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Luna

Día viernes, día de vacilar.

La Rocío me había dicho que él que pone la casa pal carrete, es su amigo y le pidió que lo ayudara, y cómo mi amiga es tan linda también, le dijo que iba a ir conmigo.

Jajaja, muerta de risa estoy.

Cómo estoy castigada, me tengo que escapar, entonces haré lo siguiente, o sea, lo haremos con la Rocío.

Paso uno: Decirle a mi papá que iré a donde la Rocío porque la tía Mary me ayudará en biología.

Paso dos: Irnos a la casa del Gabriel a ayudar en todo y como sé que mi papá me dará hora de llegada, hay que devolverse.

Paso tres: Llegar a mi casa, cambiarme, hablarle al Simón e irme.

Todo perfectamente planeado.

Ahora estaba esperando a la Rocío afuera de su colegio, porque como todo salió bien, el paso uno ya estaba hecho.

—¡Amiga! —me gritó.

Estaba un poco perdida, en realidad no es mi culpa, los colegios de acá son muy grandes.

—¡Amiguita! —grité cuando la vi.

Corrí a abrazarla, mientras las dos nos reíamos.

Cuando nos separamos noté que al lado de ella había un loco lindo, hermoso y rico.

Pa' que andamos con hueás.

—El ahueonao que está al lado mío, es el gil del Gabo. —me dijo a mí, para luego mirar a su amigo. —Mi mejor amiga, la Luna.

—Hola. —le sonreí.

—Wena. —me sonrió de vuelta.

Amé mucho su sonrisa.

—Vamos par de hueones. —nos dijo mi amiga al ver que no nos despegábamos.

Se puso al lado de nosotros y quedaba demasiado chica al lado.

—¿Qué huea Rocío? —preguntó riéndose y despeinando a mi amiga. —¿Desde cuando erís un hobbit?

Me reí.

—Tu pene es un hobbit. —dijo la Rocío sonriéndole.

Me reí aún más.

—Luna. —me habló el Gabo. —¿Estai pololeando?

—No.—le respondí, poniéndome un mechón de pelo detrás de la oreja. —¿Y tú?

Me iba a responder, pero la Rocío se le adelantó.

—Apuren la raja par de tórtolos. —nos retó la Rocío. —Acuérdate que tenís hora de llegada, Luna. —puso los brazos como jarra. —Yo soy la enana lenta y ustedes son los que se demoran más.

—Ya oh. —le dije y apresuré el paso.

✧.*

Ya estaba todo listo. Lo único que nos faltaba era el copete, pero un amigo del Gabo había llegado con mucho, muchísimo copete.

—Dime la hora. —le pedí a mi amiga.

Tenía que llegar a mi casa a las ocho.

—Cinco para las ocho. —me dijo el Gabo.

Conchetumare, estoy demasiado bien.

—Ya amiga me voy, más rato nos vemos. —me despedí de la Rocío y ellas sólo me levantó el dedo de en medio porque estaba inflando globos.

Destino culiao [Chilensis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora