6 (CORREGIDO)

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Desperté con el sonido de la alarma marcando las nueve, no recordaba haberla programado para esa hora, de hecho, hacía ya mucho tiempo que ni siquiera la utilizaba. Rodé hacia el centro de la cama, permitiendo que mis miembros se estiraran perezosamente a la vez que soltaba un par de bostezos, no era capaz de evocar cómo se sentía tener una noche completa de sueño. Podría haberme quedado allí, con la sola compañía del silencio y los pocos rayos del sol que entraban por la persiana, durante toda la vida. Pero necesitaba desayunar antes de que Clet viniera, si no tomaba la oportunidad ahora, algo en mi interior me aseguraba que la perdería para siempre.

Ni siquiera me molesté en buscar mis pantuflas antes de dirigirme a la cocina arrastrando los pies y frotándome los ojos. Puse una taza de café con leche en el microondas y me desplomé sobre la barra a esperar que terminara de girar, desde allí podía ver el living que estaba prácticamente desierto, casi toda la decoración de la casa le pertenecía a Magui y se había ido con ella. Suspiré. En un día normal ella estaría frente al televisor devorando los titulares del noticiero, hoy su lugar en el sillón estaba vacío.

"¿Dónde se habrá metido este tipo?" Me cuestioné mientras mis labios hacían contacto con el delicioso líquido caliente y volteaba a ver el reloj de la pared."Es muy temprano para vivir y muy tarde para mudarse, ¿tal vez por fin entró en razón y va a dejarme en paz?"

"No eleves tus esperanzas en vano." Contestó la misma voz que había creído escuchar la tarde anterior dentro de mi cabeza y supe que Clet estaba cerca.

<<Baja a ayudar con el camión.>>

El texto morado que tan bien conocía nubló mi vista e hizo que derramara un poco de lo que estaba bebiendo sobre la parte delantera de mi pijama. Maldije, se había arruinado y era una de las más cómodas que tenía. Regresé a mi habitación para ponerme unas zapatillas y sentí un fuerte dolor en el pecho, seguido por otro mensaje.

<<No tengo todo el día, hazlo ya.>>

—Hijo de...—Dije apretando los dientes, pero obedeciendo.

<<Y que no se te olvide sonreír a todos los hombres nos gusta ver que nuestras chicas están felices de complacernos.>>

Podía imaginar esas palabras saliendo de su boca, graves y seductoras, acompañadas por una expresión de superioridad. Se creía intocable, como un rey que amenaza a sus súbditos para que le demuestren adoración. Deseé que se tropezara con los escalones al subir y se partiera el cuello.

Desde el interior del edificio, a través de los cristales de la entrada, podía ver su silueta, elegante e imponente a la vez como era su costumbre, y la de un rechoncho hombre que cargaba una caja. Aún estaba a tiempo de dejarlo allí afuera, pero decidí que no quería arriesgarme a ver lo que sucedería cuando encontrara otra forma de abrir la puerta. Tenía que ganarme su confianza y encontrar la forma de recuperar mi vida, eso sería imposible si lo hacía enojar apenas llegaba. Respiré profundamente y coloqué las llaves en la cerradura.

—Buenos días, preciosa. No te habrás planteado el no dejarme pasar, ¿verdad? —Pegó su rostro al mío, ojos de león resplandeciendo cual estrellas. —Recuerda que yo lo sé todo. —Ronroneó en mi oído, haciéndome temblar, mientras pasaba junto a mí.

—¡Puf!¡Claro que no! —Forcé una risa para descargar la tensión que sus palabras habían causado en mis músculos. —Estoy encantada de tenerte como mi nuevo compañero de piso.

—Eres una pésima mentirosa, querida. —Los costados de sus labios se curvaron hacia arriba, los separó ligeramente para que pudiera notar como se pasaba la lengua por los dientes superiores. —Pero ya cambiarás de opinión. —Acomodó el cuello de su camisa. —Ahora ve, mis cosas no van a bajarse solas del camión. —Palmeó mi trasero con fuerza y subió las escaleras antes de que pudiera reaccionar.

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