El día era opaco, nubes grises cubrían el extenso cielo, a pesar de que el reloj marcaba las nueve de la mañana. Un día como cualquier otro; adolescentes recorriendo las calles apresurados en llegar con celeridad a sus aulas de clases, temerosos de que en cualquier momento cayese la primera oleada de gotas de lluvia, pero sólo uno recorría el trayecto con suma paciencia.
A él no le importaba mojarse un poco, por el contrario, amaba sentir las gotas cayendo sobre su cuerpo, ya que ello le hacía sentir pleno y afortunado, y más cuando el día se encontraba de esa manera: Triste, amenazante para muchos. Lo veía hermoso, cálido, refrescante y aminoraba su paso rogando al cielo para que el aguacero desembocara sobre él, al fin y al cabo tenía ropa extra en su pequeño cubículo que hacía la función de casillero.
—JiMin, ¿saldremos esta noche? —lo rodea con el brazo uno de sus amigos al verlo aparecer por aquella doble puerta.
—Es la tradición —ríe, zafándose de su agarre.
—Escuché que hay carne fresca deambulando por estos pasillos —anuncia el mismo chico alto de cabello rosa.
—¿De verdad? ¿Por qué no la he probado ya?
—Creo que estás perdiendo el don, JiMin.
Ambos chicos ríen y se limitan a caminar por el largo pasillo siendo inevitable escuchar murmullos a su paso. JiMin es un chico muy atractivo, llama la atención con su cabello naranja, con su cuerpo marcado y un trasero bien pronunciado. Es conocido en aquel lugar como el «Sal, si puedes», debido a que los inocentes encantos de este chico pueden envolverte de manera salvaje, y ese es uno de los rumores que con mayor firmeza le persiguen.
Por otro lado su amigo de cabello rosa, conocido como NamJoon, es un chico vagamente descomplicado, adicto a los retos y experiencias nuevas. Su nombre no deambula mucho en aquella facultad puesto que entre sus hobbies no está el devorar a todo lo que se le cruce.
Este par de chicos están envueltos por un irrompible lazo, aquel que les une en las buenas, en las malas y en las peores, siendo marcados por seis largos años de amistad.
Simplemente unidos y leales el uno al otro.
—¿Ya arreglaste la abolladura? —pregunta JiMin entre risas, recordando el pequeño accidente de su amigo por la torpeza del mismo.
—Shh —le tapa la boca—. No lo digas muy alto que me avergüenza. Y sí, ayer mismo lo llevé al taller —responde NamJoon, muy apenado y con sus orejas rojas.
El día anterior JiMin le había apostado a Nam que no podría, aunque se cambiara el nombre a Toretto, estacionar de lado perfectamente el auto entre un poste de luz y un convertible. Y, como era de esperarse, la tonta apuesta dejó cómo resultado una abolladura en la parte trasera del auto del mayor cuando chocó con el poste.
Ambos jóvenes llegaron a su aula de clases y se situaron al fondo como de costumbre. Quienes quisieran sacar una primera impresión del dúo, podrían afirmar que simplemente los chicos eran un par de vagos por estar en aquellos puestos, pero sin duda no era así. Ellos tenían en claro que el lugar no definía la excelencia del estudiante, y por ello lo sacaban en alto luciéndose con sus notas.
Sí, JiMin, a pesar de ser todo un alborota hormonas, también era dedicado y aplicado en sus responsabilidades y deberes.
Como todos los viernes, las clases se volvían monótonas y tediosas pero allí estaban ellos, atentos a todo el parloteo de sus profesores. Bueno, aquello se volvía una gran excepción en la última clase debido a que el de cabello naranja prestaba el doble atención porque a NamJoon le era imposible hacerlo.
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Juguemos » YoonMin.
Fanfiction«Aventúrate a leer y descubre que nada es lo que parece, las primeras impresiones son erróneas. Descubre cómo la vida mueve sus piezas y cambia a las personas; para bien, para mal, pero el cambio se presenta» ❝La irregular vida que lleva aquel jove...