Capítulo 5

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Detestaba las noches como aquellas, en las que solo quieres dormir para desconectarte un rato del mundo, pero tu mente no te deja y te hace pensar en tus problemas, en tu vida, en personas que entraron y se fueron de tu vida. Odiaba esas noches porque solo era para excavar en el pasado, en ese pasado doloroso y lleno de heridas que, a pesar de que algunas sigan doliendo, te hacen ver que has logrado seguir adelante y gracias a eso estás donde estás.

Abracé mis piernas al pegar mis rodillas al pecho. Miré el cielo estrellado y no pude evitar sonreír con una mezcla extraña de orgullo y tristeza dejando caer una lágrima.

Estaba orgullosa de Sean, era tan inteligente para su corta edad, te dabas cuenta de la sabiduría que él poseía cuando te aconsejaba sobre cosas de la vida que él aún no había vivido, incluso de cosas que ni siquiera sabía que eran o significaban. Pero a la vez estaba tan triste de no verlo, de no abrazarlo y sacudir su cabello, de jugar con él y hacer viernes de películas. Lo necesitaba y lo extrañaba. Tenía tanto miedo de no volver a verlo.

Los días pasaban y no había señal de gente o equipos de rescate. Sabía que debía mantenerme fuerte y con esperanza, porque Camila era demasiado sensible y pesimista en casos como este, y eso no ayudaba en nada.

Sequé rápidamente una lágrima que corría por mi mejilla al ver a Camila tomar asiento en la arena junto a mí. Ni siquiera me miró, solo se sentó y observó el oscuro horizonte.

— ¿Tu tampoco puedes dormir? — preguntó sin desviar su mirada del horizonte.

—No — dije en un suspiro.

— ¿Cómo lo haces? — soltó luego de varios segundos en silencio y fruncí el ceño.

— ¿Cómo hago qué?

—Eso, hablar y lograr que todos a tu alrededor se mantengan en calma. Siempre tienes las palabras justas, nunca sobran ni faltan, siempre sabes que decir. Y desde que estamos aquí he notado que al hablar para tranquilizarme hablas como si tú ya hubieras tenido millones de experiencias en la vida — elevé las cejas ante su comentario.

—Estoy segura de que tengo más experiencia que tú en la vida.

—Ay por favor, si eres una niña ¿cuántos años más que yo, puedes tener, uno, dos? — solté una carcajada.

—Claro, me encantaría volver a tener 21 años. Tengo 30, Camila — ella me miró incrédula—. Lo sé, ya estoy vieja — dije divertida.

—Y yo pensando durante años que tenías mi edad. Me siento engañada. ¿Por qué yo no sabía? Ahora que me doy cuenta no sé nada de ti ¿Cómo es eso posible?

—Porque no me gusta mezclar mi vida personal con el trabajo.

—No se vale, tú sabes más de mí, incluso debes saber más que Matthew — dijo cruzándose de brazos como una niña.

—Da igual que sepas y que no — dije restándole importancia al tema y fijando mi vista en la oscuridad del horizonte.

— ¿Cómo que da igual? Yo quiero saber de ti — sabía que era terca como ella sola.

—Camila, no mezclo trabajo con mi vida personal.

—Ey, eso no se vale. Merezco saber con quien estoy pasando días perdida en algún lugar del mundo. Has trabajado hace años junto a mí y ni siquiera te conozco, hemos estados días bajo un mismo techo y jamás hemos hablado de ti.

—Bien. Solo puedes hacerme una sola pregunta. Así que piensa bien que preguntarás — ella miró el cielo y luego a mí.

— ¿Por qué todas las noches miras las estrellas? – preguntó sin dejar de mirarme a los ojos.

—Porque las estrellas me conectan con una persona que extraño.

—Por eso siempre salías en las noches a observar las estrellas cuando nos íbamos de gira... — aclaró sus dudas en voz alta—. ¿Extrañas a tu novio? Yo extraño a Matthew — no pude evitar sonreír divertida.

—Dije que solo respondería una sola pregunta. ¿Qué te hace pensar que tengo novio? — dije levantándome y sacudiendo la arena para comenzar a caminar hacia donde estaban todas nuestras cosas.

— ¿Eres casada? — gritó a lo lejos.

—Haces demasiadas preguntas, Cabello.

— ¡Eres casada! — afirmó.

— Que descanses — sin más me tiré debajo del refugio.

(...)

Estaba recostada sobre una palmera cerca de donde aun dormía Camila hace rato. Con el filo del cuchillo raspaba aquel trozo de madera con mal humor. Me había levantado de muy mal humor, ni el radiante sol, el cielo despejado, la arena blanca, el ruido de las olas, el color cristalino del agua, ni la belleza de la selva me alegraba. En ese momento odiaba hasta al maldito trozo de madera que tenía entre mis manos.

Lo miraba como si el pobre trozo de madera tuviera la culpa de que estemos allí tiradas perdiendo cada vez más la esperanza de salir vivas, o salir de allí. Lo dejé a un lado y tomé una banana comenzándola a pelar.

—Buen día... — murmuró.

—No son buenos días — solté de malas dándole un mordisco al fruto.

—Uy... ¿Qué sucede? — dijo sentándose.

— ¿Cómo qué "qué sucede"? Mira donde estamos, solo mira a tu alrededor ¿ves algo? No, porque estamos perdidas. ¿Qué sucede? ¡Que me cansé de comer fruta! Me cansé de alimentarme a base de cocos, bananas o plátanos o como mierda le quieras decir — dije lanzando la banana al suelo con molestia.

—Oye, desperdiciaste un plátano — soltó con el ceño fruncido.

—Me importa una mierda el plátano. Iré por comida de verdad — tomé la lanza que había estado tallando y me fui molesta hacia donde provenía el ruido de olas.

~~~

Camila Cabello

La vi caminar molesta hacia el agua. En cada paso que daba desprendía enojo, y la entendía, no debía ser fácil tener que estar todo el tiempo bien y viendo todo lo positivo. Sus músculos estaban tensos, y lo podía notar por como tomaba la lanza en su mano. La apretaba como si quisiera romperla en mil pedazos.

Mi boca formo una "O" al verla comenzar a quitarse la ropa en la orilla antes de entrar en ropa interior en el agua y nadar hacia el centro del océano en busca de algo de comida.

Estábamos hace días perdidas ¿Cómo no mirarla de aquella manera? Todos tenemos necesidades ¿no? Y más cuando estás en el medio de la nada con solo una persona. Debía estar muy necesitada, porque ni a Matthew miraba de aquella manera mientras comía plátano. Es que me encantaban los mayores, eran tan... imposibles, pero ella lo era aun más, porque era casada y eso me consumía por dentro.

Los minutos pasaban y pasaban, y ella no dejaba de sumergirse debajo del agua. No iba a salir de allí hasta lograr lo que quería, y más si estaba tan malhumorada como en ese momento.

Simplemente me quedé observándola sentada bajo la sombra de una palmera y reía cuando la veía maldecir y golpear el agua molesta. Sabía que si hubiese estado de buen humor al primer intento habría cazado algo, pero a todos nos sale mal todo cuando estamos de mal humor, y eso le estaba sucediendo.

Enterré mis pies debajo de la arena mientras mis manos jugaban sintiendo cada granito deslizarse entre mis dedos. Sentí gotas caer sobre mí. Lentamente comencé a levantar la vista de la arena y recorrí detalladamente su cuerpo desde los pies hasta encontrarme con su rostro. Se veía tan bien con aquellas gotas acariciando su piel. Reaccioné al verla mover una de sus manos frente a mí.

—Camila. 

— ¿Qué? — dije pestañando varias veces reaccionando.

—Que hoy comeremos pescado — dijo con una sonrisa.

—Oye, yo me quedo con mis plátanos — ella enarcó una ceja. Ya no estaba de malhumor.

—¿Así? Ya veremos con quien te quedarás cuando esté cocinado el pescado – "me quedaré contigo" pensé, pero guardésilencio mirándola a los ojos.    

Perdidas (Camila Cabello y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora