Carnación

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La ardua tarea que tiene Sung Yeol de vigilar a Woo Hyun finalmente termina cuando el muchacho regresa a casa sano y salvo. Y aun así, el vampiro no puede relajarse.

La amenaza latente de la que le habló Sung Kyu sigue merodeando como una sombra invisible, despertando cada uno de sus sentidos, poniéndolo alerta a cualquier cosa extraña, por insignificante que parezca, y aunque no ha visto nada fuera de lo común, su instinto no le permite bajar la guardia. Se cuestiona incluso si su percepción se está debilitando, pero en el fondo sabe que no es así. Lo que siente está ahí, agazapado en la oscuridad, esperando el momento oportuno. Y si ese momento llega, sabe que todo dependerá de proteger a Woo Hyun.

Cuando cae la noche y la luna se alza, Sung Yeol se dirige al departamento de Sung Jong para continuar con su entrenamiento. Pero al entrar, lo que ve hace que el corazón se le detenga por un instante. El joven está tirado en el piso, completamente inmóvil. Sus ojos se agrandan de golpe y un escalofrío recorre su espalda al notar el tono azulado de su piel y los labios amoratados. Se acerca con rapidez y lo toma entre sus brazos, llevándolo hasta la cama mientras la angustia le carcome el pecho. ¿Acaso ha llegado demasiado tarde?

Sin embargo, antes de que el pánico lo domine, Sung Jong lo sorprende sujetándolo de la camisa con una fuerza débil antes de que un leve jadeo salga de sus labios.

—S-Sung Yeol... por favor... ayúdame... —murmura con la voz quebrada, apenas consciente. El brillo en sus ojos, esa chispa dorada que siempre tiene, se está desvaneciendo.

Sung Yeol traga saliva con dificultad, sintiendo cómo algo dentro de él se destroza

—No puedo. Tienes que soportarlo solo. Estás en las últimas horas y...

—¡Por favor! —le interrumpe con la voz temblando e implorando con desesperación.

Esa súplica le atraviesa el alma. Verlo así, tan vulnerable y quebrado, hace que todo el autocontrol de Sung Yeol se tambalee. No quiere perderlo. No de nuevo. Y no así. Tal vez no es tan fuerte como siempre ha creído.

—Está bien —cede en un susurro cargado de culpa—. Pero quizá no te guste lo que te haré.

—¡Haz lo que sea! ¡P-por favor!

La desesperación del joven le atraviesa como una lanza en el centro del corazón. Sin dudar más, Sung Yeol comienza a desvestirlo con cuidado, sintiendo el cuerpo tembloroso y frío de Sung Jong ceder entre sus manos. Lo lleva hasta el baño y lo acomoda bajo el chorro tibio de la regadera, intentando que el calor le devuelva algo de vida. Se inclina y alza su mentón con delicadeza, observando con creciente ansiedad cómo el joven tiembla sin cesar. Su piel está helada y pálida. Si su corazón se detiene, ni siquiera la sangre de Sung Kyu podrá revivirlo.

—¿Recuerdas lo que te dije sobre el esclavo de sangre? —pregunta con voz grave, tratando de mantener la calma.

Sung Jong asiente débilmente, entre temblores.

—L-lo recuerdo... aunque, no creo que... este sea el momento p-para otra lección...

Una sonrisa leve, teñida de tristeza, cruza los labios de Sung Yeol mientras pasa los dedos entre las hebras húmedas del cabello dorado del menor.

—Lo sé... pero es la última lección que te daré.

Se pone de pie y comienza a quitarse la ropa. Sung Jong lo observa con ojos grandes, confundido, pero una extraña calidez se enciende en su estómago. Luego, el mayor se arrodilla frente a él y lo sienta a horcajadas sobre sus piernas, sosteniéndolo con firmeza. Sung Jong le rodea la cintura por instinto, y un rubor sutil colorea sus mejillas.

Sangre | GyuWooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora