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El reducido lugar estaba envuelto en expectativa a la espera de un movimiento, o una reacción, por parte de alguno de los dos cuerpos allí presentes.

Realmente JiMin no sabía qué pensar, mucho menos sabía qué decir. Nunca antes había estado en una situación parecida, no había estado más de diez segundos en ascuas por las caricias de un aparentemente extraño. O, bueno, nunca antes se había negado tanto a un gusto oprimido en su mente.

Entre la penumbra el desconocido sonrió maliciosamente, emocionado por el furioso cosquilleo que recorría cada célula de su cuerpo. Ese mismo chico tomó con posesión las caderas de JiMin y lo giró a gran velocidad hacia la pared. 

JiMin estuvo a punto de irse de bruces ante la acción repentina, pero las firmes y fuertes manos contrarias lo sujetaron en las partes justas y sensibles de su cuerpo. Sin perder tiempo las mismas se aventuraron entre caricias y calma por las extensiones de su leve piel expuesta. 

El menor dejó escapar un suspiro cuando sintió el tacto contrario sumergirse debajo de la tela de su camisa, tocando con deseo y mucha paciencia.

—No me temas, bonito. Yo no te haré daño —le susurró.

El pelinaranja intentó abrir sus labios para refutar inmediatamente antes de que el delicioso roce pudiera con su cordura, pero no fue lo suficientemente rápido. El contrario atrapó entre su boca los gruesos labios de JiMin, succionando con deseo la mínima cordura que le quedaba al antes nombrado.

El pálido apretó sus manos a las caderas contrarias, suspirando al segundo de sentirse triunfador. Movía los labios con extrema cautela, incitando a JiMin a dejarse llevar y perderse entre el deseo que aparentemente existía.

Por su parte el más bajo peleaba internamente con su voz sensata y con la otra que le suplicaba dejarse llevar por el momento y arrepentirse al día siguiente. No sabía con exactitud si lo que realmente sentía era miedo o ansias por repetir algo delicioso que intentó suprimir.

Mientras, el contrario seguía moviendo sus labios en súplica por una reacción. No paraba de acariciar, presionar y succionar con ganas de que JiMin le correspondiera. Y quizá fueron sus incesantes ruegos los que lo llevaron a cantar victoria.

A pesar del presente sentimiento que no sabía si interpretar como temor, JiMin por fin se dejó llevar. Entre las sombras del pequeño espacio, el deseo que emanaba el cuerpo contrario y el latir furioso de su corazón, por fin se aventuró en seguir cada movimiento.

Los labios esponjosos del más bajo dejaron a la vista la experiencia de tantos años. El pelinaranja besó los labios contrarios con tanta seguridad y necesidad de sentirlo realmente. No entendía porqué una pequeña llama se encendía en su pecho al hacerlo pero tampoco quería detenerse y descubrirlo.

Las manos hambrientas del contrario cobraron mucha más vida cuando sintió el cambio excitante de JiMin. Con ímpetu rodeó la estrecha cintura del nombrado hasta pegarlo a cada centímetro de su cuerpo. 

Sin dejar de contenerse fue directo hasta el borde de su camisa e ingresó sin detener el constante chasquido y succión de sus labios feroces. Él quería más, quería piel, necesitaba calor. Él añoraba sentir nuevamente la calidez del cuerpo de JiMin asfixiándolo en zonas muy sensibles de su cuerpo.

Un escandaloso gemido hizo eco entre la oscuridad y las cuatro paredes. Le había encantado, por supuesto que esa posesión tan embriagante le había fascinado a Park JiMin. 

Ambos se acompasaron, intensificando el movimiento de sus labios al sentirse más que expuestos y vivos. El pálido succionaba y mordía a su antojo los labios gruesos mientras sus manos jugaban con la piel caliente de JiMin. En cambio el pelinaranja, por más que quería desatar sin cohibiciones el cosquilleo en sus manos, no tocaba con completa libertad el cuerpo contrario. Sus labios se movían con ansias pero sus manos estaban quietas sobre el pecho del peliverde.

La primera ronda emanaba más que intensidad, JiMin lo reafirmó cuando sintió una parte del cuerpo contrario rozar deliciosamente con su perdición.

El pálido suspiró sonoramente, siendo los labios carnosos y levemente hinchados los que captaron su mayor atención de un JiMin jadeante. 

—¿Quieres que pare? —preguntó en un jadeo. Sus deseosas manos acariciaron sin miedo la entrepierna del contrario.

JiMin no emitió palabras pero en su lugar un fuerte gemido abandonó sus labios.

—Oh. Eso es un profundo "no", bonito —sonrió maliciosamente.

Y así le daban inicio nuevamente a un algo

Park JiMin, el aventurero, inteligente, encantador, estaba siendo arrastrado a la boca del diablo una vez más. Ya habían cogido la primera vez en aquella fiesta y estaba apunto de repetirlo una vez más con la melodía de su cuerpo pidiendo ser follado. 

Juguemos » YoonMin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora