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Tres semanas después.

Luna

Ya había salido del hospital, estoy con reposo en la casa y tengo a mi enfermera personal ayudándome en todo, lo único malo es que es más hincha hueas que la mierda.

La culia está pendiente de todo lo que hago, no me imagino cuando tenga hijos.

—¡Luna! —gritó mi amiga.

Era de mañana y yo ni cagando me iba a levantar para hacer los ejercicios que me había dicho el doctor.

—¡No estoy!

¡Mierda!

Entró súper agresiva a la pieza con cara de querer matarme.

—Es hora de tus ejercicios. —me dijo enojada. —Si te querís mejorar tenís que hacer las hueas que te digo.

Rodé los ojos.

—No quiero.

La Rocío me miró mal acercándose a mí, me destapó, me tomó una pierna y la empezó a jalar.

—Levántate floja culiá. —me dijo sin poder sacarme de la cama. —Maldita, de donde chucha tenís tanta fuerza.

La fuerza de mi flojera se apodera de mi cuerpo en estos momentos.

—¡Rocío el Tomás se está levantando! —se escuchó el grito el Simón.

Éste último tiempo nos hemos empezado a acercar más, me da detalle súper bacanes y se preocupa caleta por mí.

Justo cuando no quería que me gustara alguien, me empieza a gustar.

—¡Simón culiao sapo! —exclamó el Tomás.

—Mandaré a mi asistente a que te ayude a hacer los ejercicios.

Ésta casa está privándome de mis libertades y todo por la dictadora de la Rocío.

Me volví a tapar e iba a cerrar mis ojos para seguir durmiendo cuando alguien entró a mi pieza.

¿Por qué chucha tienen la manía de interrumpirme justo cuando estoy apunto de dormir?

Es como esa gente que te habla solo cuando te ponís los audífonos, me parece una falta de respeto.

—Desayuno a la cama.

Una sonrisa se formó involuntariamente en mis labios.

—No me hagai hacer los ejercicios ahora. —le rogué. —Quiero tener una mañana tranquila.

Me miró con una sonrisa cómplice dándome a entender que iba a satisfacer mi capricho, mientras se sentaba a mi lado.

—No le diré a la jefa con una sola condición.

Que fea la actitud.

—¿Que cosa? —le pregunté. —Eso sí no puedo hacer mucho porque aún estoy en cama.

—Que me dejes cuidarte yo nomás. —me dijo acercándose para acariciar mi cara. —Así podemos pasar mucho más tiempo juntos.

Pero por supuesto.

—Yap. —le dije sonriendo. —Porque la Rocío está insoportable.

Asintió con una sonrisa y sacó una de las pastillas que me tenía que tomar.

—Primero la pastilla. —me dijo pasándomela con un vaso con agua. —Después de tomártela puedes comer.

Me reí.

Destino culiao [Chilensis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora