Destino culiao [Chilensis]

26

Dos meses después.

Tomás

Hace dos meses que la Luna se fue del departamento, sé que está dónde la Rocío, pero desde lo del viaje no hablan nada con el Simón, cortaron todo tipo de contacto y ahora estoy tratando de convencer a este ahueonao pa' que me acompañe a ver a mi polola.

—Ya Simón. —le dije. —Vamos.

Negó.

—Está la Luna allá y no creo que tenga tantas ganas de verme.

Éste hueon está mal desde lo del viaje.

Quizás que hueas le dijo la Rocío, pero se lo merecía pa' que andamos con hueas.

—Si no va a estar. —le mentí. —Salió con la tía.

Me miró con duda y después miró su celular.

—Ya. —me dijo. —pero, si está la Luna me voy altoke.

Asentí como niño chico.

—Gracias.

Nos reímos.

Me arreglé para ir a ver a mi bella polola, tomé las llaves del auto y nos fuimos.

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—¿Por qué pasaste a comprar helado? —me preguntó de mala gana. —Estaba terrible llena la huea.

Éste hueon nunca deja de reclamar.

—Cállate un rato culiao. —le dije de mala gana también. —Hablai más que la Luna.

Me miró mal.

—Otra vez con la huea.

Se quedó callado el resto del camino al igual que yo.

El tema de la Luna se volvió algo extremamente sensible para él, aunque es obvio, mi prima está esperando una wawa de este hueon y él por ahueonao se está perdiendo de todo el proceso.

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—¡Rocío! —grité.

Vi a la Rocío asomarse por la ventana.

—¡Hay timbre gil!

Me reí.

—¿Cómo estai amorcito? —me preguntó apenas me vió.

—Mejor ahora que te veo. —le dije y la acerque a mi para darle un beso.

—Que asco. —dijo el Simón entre dientes.

—Viniste con él. —me dijo la Rocío mirándolo con desagrado. —Que lamentable.

—Ya..

Se dió media vuelta y entro a su casa dejándome con la palabra en la boca.

Dame paciencia.

Pasamos y me sorprendí al ver que si estaba sola.

—¿Estai sola? —le preguntó el Simón.

—Gracias a Dios sí. —le dijo de mala gana cruzándose de brazos. —Así mi amiga no te ve. 

El Simón tensó la mandíbula.

—Traje helado. —les dije para calmar las aguas.

—Te quiero tanto. —me dijo sonriendo para quitarme la casata de helado.

Traidora.

El Simon se quedó mirando a un punto fijo y ya sabía lo que iba a preguntar.

—¿Cómo está? —le preguntó a mi polola.