Sangre | GyuWoo

Cenizo

Muchos siglos atrás, el Clan Lee forjó una alianza con una de las familias más poderosas de Asia: los Kim. Y lo hicieron, incluso sabiendo que compartían su causa con seres inmortales: vampiros de sangre pura. Aun así, decidieron confiarles su supervivencia, no por ingenuidad, sino por necesidad, aferrándose a una esperanza desesperada en medio de las guerras que devastaban sus tierras.

Durante décadas, la alianza prosperó. Fueron reconocidos como la fuerza más formidable que jamás hubiera gobernado el continente. Pero el poder corrompe incluso a los inmortales, y cuando uno de los Kim, cegado por la avaricia, intentó apropiarse del liderazgo, todo se derrumbó. Comenzó a convertir humanos en vampiros a la fuerza y, traicionando el pacto, asesinó a sus propios aliados humanos.

Los Lee se sintieron no sólo traicionados, sino profundamente ultrajados. Aquella traición sembró un odio visceral que dio origen a una guerra brutal entre humanos y vampiros. Juraron erradicar a los inmortales, a todos, sin distinción. Fue entonces que decidieron formar un escuadrón de cazadores de élite, implacables y silenciosos. Jóvenes con talentos extraordinarios provenientes de todas partes del mundo, armados con espadas negras forjadas especialmente para asesinar a esos seres oscuros.

Entre ellos destacaba Nam Woo Hyun. Con una destreza que rozaba lo inhumano, exterminó no sólo vampiros convertidos, sino a algunos de sangre pura. Pero el tiempo cobró su precio. La guerra se volvió insostenible. Los cazadores cayeron uno a uno, y el linaje de los Lee casi se extinguió, vencidos por la inmortalidad y la crueldad de los inmortales Kim.

∞

—Tu feo hábito de estar donde no debes aún corre por tu sucia sangre, ¿verdad? Nam Woo Hyun —escupe Hee Chul con un odio afilado, mientras su mano se cierra con violencia alrededor del cuello del joven.

Woo Hyun lucha por respirar. Sus ojos, llenos de rabia y miedo, buscan a Sung Kyu, como si su sola presencia pudiera romper ese ciclo de violencia que parece eterno.

—Suéltalo —ordena Sung Kyu con voz grave. Pero su hermano ni siquiera lo mira.

—Tienes el mismo aspecto que la primera vez que te vi, incluso estuvimos en esta misma posición cuando te ofrecí perdonarte la vida, y tú me escupiste en la cara —continúa, y Sung Kyu empuña las manos queriendo dar unos pasos—. ¿Acaso no lo recuerdas?

Sung Kyu tiembla, no de miedo, sino de furia. Sus dedos se curvan, conteniendo su deseo de exterminar a su hermano.

—¡Qué lo sueltes! —repite, esta vez con una ira helada.

Hee Chul gira el rostro sólo un poco, divertido. La tensión crece como una tormenta a punto de estallar.

—No pareces ser el mismo Nam Woo Hyun que conocí —comenta con crueldad, examinando cómo el joven se remueve inútilmente entre sus dedos con la intención de huir.

—Él es sólo un niño inofensivo —dice Sung Kyu, suplicando, pero sin perder autoridad—. Déjalo ir. Ven a mí. Termina lo que empezaste conmigo.

—Me atrae más la idea de volver a exterminar a esta rata —murmura Hee Chul, saboreando cada palabra—. Quiero ver tu cara cuando le arranque las entrañas. Aún lo amas, ¿no es así, Sung Kyu?

La confesión golpea como un rayo. Woo Hyun contiene el aliento.

—¿Qué quieres decir con "volver a exterminar"? —inquiere Sung Kyu, sintiendo que algo no encaja.

—¿Acaso no lo sabes? —ríe Hee Chul, con una carcajada seca y amarga—. Yo fui quien mató a Nam Woo Hyun hace siglos. Yo exterminé al cazador prodigio. Y cuando lo hice, no dejaba de susurrar tu asqueroso nombre mientras le arrancaba víscera tras víscera. Estaba vivo... y suplicaba por...