5 (CORREGIDO)

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Los días pasaron casi sin que me diera cuenta, ya había automatizado mi rutina: Despertar a media mañana, tarde para la mayoría de mis clases, desayunar un café y fundirme en el sillón hasta que Clet llegara y me obligara a moverme de allí, ir a buscar ropa limpia y salir a mi siguiente turno. Pero el tiempo se detuvo la mañana que Margaritte me dijo que iba a mudarse a un nuevo lugar más cerca de la universidad, sola.

—No entiendo por qué no quieres que vaya contigo. —Protesté bloqueando la puerta de su cuarto.

—Con Chad viniendo todos los días...—Pasó por debajo de uno de mis brazos. — Estoy empezando a necesitar mi espacio, A. —Suspiró dirigiéndose a la cocina en busca de una taza de chocolate caliente, su bebida invernal favorita. —Además no creo que lo notes, ya casi no pasamos tiempo juntas. —susurró con un dejo de melancolía, como si lo hiciera para sí misma.

—Desde que nos conocimos siempre fuimos tú y yo contra el mundo, no sé que voy a hacer sin ti. —mascullé entre pucheros. Quería estar con ella, volver a ser las amigas que solíamos ser, recuperar mi vida... Verla marcharse solo me confirmaba lo que ya sabía, que nada de eso sería posible de nuevo. —Sin tus desayunos, ni tus bromas o nuestras peleas por sobre quién ensució el espejo del baño...

—Vaya que voy a extrañar todo eso. —Suspiró con la voz quebrada, pero recobró rápidamente la compostura. —Mirá el lado positivo, tu novio podrá ocupar mi lugar para que no te sientas tan sola. —Acompañó esa frase con la sonrisa más forzada que jamás existió.

—Él no puede reemplazarte, lo sabes, ¿verdad? —A pesar de ser consciente de que no tenía el control sobre las visitas de Clet, la culpa me invadió. No tenía idea de que se sintiera desplazada, parecía estar tranquila cuando estábamos los tres juntos.

—Si... —No sonaba muy convencida. —De todas formas era obvio que el momento de separar un poco nuestros caminos llegaría tarde o temprano, yo solo estoy dando el primer paso.

—Prefiero que sea tarde. —Sentencié. —No estoy lista para perderte. —La encerré en un fuerte abrazo por detrás y apoyé mi cabeza en su hombro, inhalando el delicioso olor a frutos del bosque del jabón solía utilizar para bañarse.

—Mi nueva habitación se encuentra a no más de quince minutos de aquí, no es como si no pudiéramos vernos nunca más, Amy. —Se volteó y tomó mis manos con una expresión seria, siempre había sido la más madura de las dos. —Tengo una semana para empacar todo e instalarme allí, podríamos hacer esto algo aún más difícil de lo que ya es o disfrutar al máximo nuestros últimos momentos como compañeras, ¿qué me dices?

"Que no me dejes, que te necesito cerca." Pensé, pero seguir la conversación sería en vano y solo lograría que ambas nos echáramos a llorar.

Los siguientes siete días fueron la mayor tortura que tuve que experimentar. Fingía estar contenta cada vez que Magui estaba cerca mientras la fría y desoladora tristeza de su partida me envenenaba por dentro. Las cajas con sus cosas se acumulaban en la sala de estar, cuando llegaba en la madrugada y veía en ellas la representación física del poco tiempo que me quedaba con mi amiga a un pasillo de distancia no podía evitar querer abrirlas y correr a guardar todo su contenido en donde estaba antes. Habíamos soñado con vivir juntas desde el séptimo grado, y así como si nada todo había llegado a su fin antes de tiempo.

—Bueno, creo que ya esto es lo último. —Declaró Margaritte manteniendo abierta la puerta del departamento con el pie y cargando un par de bolsas de ropa entre los brazos. —¿Estás segura de que quieres que conserve mis llaves? Nunca está de más tener un juego extra en el bolso, en caso de alguna emergencia.

—Y es por eso que quiero que las tengas. —Estaba convencida de que no imaginábamos lo mismo al escuchar la palabra "emergencia". —Prometo que iré a visitarte apenas pueda. —Me lancé sobre ella para abrazarla, casi haciendo que perdiera el equilibrio.

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