Leonado

341 45 16
                                        

Ki Bum se incorpora lentamente, escupiendo tierra con una mueca de asco mientras sus ojos, oscuros y encendidos de furia, se clavan de lleno en su adversario. El odio lo envuelve como una segunda piel, haciendo vibrar su pecho con una amenaza contenida. Sus pupilas comienzan a pintarse de un rosa brillante e intenso, un fulgor que anuncia la liberación de su verdadera naturaleza. Sus colmillos emergen con violencia, relucientes bajo la tenue luz de la luna.

Sung Yeol, frente a él, lo observa con una sonrisa desdeñosa, como si toda aquella rabia fuera un espectáculo sin importancia. Sus ojos brillan con burla, seguro de sí mismo y sin tomarse en serio a su contrincante.

Ki Bum ruge y se lanza al ataque, desatando una lluvia de puñetazos que Sung Yeol esquiva con facilidad insultante. Su figura se desvanece en el aire por un segundo y reaparece detrás de Ki Bum para propinarle una precisa patada en la espalda. Su columna cruje y el impacto lo lanza como una muñeca de trapo contra uno de los árboles cercanos. Las ramas se agitan con violencia y la corteza se desprende.

—No logro ver los golpes de Sung Yeol... —musita Sung Jong entre dientes. Su voz denota frustración y ansiedad. El enfrentamiento se desarrolla a una velocidad vertiginosa, demasiado rápida para sus ojos aún inexpertos.

—No los sigas con los ojos —responde Sung Kyu con calma, aunque su tono tiene la firmeza de quien ha peleado cientos, o tal vez, miles de veces—. Síguelos por el olor, por su presencia. Concéntrate en eso y lograrás ver todo el combate.

Sung Jong asiente, aún dudoso, y baja la mirada un instante, recordando que Sung Yeol le dio el mismo consejo cuando se enfrentaron en la azotea de su viejo edificio. Suspira y cierra los ojos, intentando concentrarse, deseando con todas sus fuerzas ser útil, o al menos, no quedarse atrás.

Ki Bum cae de rodillas tras chocar contra el tronco. Sus manos temblorosas tocan el suelo mientras lucha por respirar. El dolor se expande por su espalda como una descarga eléctrica. Sabe que Sung Yeol es más fuerte, más rápido, más ágil, y la vergüenza lo consume como un fuego cruel. Ha fallado demasiadas veces, ha recibido demasiadas segundas oportunidades. No puede permitirse perder de nuevo, no ahora.

—La presencia que he estado sintiendo es la tuya, ¿no es así? —dice Sung Yeol con su voz cargada de ironía—. Será mejor que te vayas. No podrás contra tres vampiros, y menos si uno de ellos es de sangre pura. Vuelve por donde viniste, y te perdonaré la vida.

Por un momento, la oferta lo tienta. El miedo le roza la nuca como un soplo gélido. Pero enseguida recuerda que, aunque huya, él lo encontrará y lo destruirían como a un insecto. La derrota no es una opción.

Ki Bum suelta una risa áspera y se levanta, tambaleante, pero con la mirada que apremia determinación.

—Gracias por tu benevolencia, pero no la necesito.

Con sus labios curvándose en una sonrisa decidida, saca un pequeño frasco de su bolsillo, lo destapa y lo bebe de un solo trago. El líquido oscuro desaparece por su garganta como veneno líquido. Sung Yeol frunce el ceño, alerta. Cree reconocer esa fórmula, aunque desea estar equivocado. Sung Kyu también se tensa, sus ojos clavados en Ki Bum con renovada preocupación.

—¡Sung Yeol, mátalo ya o te...! —comienza a advertir el vampiro mayor, pero su voz se ahoga al ver los efectos de esa sustancia manifestarse.

El cuerpo de Ki Bum comienza a convulsionar levemente. Su piel se torna morado oscuro, casi negro. Sus músculos se hinchan, sus colmillos se alargan hasta parecer cuchillas y su cabello se vuelve tan negro como una noche sin luna. La transformación es brutal y antinatural.

—¿Qué le está pasando? —pregunta Sung Jong, horrorizado.

—Ha tomado elixir púrpura —responde Sung Kyu, incrédulo, la sorpresa se convierte en temor.

Sangre | GyuWooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora