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Mallorca, España. 

Tres años después.

Luna

—Amor. —le dije al Luan. —¿Echaste tus juguetes?

—Sí, mami.

—Bueno. —le dije acariciándole la cara. —Anda a llamar a tu tía.

Habíamos llegado hace poco a vivir en el pueblo que vivía la Rocío en España, me había ganado una beca completa en una academia de teatro reconocida.

—¡Te amo tanto cabro chico! —le gritó mi amiga al Luan.

—¿Y a mí? —preguntó el Tomás. —¿Te estás olvidando de mi?

—¡No! —exclamó. —Pero, es que niño se roba toda mi atención.

Me reí.

—¡Ya po'! —los llamé. —Vamos a llegar cuando esté lleno.

—Anda a buscar tu mochila. —le indicó la Rocío bajándolo de sus brazos. —O la bruja de tu mamá se enojará.

Le dediqué una mala mirada.

—Perdón oh.

Saqué mi celular porque había vibrado y caché que el Simón me había enviado un correo preguntando cómo estaba el Luan y si necesitábamos algo.

Después de todos estos años nunca ha venido a ver al Luan, solamente se mantiene en contacto a través de un correo y por lo que sé, está recorriendo Estados unidos, mientras se va haciendo un barbero reconocido.

El Luan siempre me pregunta porque el no tiene papá como los demás niños y al principio me quedaba en blanco, pero ahora él tiene la capacidad de entender que simplemente a su papá no le dio la mente para salir adelante con él, aunque si ha estado presente económicamente lo más importante es la presencia y el cariño que gracias al de arriba nunca le ha faltado a mi hijo.

—¿Adonde vamos? —me preguntó el Tomás, mientras se ponía los lentes de sol.

Íbamos a ir a la playa.

—A la playa po'.

—¡Yupi! —exclamó esa vocesita que amo desde el primer día que lo vi.

El Tomás lo tomó y lo puso en sus hombros.

—Cuidado. —le dije al Tomás.

—Tranquila.

Terminé de arreglar las cosas para irnos a la playa, mientras la Rocío estaba lista.

—Listo.

—Por fin. —le dije. —Toma, ayúdame.

—Mari...

—Rocío. —le reprochó el Tomás.

—Perdón oh.

Me reí y salimos de la casa.

✧.*

—¡Tía Rocío! —gritó mi hijo con unos baldes de agua en las manos. —¡Ayúdame a hacer castillos!

Nos reímos.

—Vamos.

Los vi ir a la orilla de la playa tomados de la mano.

—¿Cómo estai? —me preguntó el Tomás tomándose un sorbo de cerveza.

Suspiré.

—Bien. —le dije y lo miré. —Me he estado esforzando por lograr esto y por el Luan obviamente, pero hay momentos en que igual me canso.

Destino culiao [Chilensis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora