Sangre | GyuWoo

Armiño

Sung Kyu se distrajo apenas un segundo, pero fue suficiente. Jong Wan aprovechó la oportunidad con una precisión brutal y le asestó un golpe demoledor en el abdomen. El impacto lo dejó temblando, con un dolor tan lacerante que le hizo perder el aliento. El más joven cayó de rodillas, su cuerpo se negó a sostenerlo otro poco, y su tío lo tomó con violencia del cabello, obligándolo a levantar el rostro.

—No sé en qué momento se te ocurrió follar con Nam Woo Hyun —escupió con desprecio. Al escuchar ese nombre, Sung Kyu abrió los ojos con espanto. No había lugar a dudas: Jong Wan conocía a Woo Hyun. Una oleada de ansiedad lo invadió, como un frío que le calaba hasta los huesos—. Pero hoy es el día en que esos despreciables cazadores se despedirán de este mundo.

—¿A qué te refieres? —preguntó con la voz rota, aferrándose con fuerza a la muñeca del vampiro mayor.

—A que por fin podré gobernar estas tierras. Los cazadores ya no serán un obstáculo. En este preciso momento, todos los vampiros están acabando con ellos en el bosque del sur —reveló con cruel satisfacción, dejando que sus garras brillaran al desplegarse y mostrando una sonrisa arrogante, rebosante de una confianza enfermiza.

Sung Kyu sintió cómo la desesperación comenzaba a brotar desde lo más hondo de su pecho, desbordándolo todo. Su peor pesadilla estaba ocurriendo justo ante sus ojos, y él era incapaz de detenerla.

El pánico se mezcló con una furia candente; debía ir en busca de Woo Hyun para salvarlo... pero primero tendría que derrotar a Jong Wan, y ese desafío parecía casi imposible. El poder de su tío era descomunal, más allá de lo que podían igualar otros vampiros de sangre pura.

Y sin embargo, en su interior, Sung Kyu también sentía latir esa misma sangre majestuosa. Pero no debía invocar su verdadera forma. Estaba demasiado débil.

—Después de obtener más elixir púrpura con tu sangre, ¡le harás compañía a tu asqueroso cazador en el infierno!

El rodillazo que le propinó lo hizo crujir por dentro. Sung Kyu sintió cómo el mundo se volvía borroso por un instante. Jong Wan quería noquearlo, llevárselo al castillo, donde lo esperarían para extraerle hasta la última gota de sangre directamente del corazón. El procedimiento exigía que estuviera vivo... o al menos, al borde de la muerte.

Sung Kyu, herido pero desafiante, apretó con más fuerza el brazo de su tío, obligándolo a soltar su cabello antes de causarle una fractura. El vampiro mayor intentó golpearlo de nuevo, pero esta vez el más joven lo detuvo. Sujetó ambos brazos con fuerza, y en los ojos de Jong Wan apareció por primera vez algo parecido al asombro, y tal vez, un poco de temor.

—Voy a proteger a Woo Hyun, aunque me cueste la vida —dijo con una convicción que le ardía en el pecho, sus palabras estaban cargadas de furia y dolor.

El contacto visual con su tío fue como una chispa entre dos tempestades. Pero el líder reaccionó con un violento cabezazo. Sung Kyu perdió el equilibrio. Su cuerpo, debilitado, soltó el agarre, y un segundo después recibió una patada que lo lanzó al suelo. Todo el aire de sus pulmones escapó en un jadeo seco y doloroso.

—No podrías ser más patético, ¿verdad? —se burló Jong Wan, buscando quebrarlo no solo física, sino emocionalmente también.

Sung Kyu se quedó inmóvil unos instantes, pero no fue por miedo, sino porque su cuerpo comenzaba a cambiar. Algo dentro de él había despertado. La rabia, el sufrimiento, la pérdida. Todo armonizaba en una transformación ineludible.

Su cabello se tornó negro, mucho más que una noche sin estrellas. Su piel se volvió más pálida que nunca, casi blanca, como la nieve que siempre contemplaba, y sus músculos se definieron, dándole una apariencia elegante y letal. Sus ojos brillaron de un rojo vivo, equiparable al color de su sangre y sus colmillos se alargaron al doble de su tamaño normal. Era su verdadera forma, la de un vampiro de sangre pura preparado para la guerra.