Capítulo 16

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Camila Cabello

Estaba acostada en mi cama abrazando la almohada boca abajo recordando aquellos ojos que me miraban cuando estaba distraída, aquella sonrisa que me daba esperanzas y fuerzas, aquellos brazos que me mantenían protegida y no me dejaban caer, sus caricias cálidas, dulces y reconfortantes, sus dedos delineando cada curva de mi cuerpo. La podía sentir tan cerca al cerrar los ojos y a la vez tan lejos.

Sequé mis lágrimas al escuchar tres golpes en la puerta de mi habitación y no quería que Sofi o mis padres me vieran llorando.

—¿Hija? Te traje algo para comer... no has salido de tu habitación desde que saliste del hospital ¿estás bien? ¿quieres hablar? —dijo mi madre dejando la bandeja en la mesa de luz y sentándose a mi lado.

Estaba mordiéndome el labio inferior para no romper en llanto, pero no pude evitarlo y comencé a llorar. Me refugié en sus brazos y ella no tardó en abrazarme y comenzar a dejar besos en mi cabeza.

—La extraño tanto... —dije entre lágrimas contra su pecho.

—¿__________? Ella debe estar bien, cariño...

—No lo entiendes —me separé de ella para mirarla. Su mano acarició mi mejilla.

—¿Qué es lo que no entiendo, cariño? ¿qué es lo que te tiene tan mal? Ya estás en casa, y ella... ella estará bien, la encontrarán, es su trabajo, sabe cuidarse.

—No, ella... la amo, mamá. Allí la conocí realmente, mami, es la mujer más hermosa y perfecta que conozco. Jamás había sentido algo así por alguien... no la puedo perder. Ella me enseñó a divertirme, a reír con sinceridad, a disfrutar de los atardeceres, a no rendirme, a conocerme a mí misma, a amar. La amo, mamá, es el amor de mi vida, no puedo perderla —ella me miró sorprendida, pero no tardó en abrazarme fuerte.

—La encontrarán y volverán a estar juntas, mi amor... lo sé.

—La necesito a mi lado, mami... —acarició mi cabello sin soltarme.

—Lo sé, cariño. Todo estará bien, lo prometo...

—No quiero que nunca me vuelvan a prometer algo... ella me dijo que regresaríamos juntas y rompió la promesa. Me prometió que estaríamos juntas —mi madre tomó mi rostro entre sus manos y me miró.

—Hija, lo hizo por tu bien, porque quiere lo mejor para ti, porque si lo que tu estás diciendo es verdad, ella te ama tanto como tu la amas a ella. __________ jamás en su vida ha roto una promesa y si ella te prometió que estarían juntas es porque lo estarán. Confía en ella.

—Rowan... —susurré.

—¿Qué?

—Rowan.

—¿Rowan?

—¡Sí, él me dirá dónde está! —dije levantándome rápidamente de la cama para comenzar a buscar entre mis cosas el papel con su número.

—¿Quién es Rowan?

—El hombre que me sacó de la isla, el irlandés que me ayudó. Él sabe como llegar a la isla. Necesito ir a la estación de policías —dije encontrando el papel.

—Te espero en el auto.

Mi madre salió rápidamente de la casa mientras yo me vestía eliminando velozmente las lágrimas que había en mis mejillas. Una vez lista corrí por la casa hasta salir y entrar al auto. Por el camino a la estación marqué el número de Rowan.

Un tono, dos tonos, tres tonos.

Dia duit? —dijo en su idioma.

—Hola ¿Rowan?

—¿Quién habla?

—Camila, la chica que encontraste en la isla.

—¡Camila! ¿Cómo está?

—Bien, Rowan, gracias. No tengo tiempo y necesito que me mandes las coordenadas de la isla.

—Por supuesto.

—Gracias, Rowan, adiós.

—Adiós.

Colgué y a los minutos me llegó su mensaje con las coordenadas exactas del lugar. Apenas llegamos bajé del auto corriendo hasta llegar a la recepción, donde un policía me miró sorprendido por mi llegada a toda velocidad.

—Tengo coordenadas de una mujer que está perdida hace más de tres meses —dije agitada. Él hombre rápidamente tomó una lapicera y le dicté las coordenadas.

—Un equipo de rescate saldrá mañana a primera hora.

—¿Mañana? No hay tiempo ¡ahora! ¡yo iré! —dije alterada y mi madre me tomó de los hombros.

—Camila, relájate.

—Ella está allí sola perdiendo las esperanzas, no pueden tardar ni un minuto más en ir por ella.

—Mi amor, cálmate, se que estás preocupada, pero es tarde. Mañana a primera hora irán por ella, ahora debemos ir a casa a dormir. Tu ya hiciste todo lo que tenías a tu alcance.

—Bien... pero mañana iré con ellos a buscarla.

—Ni en sueños, no me arriesgaré a perderte otra vez.

—No me perderás... mamá, debo salvarla, le debo la vida.

(...)

—Regresaré, lo prometo.

—Por favor, cuídenla —dijo mi padre mirando a los hombres que me llevarían.

Me despedí de mis padres y subí al helicóptero. Estaba nerviosa y emocionada por saber que la tendría en poco tiempo entre mis brazos. Movía uno de mis pies con nerviosismo cada vez que nos acercábamos más y más a la isla. Mi corazón se aceleró cuando nos acercábamos a aquel pequeño trozo de tierra en medio del océano debajo de nosotros.

Fui de las primeras en bajar del helicóptero. Grité su nombre millones de veces, pero no la veía. Fui hacia la laguna, sabía que le encantaba tomar baños allí, pero no estaba. Corrí entre las plantas hasta el acantilado, pero tampoco estaba allí. No estaba... me senté al borde del acantilado con los ojos cristalizados, miré al otro lado y recordé que una vez mencionó haber visto algo allí. Con el corazón en la mano y con mis ultimas esperanzas fui hasta el otro lado de la isla.

Caminé hasta la orilla y sentí mi corazón destruirse al ver aquella inmensa mancha de sangre. Caí de rodillas llorando. Había llegado tarde, ella ya se había rendido.

—No... no, no, no ¡no! ¡mierda, no! ¡tú no! —grité con dolor—. Tu no, amor, tu no...

—Señorita Cabello, lamentamos decirle que la isla se encuentra vacía... debemos irnos.

—¡No! ¡Ella está aquí! ¡lo sé! Ella no... no está muerta, lo sé, eso no es posible.

—Señorita la isla está vacía.

Dejé mi cuerpo caer devastado en la arena llorando. No era posible, ella jamás se rendiría, no era tan cobarde como para rendirse. Sentí como me tomaron en brazos, pero no podía moverme. Ella no podía estar muerta.

(...)

—Cariño... ha pasado una semana y no sales de tu habitación, no comes, no haces nada... a ella no le gustaría verte así.

—¡No hables de ella como si estuviera muerta! —mi madre suspiró sentándose a mi lado.

—Hija, sé que es difícil, pero hay que enfrentarse a la realidad, ella ya no está y aunque te duela debes seguir adelante porque a ella no le gustaría.

—¡No está muerta!

Perdidas (Camila Cabello y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora