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En las paredes retumbaba una estruendosa melodía. Las luces apagadas otorgaban la sensación de privacidad necesaria para dejarse llevar. El incontable alcohol en la cocina no dejaba de ser consumido como si de agua se tratara por cada una de las personas que se hallaban en aquella casa, la gran mayoría restregando sus cuerpos sudorosos los unos con los otros. Y, sin embargo, en ese mismo momento un grupito de curiosos se encontraban aglomerados en una de las puertas del piso de arriba. 

Los chismes corrían con rapidez y claramente este no era la excepción. Más que murmullos, las personas en aquella anímica fiesta gritaban a los cuatro vientos el boom del momento: Alguien la estaba pasando de maravilla detrás de esa puerta. La gran mayoría chiflaban picados por la curiosidad, subiendo hacia el lugar para ser de los primeros espectadores en lograr ver a los que protagonizaban tremendo escándalo. 

Sin embargo, un grupo en específico de chicos eran ajenos a todo ese ajetreo. Veían a muchos exclamar y salir rumbo hacia el piso de arriba, e igualmente eran testigos de cómo otros se hacían los desentendidos y giraban en dirección opuesta, pero ellos se encontraban en blanco.

—¿Qué es todo ese alboroto? —le preguntó TaeHyung a una chica morena que pasaba por ahí.

—A alguien le están dando la cogida de su vida. ¡Gime como Omega en celo! —chilló de emoción, arrastrando del brazo a su acompañante y corriendo en la misma dirección que todos.

Pero ¿por qué se sorprendían?

El rubio se giró con una sonrisa malévola y picara en el rostro. Él ya sabía lo que significaba aquello.

—Hyung, creo que tendrás que coser tus calzoncillos o comprar unos nuevos —masculló, antes de dejar fluir la risotada atrapada en su garganta. Él no fue el único que rió, junto a ellos, HoSeok, también fue cómplice de aquella genuina burla. 

—Si es él juro que te ahorcaré, Tae —sentenció, refunfuñando y con las brazos cruzados mientras que en su interior rogaba a lo desconocido porque no fuese quien estaba pensando.

. . .

Minutos atrás.

—Creí que bromeabas al decir que querías ir al baño —comentó JiMin, dándose la vuelta en aquel espacio cuando escuchó la puerta del mismo cerrarse a sus espaldas.

—No soy aliado de las bromas —canturreó, acercándose al contrario—. Aunque, tengo la especialidad en otros... asuntos.

El pelinaranja sonrió con picardía, observando cómo el tierno chico pálido contorneaba las caderas en su dirección.

—Ya veo —lo vio delinear sus brazos con las blanquecinas y firmes palmas—. ¿Dónde quedó el papel de hacerte el difícil?

—Se me cayó subiendo las escaleras —jadeó un segundo antes de abalanzarse sobre JiMin. Con fuerza rodeó su cuello y lo unió a su cuerpo, mandando al carajo los pocos centímetros que los separaban. Sus labios atacaron los belfos carnosos, succionándolos y mordiéndolos con necesidad. 

El pelinaranja no podía estar más que contento. Estaba a nada de ganar la apuesta y tendría el grandioso privilegio de ver a su amigo de cabello rosa hacer el ridículo en la facultad. Llevó sus adiestradas manos a la espalda del pálido, acariciando con posesión sin dejar de succionar con fuerza los finos labios. Siguió descendiendo hasta el trasero que se follaría en tan sólo unos minutos, los apretujó como si fuese de su posesión. 

—Te deseo —le susurró el desconocido al pelinaranja, provocando que su seguridad y firmeza se elevaran en demasía, endureciendo el punto clave. 

Como una bestia hambrienta, y con el solo deseo de follar, JiMin estampó al pálido contra las baldosas de la pared, girándolo en un segundo mientras recorría su expuesto cuello con besos húmedos, lamiendo y mordiendo sin llegar a dejar marcas. Un gemido hizo eco en el reducido espacio, siendo el claro informante de lo mucho que había incrementado la temperatura. 

En un abrir y cerrar de ojos el peliverde volvió a su posición anterior, encarando al contrario mientras creaba una deliciosa fricción entre sus partes aprisionadas. Los besos se intensificaron, aplacando los gemidos que brotaban de ambos labios y dejando como melodía el chasquear de sus bocas. JiMin prendido hasta los cabellos, ansioso por introducirse en la tersa piel, desabrochó apresuradamente el pantalón ajeno, bajando de un solo tirón ambas prendas. 

El desconocido sonrió con malicia en el instante en el que JiMin lo inclinó sobre el lavabo.

Conocía a la perfección la continuación.

—Así no, bonito —detuvo las manos que iban directamente a su trasero. Su rostro expresaba triunfo, sorna y deseo a la vez. Dejó a la vista su impecable dentadura y se incorporó, penetrando con la mirada el rostro confundido y ansioso de JiMin. Relamió sus labios con picardía, se inclinó hacia la oreja del nombrado y con una suave y erótica voz susurró—: Me gusta llevar el control. 

¿Qué? ¿A qué se refería? 

Un JiMin perplejo observó las manos del desconocido acariciarle el torso son lentitud, deslizando sus huellas por sobre la tela hasta llegar al inicio de su pantalón. Un casi inaudible jadeo escapó de sus labios cuando la mano tibia ingresó por sobre las telas y masajeó su encendido miembro. 

Él no sabía que era el inicio de sus futuros caóticos días. Tampoco supo cómo se dejó guiar y bajar con lentitud las prendas que ocultaban su desnudez. No fue consciente, o quizá sí, de ese cosquilleo que le recorrió todo el cuerpo cuando los delgados labios comenzaron a besar con deseo su cuello y entre engaños lo hicieron flaquear y apoyarse contra el lavabo.

¿Por qué acataba todas las peticiones? 

Al toque de sus partes expuestas sintió que era consumido por el mismísimo infierno, ese que quemaba de manera deliciosa su piel.

—Esta noche será diferente —susurró el desconocido con malicia, dejando húmedos y delicados besos sobre la espalda del pelinaranja, marcando un glorioso camino hacia el paraíso—. Déjate llevar, confía en mí.

Solamente un erótico gemido fue el inicial testigo de la dulce y placentera sensación que le nubló los sentidos a JiMin, una vez sintió la humedad en un punto de su cuerpo que creía olvidado. 

Juguemos » YoonMin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora