No podía gritar, no podía convulsionarme a gusto, todos estaban dormidos, y antes que nada el respeto, porque el respeto ajeno es la paz.
Como sea, cuando digo todos, son todos, JungWoo tenía su cabeza recargada en el hombro de Lucas, y Lucas tenía su cabeza encima de la de mi bebé.
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Se veían tan hermosos, le mande fotos de los ángulos posibles desde mi lugar obviamente a Irene, que probablemente esté gritando por dentro con la misma cara de culo que se carga casi todo el tiempo.
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Gracias dios del gaycismo por escuchar mis deseos frustrados.
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Solo falta que me cumplas unos cuantos más.
Pasajeros con destino BangKok, estaremos aterrizando en cinco minutos...
—¡Al fin maldita sea!— Grité y todos me miraron pidiendo que mantuviera la calma, además de despertar a mi LuWoo, que por cierto despertaron ambos con las mejillas rosadas.
Bebés.
¿En donde quedó el Lucas malote? Sabía que no duraría esa fachada.
El uwuismo es contagioso, cien por ciento confirmado.
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