2 (CORREGIDO)

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Había ingresado al programa un viernes, a pesar de ello el resto del fin de semana transcurrió con normalidad. Bueno, eso sin contar los repentinos mareos que se me presentaban en los momentos más inoportunos, y que no lograba reunir la capacidad de atención necesaria para hacer cualquier otra cosa que no fuera dormir y mirar televisión, incluso bañarme había sido un desafío. Sentía mi mente como extraña, no pensaba en nada, y a la vez sabía que estaba procesando demasiada información, algo semejante a la estática que producían los televisores viejos cuando intentaban sintonizar un canal pero no recibían la suficiente señal.

En alguna de mis etapas despierta, recuerdo haber intentado hablarle a Magui sobre lo que había pasado con la computadora y esos excéntricos hombres en su camioneta, pero no conseguía articular las palabras, algo las detenía en la punta de mi lengua, y la conversación terminaba cambiando su rumbo a cosas más cotidianas. Traté también de dejarle una nota en el pequeño corcho que teníamos en el lugar donde colgábamos las llaves, sin embargo mis manos me obligaban a tachar cada renglón que escribía al punto que la hoja quedaba ilegible e inutilizable. Tal parecía que la primera norma que venía con estar programada era no contarle a nadie que lo estabas.

El lunes desperté con la insólita sensación de estar mucho mejor, de hecho llegué a pensar que en realidad nada había ocurrido y solo había tenido algunas alucinaciones a causa de lo poco que venía descansando tras las primeras semanas de estudio. Tuve un día tranquilo, aburrido más bien, con solo un par de clases teóricas llenas de lecturas y divagues sin sentido de los profesores, nada fuera de lo que pasaba cada lunes. Mi amiga tenía un examen de primeros auxilios aquella tarde para el que se había preparado bastante poco a decir verdad, así que no contaba con ella para regresar a casa. Yo también tenía mis propios planes, una serie de vampiros que me traía enganchada desde hacía meses estaba por transmitir su capítulo final y no quería perderme del estreno oficial por esperarla.

Salí del campus y caminé un par de cuadras, dejando los edificios de la universidad atrás. Mientras pasaba por delante de la panadería que vendía mis brownies favoritos el pensamiento de comprar algunos se cruzó por mi mente, en lo que debatía esa idea. Cuando me decidí a entrar, comencé a ver borroso, sentía como las sienes martillaban el interior de mi cabeza causándome un tremendo dolor y el aire no alcanzaba a llenarme los pulmones. Caminé como pude hacía uno de los postes de luz que use para sostenerme, me encorvé por la mitad y palpé desenfrenádamente los bolsillos de mis pantalones con una de mis manos intentando buscar mi teléfono, no estaba tan lejos del campus como para que Margaritte o cualquiera de mis otros amigos pudiera venir en mi ayuda. Sin embargo, en cuanto puse mis dedos sobre la figura del aparato, las letras moradas aparecieron frente a mí, obligándome a no hacer otra cosa sino seguir sus instrucciones. 

<<Sube a la camioneta.>>

Mientras intentaba reincorporárme se escaparon por mi boca un par de jadeos. Era como si mi alma hubiera abandonado mi cuerpo y repentinamente hubiese regresado tras la orden. Aunque quizás estaba mejor afuera. 

<<Hazlo en silencio.>>

Miré hacia los lados un tanto desconcertada, había demasiados vehículos en la calle, así que no estaba segura de a cuál se referían con "la camioneta", pero al parecer no era necesario que lo hiciera. Mis piernas sabían exactamente hacia donde ir. Giré a la derecha en la intersección y dí unos pasos hasta llegar a la mitad de la cuadra en donde me subí a la parte de atrás de una Suran blanca con total naturalidad, como si se tratara de un remis que había estado desde un principio. Clet y B se hallaban sentados en los asientos delanteros, desde dónde estaba no podía distinguirlos con claridad, así que no estoy segura de cuál de los dos manejaba ese día.

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