017

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Entre las cuatro paredes no se apreciaba más que un murmullo, voces incesantes lejanas a captarlas. Por la mente del pelinaranja se posicionaba un sólo pensamiento, cuatro palabras taladrando sus neuronas, quemando a su paso. 

¿Qué clase de persona se atrevía a levantar un rumor de tan grave magnitud? ¿Por qué con él? ¿Qué le había hecho? ¿Acaso no era suficiente con lo humillado -no en realidad- que se sintió durante las escenas en la fiesta y enfermería?

JiMin no comprendía las razones del desconocido con cabello menta. Ni siquiera lo conocía, ni siquiera sabía su nombre, ni su edad. Es más, ni siquiera sabía si iba en la misma facultad, aunque lo más sensato era que sí, debido a la escena del día anterior. 

¿Quién era ese chico y por qué levantaba tremendo chisme en su nombre?

Claro que él no tenía VIH. Tenía las amenazas de su madre tatuadas en la mente. Se protegía siempre que atrapaba alguna carnada. Se encargaba de hacerse exámenes periódicos y todos arrojaban que estaba en perfecto estado. 

El profesor parloteaba algunas palabras ajenas a su atención. JiMin seguía enfocado en sus incógnitas, pensando en cómo hacer para arreglarlo. Aunque, ¿tenía arreglo? ¿Qué podía hacer él para desmentir algo así? ¿Acaso era posible? 

Parpadeó un par de veces, echó un vistazo a su alrededor y corroboró, una vez más, que su amigo no había regresado desde que salió con SeokJin. De seguro debían estar ocupados resolviendo sus problemas.

—Joven Park —dijo el profesor—. ¿Está de acuerdo con la nueve implementación?

—¿Qué? —recobró la compostura e intentó enfocar su atención en el señor de edad que dictaba la clase—. Oh, si, si. Estoy de acuerdo —dijo, tras mirar a Duri, quien le enviaba una señal en forma de asentimiento. 

—¡Estupendo! Espero que usted y el joven Kim presenten una buena capacitación la próxima clase —comentó—. Bueno, ya saben el orden de los grupos, es todo por hoy —comunicó, tomó su maletín y salió del aula.

JiMin, por su parte, quedó anonadado. No prestó atención en lo absoluto, por lo tanto no sabía a qué se refería al decir que en la próxima clase debía presentar una capacitación con NamJoon. 

Estaba jodido.

—Ten —dijo Duri, extendiéndole su cuaderno—. Copié lo necesario para ustedes.

El pelinaranja sonrió, tomó el cuaderno y anotó en un dos por tres lo que en él se encontraba.

—¡Nos has salvado el trasero! —Exclamó. En las mejillas de la castaña no se hizo esperar un ligero rubor. JiMin lo notó y la estrechó entre sus brazos—. Eres, sin duda, la mejor compañera de clases que he tenido.

—Y usted el mejor compañero, JiMin oppa —sonrió.

El nombrado le regresó una vez más el gesto, guardó todo en su mochila y se dispuso a salir. Caminaba a paso lento por los pasillos, buscando en su travesía la melena rosa de su amigo. Se detuvo en la puerta de la enfermería e inmediatamente sus pensamientos lo acribillaron de la peor manera. 

Necesitaba contarle a alguien todo por lo que había pasado en tan corto tiempo. NamJoon era una excelente opción pero por la actitud que le había visto en la mañana, deseaba mejor descartarlo. Su madre, SunHee, también era una buena candidata. Sí, le contaría todo, con lujos y detalles. Ella de seguro sabía qué debía hacer y cómo sobrellevar la noticia dada por Duri.

Su móvil vibró. Miró a ambos lados encontrándose con miradas curiosas, siguió su rumbo en busca de la salida. Una vez fuera revisó su bandeja de mensajes.

Juguemos » YoonMin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora