Capítulo 11

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Sentí como clavaban algo en mi antebrazo, lo cual hizo que despertara alerta. Lo primero que vi fue mi brazo, donde se encontraba la mano de Camila clavándome sus uñas. Cuando elevé la vista la vi. Le faltaba el aire y sus ojos estaban rojos como si hubiese llorado durante horas. Logré soltarme de su agarre para sujetarla al ver que iba a caer de espalda al suelo.

—Camila, mírame... —dije tratando de mantener la calma para no alterarla más. Vi como llevaba una de sus manos a su pecho indicándome que no podía respirar—. No dejes de mirar mis ojos, respira conmigo ¿sí? Respira lento, trata de calmarte...—dije tranquilamente mientras acariciaba su cabello. Poco a poco fue calmándose—. Tranquila... respira, no digas nada —ella no dejaba de mirarme a los ojos mientras su respiración poco a poco se normalizaba—. Ya paso, calma, no fue nada...

—Yo...

—No digas nada... tranquilízate ¿sí? —miré el oscuro cielo y supe que aun faltaba para que amaneciera.

Me senté en la arena recostando mi espalda en el tronco de una palmera para que luego Camila se acomodara recostando su cabeza en mis piernas. Cerré mis ojos suspirando mientras acariciaba su cabello.

—Intenta dormir —ella no dijo nada, solo cerró sus ojos.

Aquella noche no dormí nada, necesitaba saber que ella estaría bien.

(...)

No estaba dormida, solo con los ojos cerrados. Camila comenzó a moverse despertándose mientras continuaba haciendo caricias en su cabello. Aun no la miraba, estaba muy cansada por no haber dormido.

—Creo que es la primera vez que despierto y estás aquí —abrí mis ojos y la miré mientras se desperezaba—. ¿No has dormido? —preguntó frunciendo el ceño mirándome.

—No quería que volvieras a tener otro ataque... —ella se sentó para mirarme mejor.

—Siento lo de anoche, no sé qué me sucedió... yo estaba durmiendo y... —la interrumpí.

—No estabas durmiendo, Camila, estabas llorando. Tenías los ojos rojos cuando te vi y lo que te sucedió fue un ataque de ansiedad —ella bajó la mirada ante mi rostro serio, no dormir me afectaba mucho—. ¿Por qué llorabas? —pregunté con un tono de voz más suave.

—Tenía miedo... de no volver a ver a mi familia —suspiré cansada tirando de su brazo para luego abrazarla.

—Saldrás de aquí.

—Saldremos —corrigió. Algo me decía que no saldríamos las dos.

No tenía muchas energías, pero luego de comer caminé hasta la zona más alta de la isla, donde me senté en el borde observando el océano que nos rodeaba. Desde allí vi a Camila introduciéndose en el mar.

—¿Qué estas haciéndome, Cabello? —murmuré observándola jugar con las olas.

(...)

Camila Cabello

Había pasado la mayor parte de la tarde jugando en las olas, disfrutando el día, porque, como __________ había dicho, ver lo negativo no solucionaba nada. No la había visto luego de comer, se había marchado con el cansancio reflejado en el rostro. La había visto en la zona más alta de la isla, y con solo verla sentada en el borde balanceando sus pies en el aire observando la nada, me había dado a entender que necesitaba estar sola.

En los últimos días me estaba gustando ver el atardecer mientras las olas me golpeabas suavemente. Me gustaba despedir el día observando el sol desde el agua salada porque era el paisaje más hermoso que había visto. Aquellos tonos rojizos, anaranjados y amarillentos se reflejaban en el horizonte del océano, donde poco a poco el sol se iba escondiendo.

Perdidas (Camila Cabello y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora