aferré al brazo de mi padre, quien tenía sus ojos brillosos de lágrimas y una sonrisa luminosa de felicidad. Allí, frente a mí, al final del camino estaba ella en el altar, con una enorme sonrisa mirándome con aquel brillo en sus ojos.

—Aún hay tiempo de que te arrepientas, mi pequeña princesa —murmuró mi papá y sonreí.

—No me arrepiento de nada, papi.

—Sé que ella cuidara de ti mejor que nadie y que eres toda una mujer, pero siempre cuidaré de ti y siempre serás mi pequeña niña ¿sí? —secó una lágrima de su mejilla.

—Papi, no me dejes caer —él supo que no hablaba solo de los tacones.

—Jamás, y si caes yo te ayudo a levantarte —antes de que me dejara junto a ___________ se giró hacia mí—. Se feliz siempre, sabes que nosotros estaremos para ti pase lo que pase. Te amo con mi vida, cariño —dejó un beso en mi frente y contuve las lágrimas—. Y tú, me la cuidas porque sino te mato —dijo señalándola y ambos sonrieron.

Él se sentó junto a Sofi y mi madre en la primera fila. ___________ extendió su mano hacia mí y la tomé sin poder ocultar mi sonrisa. En minutos mi vida cambiaría, y mentiría si dijera que no estaba llena de miedos, pero era normal ¿no? Tenía miedo de muchas cosas, del futuro, de las discusiones a la que deberíamos sobrevivir, de no poder darle todo lo que necesitara y mereciera, de no ser suficiente para ella. Estaba llena de miedos, pero no me importaba porque la tenía a mi lado y no necesitaba a nadie más para enfrentar mis miedos. Ella me ayudaba a superar mis miedos y si caía siempre estaba ahí para levantarme, como la vez en la isla en la que salté de un acantilado de su mano enfrentando mi miedo al océano.

No solo sentía miedo, sino inquietud y emoción por ver que nuevas aventuras me traería la vida junto a ella. Quería saltar de millones de acantilados junto a ella para ver que nos esperaba. No quería soltar su mano. Sabía que nos esperaban millones de obstáculos, como por ejemplo discusiones, pero estaba lista para arreglar las cosas durante toda una noche, porque jamás permitiría irnos a dormir sin arreglar nuestras peleas, porque nuestro hogar eran los brazos de la otra y jamás nos quitaría eso. Jamás le daría la espalda por estar peleadas.

Habrá días en los que alguna deba ceder y días en los que le toque a la otra. Éramos más que una simple pareja, éramos un equipo y como todo equipo siempre se aprende ha resolver los problemas juntos.

La tenía frente a mí, sus ojos brillaban y su sonrisa iluminaba la noche en la orilla del mar. Sostenía mi mano deslizando el anillo en mi dedo anular, podía notar que estaba igual de nerviosa y aterrada que yo, pero a la vez más feliz que nunca. Fue mi turno de poner el anillo en su dedo, al hacerlo besé el dorso de su mano para luego entrelazar su mano con la mía.

—Sí, acepto —dije mirándola a los ojos con el corazón más vivo que nunca.

—Las declaro mujer y mujer. Pueden besarse.

Sus manos no perdieron tiempo y rodearon mi cintura apegándome a su cuerpo. Rodeé su cuello con mis brazos y atraje su rostro al mío para unir nuestros labios. Fue el beso más sincero, dulce y lleno de amor que me habían dado, se sentía como si fuera la primera vez que nos besáramos. Me hizo sentir que los fuegos artificiales que sonaban a nuestro alrededor estuvieran dentro de mí junto a millones de mariposas.

(...)

Me estaba estresando en una de las fechas más importantes de mi vida porque había cosas que no estaban como yo quería. Las servilletas no estaban ordenadas como acordamos, cosas de la mesa de dulces se habían acabado y nadie se estaba encargando, faltaba que trajeran más hielo. Me estaba alterando demasiado. Llevé una de mis manos a mi frente frustrada y sentí unos brazos rodearme la cintura por detrás.

Perdidas (Camila Cabello y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora