Prefacio

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En varios de sus sueños, unos ojos del color de la sangre lo miran como si se trataran de un par de dagas queriendo atravesar su ser; como si con el brillante color carmesí que irradian pudieran ver más allá de él; como si pudieran ser capaces de escudriñar su alma, de indagar en su corazón y de palpar su miedo.

Ese temor que se transforma en lujuria cuando unos labios parecidos al rubí se posan en su cuello y un insoportable calor le llena el cuerpo, haciendo fluir su propio tibio líquido a través de su delgada piel mientras unas frías manos lo contienen con vigor, obligándolo a dejar de respirar.

Y es ahí cuando todo se detiene; todo se esfuma y logra olvidar la fantasía, pero suspira cuando desea recordar aquello, porque la sensación no ha sido capaz de abandonar su cuerpo, incluso cuando ya ha despertado.


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«Durante la Inquisición se consiguió decrecer el número de vampiros en Europa. Éstos, viendo la supervivencia de su especie más que amenazada, decidieron esconderse y pasar inadvertidos, como cualquier otro ser humano...»


—¿Qué es esto? —inquiere Myung Soo con una mueca que mezcla burla y fastidio al comenzar a leer el documento.

Sung Jong lo observa con los ojos entrecerrados, sintiendo que el desdén y la resignación lo consumen. Recuerda con claridad el día en que ese "mocoso arrogante" apareció en la redacción para anunciar, con voz fastuosa, que se haría cargo del periódico debido a la enfermedad de su padre. Han pasado casi seis meses desde entonces, y la situación no ha hecho más que empeorar.

—Mi artículo para la siguiente edición —responde, tratando de mantener la compostura.

—¿Acaso se trata de un cuento?

—Si lo leyeras completo...

—Escucha, Lee —interrumpe con brusquedad, dejando los papeles sobre el escritorio—. Gasté una fortuna en el equipo fotográfico que, según tú, necesitabas para tus reportajes, ¡y me sales con esta basura! ¡Te pago para que salgas a la calle a conseguir notas reales y fotografías que podamos imprimir! ¡Esto no es más que un cuentito para niños! ¡¿Entendido?!

—Sí, pero, Myung Soo, si tan sólo...

—¡Es la última oportunidad que te doy para que hagas bien tu trabajo, o tendrás que buscar otro empleo el lunes! Y soy el 'señor Kim', ¡recuérdalo!

—Sí... señor Kim.

Con el ceño fruncido y los labios apretados, Myung Soo toma las hojas y las introduce sin remordimiento en el triturador de papel. El crujir de las aspas rompe el silencio como un dictamen final, y Sung Jong suspira, conteniendo el deseo de gritarle en la cara, mientras traga su frustración con vergüenza e impotencia.

A decir verdad, ya ha pasado muchas veces. Sus artículos, aunque meticulosos y cargados de imaginación, siempre terminan del mismo modo: ignorados, despreciados o triturados. Y cada una de esas veces, una parte de su sueño moría con ellos.

Desde niño, Sung Jong había querido escribir. Leía novelas de misterio bajo las cobijas de su cama con una linterna, soñando con que algún día sería un escritor famoso, de esos que dan autógrafos en las enormes librerías del centro, pero ahora, la realidad es otra. Ahora está ahí, trabajando en uno de los periódicos menos vendidos de la ciudad, mientras trata de sobrevivir con el miserable sueldo base que recibe, aunque, no le ha quedado de otra puesto que sus padres fallecieron hace un par de años, y la vida no le ha sonreído ante la adversidad, como alguna vez le dijo su madre.

Sangre | GyuWooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora