8 (CORREGIDO)

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B llegó por mí unos minutos después haciéndose notar con un estridente bocinazo. Estaba tan agotada físicamente que fui a recostarme en la parte trasera de la camioneta mientras él recibía el efectivo por mi esfuerzo de la noche anterior. Había comenzado a dormitar cuando reparé en que desde mi lugar, gracias al silencio abrasador de las primeras horas de la mañana, podía escuchar a la perfección la conversación que mantenía con el cliente. De hecho, si levantaba un poco mi cabeza, también podía verlos por la parte baja de la ventanilla polarizada, sin que ellos lo notaran.

—Dejó nuestras ganancias por el cielo, no había visto jamás a tantas personas pedir un reservado, me sorprende que haya tenido tiempo de salir al escenario dos veces, desearía poder tenerla aquí cada viernes. —comentó emocionado el dueño del bar mientras contaba los billetes cuidadosamente.

—Ya quisieras poder costear eso. —respondió el otro hombre, cuya figura se imponía sobre la del primero asemejándose más a un demonio bien vestido que a un ser humano. No ayudaba a su caso que siempre estuviera rodeado de una nube de humo gris y ocultara sus ojos detrás de grandes lentes de sol. Como Clet, él también parecía emanar poder, pero a diferencia de su socio, el suyo tenía un tinte violento, casi salvaje.

—Con ella trabajando aquí un mes, seguro podría pagar cinco iguales. —Su afirmación hizo que el proxeneta soltara una carcajada seca. —Estaba pensando que la semana que viene podría usar un...

—Lamento decirte que estamos hablando de un producto limitado, y que tú no estarás viéndola a ella ni a ninguna de mis otras empleadas en un futuro cercano. —Lo interrumpió tomando el enorme fajo y revisando si estaba completo. —Te faltaron un par de dólares. —dijo con una calma que pronosticaba una inminente tormenta de furia si no conseguía lo que quería.

—¿De qué mierda estás hablando? —El calvo se mostró molesto ante la acusación. —Está tal cual lo acordamos por teléfono.

—Escucha, boca floja. —Se acercó a él, señalándole con el habano que tenía entre los dedos de su mano izquierda, por lo general en las mañanas era costumbre para él reemplazar su habitual paquete de cigarrillos por una de esas cosas con olor a chocolate falso que siempre me producían mareos. —Debes aprender a leer la letra chica de los contratos que firmas. —Dio una pitada acercando su rostro al de su interlocutor y dándome por completo la espalda, por lo que ya no era capaz de observar las expresiones de ninguno de los dos. —Si rompes o dañas a uno de mis sujetos, pierdo dinero en lo que se recupera. —Exhaló como lo hacen los toros enojados. —Dinero que saldrá de tu bolsillo a causa de tus descuidados invitados.

—¡Pero si está en perfectas condiciones! —Le gritó lanzando sus brazos al aire sin dejarse intimidar.

Escuché unos fuertes y rápidos pasos que se acercaban en mi dirección, dejé caer la cabeza y fingí haber estado dormida todo el tiempo. Sentí a B abrir la puerta con tanta fuerza que pensé que se rompería, pero yo ni siquiera me atreví a moverme. Sin embargo, no me era necesario observar lo que estaba sucediendo para saber que frente a mí se hallaban parados dos varones desagradables escrutando cada centímetro de mí como si fuera un pedazo de carne en un frigorífico.

—¡¿Qué me dices de su jodida mano, eh?! —Bramó. —Cuando la traje no estaba así.

—Yo... Este... Yo... —El dueño del club parecía estarse quedando sin aire en los pulmones, y por el tono que utilizó podría apostar que el color había abandonado su piel. —No sé qué pudo haberle pasado.

—¡No busco explicaciones, sino billetes, Bob! —Volvió a cerrar la puerta con un golpe, haciendo que la camioneta se sacudiera de un lado al otro. —¿Sabes lo que me costará reemplazarla? Necesito encontrar a otra rubia con proporciones similares y esperar que no la rechacen ¡Por tu culpa mi mejor chica es inutilizable! —Oí el inconfundible sonido de un arma cargarse, debía traerla escondida entre la ropa. —Así que o me pagas o tú también lo estarás, ¿capisce? —Bajó la voz y utilizó un tono grave, amenazador.

—¿C-cuánto e-e-es? —Tartamudeó el señor.

—Me alegro de que nos entendamos, vamos a terminar esta conversación adentro. —Dijo, indicándole el camino con la barbilla y siguiéndolo muy de cerca, con la pistola apuntando a su espalda.

Cuando me quedé verdaderamente sola, comencé a pensar en la poca atención que solía prestarle al hombre con el que viajaba todos los días. En la universidad nos habían entrenado para trabajar junto a la policía científica en las escenas del crimen en busca de evidencia que pudiera solidificar nuestra postura en un juicio, y sin embargo yo había fallado en notar que B llevaba un arma a cada lado que iba, en retrospectiva era un detalle muy obvio que había decidido ignorar a causa del asco que me producía mirar a alguno de mis dos captores durante más tiempo que el estrictamente necesario. La forma en la que había actuado, sin detenerse a negociar o discutir, era aterradora, seguramente si no considerara mi vida como algo valioso, me hubiera disparado más de una vez por faltarle el respeto.

Tras su regreso el proxeneta olía a alcohol barato y estaba que sacaba chispas. No me atreví a hacer más que respirar durante el agitado viaje, sorprendiéndome de mí misma al poder aparentar calma cuando pasamos rozando el trailer de un camión en la carretera. Si ya tenía una idea de que B no estaba en sus cabales, ese recorrido me lo confirmó. Estaba en manos de un par de locos y mi vida prendía del mismo hilo que la poca sanidad que les quedaba.

Al llegar a mi departamento, el programa me obligó a subir a mi habitación y encerrarme en ella directamente, sin hacer el más mínimo de los sonidos. Estaba debatiendo mentalmente si era mejor tomar un baño para sacarme de encima los souvenirs de la noche que traía adheridos a la piel o dormir media hora más, pero no lograba concentrarme con los furibundos gritos de Clet al otro lado de la puerta. Eran sólo las seis de la mañana, ni siquiera había más que unos pocos rayos de luz afuera y sin embargo él decidió ocuparse de ser el despertador de todos los vecinos del edificio que tenían que levantarse a trabajar, qué considerado de su parte.

—¡¿CÓMO QUE SE ROMPIÓ LA MANO?! —Exclamó fuera de sí como jamás lo había escuchado. —¡ESO ES POR LO MENOS UNA PUTA SEMANA SIN TRABAJAR!¡INCLUSO PUEDE QUE MÁS!

—Mira el lado positivo, C. —comentó el otro en un intento por calmarlo. —La tendrás durante siete días y siete noches sólo para tí.

De repente se hizo el silencio, el cual fue solamente interrumpido por el fuerte sonido de un golpe.

—A ver si así aprendes a cerrar la boca de una vez, Barney.

"¿B es por Barney?" No pude evitar sonreír mientras preparaba la bañera. Jamás se me hubiera ocurrido, al oír ese nombre llegaban a mi mente los rostros de un montón de personajes televisivos con los que había logrado encariñarme, que a pesar de sus defectos tenían un lado sensible dentro de ellos, algo que no podía creer que un hombre tan horrible poseyera.

Una mancha de sangre que se dispersó entre el agua, apoderándose de las blancas burbujas, interrumpió mi monólogo interno. Me paré sobresaltada y busqué con la mirada la maldita marca de mi estómago, en lugar de pequeñas gotas, como de costumbre, en esta ocasión se hallaba cubierta por una gruesa capa de la espesa sustancia roja. Ahogué un grito y salí lo más rápido que pude a refugiarme debajo de la ducha. Al parecer los momentos relajantes quedaban tachados de mi lista de permitidos.

—Juro que si tiene una contusión y se desmayó, voy a matarte. —Gruñó Clet entrando a mi cuarto. —¿Todo en orden ahí, Amanda? —Preguntó asomando la cabeza por la entrada del baño, fijando su visión en mi pecho desnudo, su voz seguía teniendo rastros de la ira causada por la noticia. Sin embargo, no esperó a que le respondiera antes de volver a la sala con su colega, verme de pie había sido suficiente prueba de que estaba viva.

"¿En realidad lo estaba?" Algo para lo que aún hoy no tengo respuesta. 

 

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