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Luna

Desperté con el ruido de la puerta y voces en el living. No me di cuenta de cuando me había quedado dormida en la pieza del Simón.

Simón, Simón y Simón. Era lo único que pensaba mi cabeza durante este último tiempo.

Salí de la pieza y caminé hacía el living para buscar un vaso de agua y de pasa al Simón, pero me encontré con una loca rucia mirándome con odio y al Simón más frustrado que la chucha.

Decidí hablar antes que ella, bueno lo único que iba a hacer era hacerme la hueona.

La Rocío siempre me decía que tenía que hacer eso.

—¿Llegó el Tomás? —rompí el silencio que se había formado apenas llegué al living.

La mina miró al Simón en busca de una respuesta y al no tenerla soltó una carcajada amarga.

—¿Quién es ésta hueona? —le preguntó molesta al Simón.

Se acercó a mí y soltó otra carcajada llena de amargura. —¿Ahora te gustan cuicas y pendejas?

—¿Que huea? —le dije mirándola igual de mal que ella a mí. —No me vengái a tratar así en mi casa, ni siquiera somos algo con tu pololito cómo para que te estís pasando las medias películas, anda a verte hueona ridícula.

La hueona se acerco más a mí sin decir una sola palabra y si no fuera por el Simón me hubiera pegado un combo en el hocico.

—¡Paren la huea! —exclamó el Simón enojado. —La casa no es na' un ring pa' que se agarren a combos. Miró mal a la rucia y le apuntó la puerta con la cabeza. —Melannie ándate, el Tomás ya está por llegar y tenemos problemas que resolver.

—Claro, botame nomás. —respondió de mala gana, caminando hacía la puerta. —Cuando ésta pendeja no te de lo que quieres, ahí me vai a llamar y no estaré para ti.

Ok

La mina se fue y el Simon quedó estático en el rincón del living, pero después reaccionó y se fue a su pieza dejándome sola.

Ahora yo caminé a mi pieza, busqué mi celular y llamé a la Rocío, pero no me contesto.

Demás la hueona esta durmiendo su siesta como una anciana.

—¡Llegue! —el grito del Tomás dejando las llaves en la mesa hizo que me alegrara un poco porque en verdad ya sabía lo que traía.

Salí de la pieza corriendo.

—Enana. —me dijo abrazándome a penas me vió. —¿Cómo estai?

Sonreí levemente y le correspondí el abrazo.

—¿Le preguntaste a la Rocío? —le pregunté ansiosa.

Ví que tenía caleta de bolsas, así que, la empecé a sapear.

Cuando era chica siempre husmeaba las bolsas del súper y se me pegó la manía hasta ahora.

—Síp, te traje todo lo que me dijo.—me dijo sacando una de las bolsas donde me entregó un helado de brownie y gomitas.

Una bomba de azúcar directo a la vena.

—Eres el mejor. —le dije dándole un beso en la mejilla, mientras le arrebataba las cosas de los brazos.

Se río y miró hacía el pasillo.

—¿Y el Simón? —me preguntó y yo me encogí de hombros. —Le dije al culiao que no te dejara sola.

No está bien ser sapa, pero no lo puedo evitar.

—Me acompañó un rato. — le dije. —Pero después puso una película para que me distrajera, pero luego se fue y me quedé dormida. —tomé aire y mire a mi primo. —Cuando desperté estaba una hueona rucia, qué me echó la choria y creo que me quería pegar porque pensó que me estaba metiendo con su pololo. —me quedó mirando con el ceño fruncido. —Bueno la cosa es que el Simón no la dejó y le dijo que se fuera, cuando se fue él se fue para su pieza y yo me quedé acá.

Destino culiao [Chilensis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora