Vero

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Sung Kyu mantiene a Woo Hyun detrás de él, con el cuerpo ligeramente ladeado, como un escudo dispuesto a romperse antes de dejar que algo le ocurra al cazador. Lo siente respirar con dificultad, aún herido por los combates anteriores, pero no hay tiempo para treguas.

Dae Yeol vuelve a lanzarse sobre ellos más rápido que un parpadeo, una sombra afilada en medio del caos. Kim se interpone. Lo detiene con la fuerza inamovible de un vampiro puro. El choque de ambos crea un silencio tenso en medio del estruendo. No hay comparación posible. La diferencia de poder es abismal. Dae Yeol intenta resistir, pero sus movimientos delatan una rigidez extraña, como si algo en él no estuviera del todo presente.

Sung Kyu lo observa con atención Su expresión es vacía. Sus ojos no muestran rabia, ni furia, ni siquiera miedo. Son un pozo oscuro y sin fondo.

Y entonces, Sung Kyu lo entiende.

—Le lavaron el cerebro... —murmura, como una maldición amarga en su lengua.

Es una técnica antigua, prohibida por su crueldad. Los vampiros puros solían emplearla cuando los humanos que convertían no se sometían a la hipnosis. Algunos resistían con una fuerza mental impresionante. Para doblegarlos, se usaba esa técnica. Una tortura psicológica que fragmenta la mente, que encierra la voluntad en lo más profundo del subconsciente. Desgarrando el alma una y otra vez. Dae Yeol está atrapado. En algún lugar, su conciencia grita por salir. Pero no podrá liberarlo, hasta que destruya al responsable.

Y ese es Jong Wan.

—Dae Yeol —le susurra con solemnidad y pesar—. Te prometo que muy pronto regresarás al lado de tus hermanos.

Y en un respiro, desaparece de su vista.

Dae Yeol agudiza sus sentidos, olfatea, escucha. Su experiencia como vampiro convertido durante siglos le ha dado habilidades perfeccionadas, pero incluso así, no puede encontrarlo. De pronto, Sung Kyu lo toma del cuello con una fuerza tan brutal que se le va el aire. Dae Yeol forcejea, sorprendido. Sus manos tiemblan. Lo siguiente que ve son los ojos de su contrincante, firmes y decididos. Sin un ápice de duda. Entonces aparecen las garras que brillan bajo la tenue luz de la luna.

Woo Hyun observa, paralizado. El tiempo se le detiene en la sangre.

Sung Kyu hunde sus garras en el pecho de Dae Yeol.

Sung Jong rompe la compostura y da un paso adelante, desesperado.

—¡No! —quiere gritar, pero su voz se ahoga en su garganta.

Corre, pero Sung Yeol lo detiene con una mirada dura. Le sujeta el brazo con firmeza.

—Confía en él —le ordena, con dolor contenido en su voz.

Sung Jong se detiene. Ve las garras hundirse. El corazón arrancado. La mirada de su hermano, vacía, apagándose. Sus ojos se llenan de lágrimas, pero no cae ni una sola. No aún.

Sung Kyu da un salto, y se aleja con el cuerpo inerte. Lo deja a un lado, lejos de la batalla. Le ofrece ese último descanso que se merece. Luego, regresa al campo, su silueta erguida y más pesada, pero con los ojos ardiendo.

Jong Wan lo espera.

—Eres más despiadado de lo que creía, Sung Kyu —dice el vampiro mayor, sonriendo con crueldad.

—Ven —responde él, sus palabras como acero—. Te lo demostraré cara a cara.

Jong Wan se abalanza con velocidad salvaje, y sus subordinados hacen lo mismo con Woo Hyun, Sung Yeol y Sung Jong.

La batalla sigue. Los enemigos restantes son numerosos. Algunos aún son vampiros puros. El peligro es real y sigue creciente.

Sung Jong se enfrenta a ellos con el cuerpo tenso. Sus habilidades nuevas lo abruman. Apenas ha tenido tiempo para dominarlas. Son rápidos, demasiado fuertes. Pero él también lo es. Se defiende con golpes potentes, patadas que rompen costillas y logra mantenerlos a raya hasta que los más resistentes se acercan. El cansancio le aplasta los huesos.

Sangre | GyuWooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora