El futuro médico

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Terminaban las clases regulares del día, pero aún le quedaban los talleres electivos... aunque si ella pudiera escoger, se quedaría todo el día en el colegio para estar junto a Seiya. El chico se había mostrado cómodo con ella, pasando la mayor parte del tiempo a su lado, buscando su ayuda durante las clases. Eso resultaba un poco irónico tratándose de ella, ya que no era conocida por ser una estudiante sobresaliente, era más bien del promedio... hacia abajo. Pero, eso no importaba en ese instante, ya que el sólo necesitaba ayuda para habituarse al ritmo de ese colegio, conocer las materias, los profesores y los talleres electivos, que era donde estaban en ese momento.

—¿Qué taller escogerás, Bombón? —consultó curioso. Independiente de lo que ella eligiera, él la seguiría sin pensarlo, pero era bueno estar al tanto.
—Dibujo —contestó casi por inercia, ya que su atención se había desviado hacia un retrato exhibido en la sala de artes para atraer interesados al taller. El rostro ahí plasmado le era extrañamente conocido—. ¡Ah! ¡El arrogante! —gritó sin darse cuenta. Pero ya era tarde para arrepentirse. La maestra se acercó curiosa y divertida por la reacción de la chica.
—¿Acaso lo conoces?
—No... no lo conozco. Solo nos cruzamos en el camino — negó, decidida a que aquel sujeto no arruinara más su vida.
—Ah, pensé que quizás eras amiga de él.
—¡¿Amiga?! Ni es sus sueños —habló alarmada de tal posibilidad.
—Está bien. Espero que puedan inscribirse en el taller. Enseñaremos distintas técnicas de dibujo y diseño para que puedan escoger la que más les guste —invitó amena.

El cantante miró un rato el dibujo y luego a la chica, para después sentir una extraña punzada en el corazón. Debía averiguar más acerca de ese joven, pero no en ese momento, ya que estaban ocupados.

—Yo me inscribiré donde tú lo hagas, Bombón —afirmó para llamar su atención.

Pero, justo cuando ella giró su vista hacia él, un montón de escolares se abalanzaron encima de su estrella. ¡Cómo deseaba sacarlas una a una! Pero, no podía. Él era famoso y ella no era nadie para impedir que otras lo adoraran tanto como ella misma lo hacía. Es por eso que con desgano caminó hacia la salida del salón, volteando a verlo por última vez ese día. Ya mañana tendría más tiempo junto a él. Eso nadie podría impedírselo. Y, con ese pensamiento, salió del colegio con una enorme alegría.

Caminaba muy animada, pues Makoto la había invitado a reunirse en el Crow después que terminara de escoger taller. Su amiga estaba muy ilusionada con Motoki, el hijo del dueño del local doble, donde había videojuegos y una cafetería. Aún quedaban quince minutos para la hora que habían fijado y por eso iba tranquila, ya que sólo le faltaba una cuadra para llegar. S8n embargo, un gran murmullo la distrajo de su objetivo.

Varias personas se aglomeraban en torno a algo o alguien. Parecía una emergencia. Pensó que ella no sería muy útil en una situación como esa, pero su curiosidad pudo más. Abriéndose paso entre la muchedumbre, pudo ver a una señora de rodillas, llorando por ayuda. Un niño permanecía tendido en el suelo sin abrir sus ojos. Tapó su boca, asustada por el bienestar del pequeño. De pronto, alguien más avanzó por en medio de las personas, pasando por su lado y siguiendo de largo hasta agacharse al lado de la acongojada señora. Su cabello negro y las ropas que llevaba se le hicieron familiares de inmediato. Pero, ¿qué hacía ahí?

—Dígame qué sucedió, soy estudiante de medicina y tengo conocimientos de paramédico —escuchó que decía convencido. Ella notó que su rostro reflejaba preocupación y por primera vez le pareció que no era arrogante.
—Gracias... —susurró la madre en un hilo apenas audible de voz—. Íbamos al médico. Ha tenido fiebre toda la noche. Solo dijo que le dolía la cabeza y se desmayó. No sé qué hacer —sollozó.
—No se preocupe —dijo, tocándole el hombro para tranquilizarla. Se levantó un momento mirando a las personas, buscando algo—. Por favor, es mejor que despejen el lugar, necesitamos bajar la fiebre del niño —dijo en una mezcla de súplica y autoridad.

Sorprendida, Usagi se dispuso a marcharse para no interrumpir a aquel sujeto. "Quien diría que es un futuro medico", pensó, mientras se giraba.

—Usagi —escuchó que la llamaban. Esa voz le era ya muy conocida, pero algo no coincidía en su tono. Sin embargo, al voltearse vio que la miraba con ojos preocupados—. ¿Podrías ayudarme? Por favor... —le habló concialidor.

"¿Acaso se ha vuelto loco? Se le debe haber contagiado la fiebre... te ha llamado Usagi... ", su mente le hablaba como si ella fuera otra persona.

—¿Me hablas a mí? —interrogó, señalándose a si misma.
—Sí, te hablo a ti, Usagi —repitió—. Necesito algunas cosas y de todos aquí, sólo te conozco a ti. Por favor...

Ella asintió, sorprendida de su actitud. Hasta ese momento sólo conocía su altanería, pero ahí se veía tan entregado a su vocación. Se acercó decidida a ser de ayuda en aquella situación.

—Ten. Llama a Urgencias, por favor —dijo, entregándole su celular.

Mientras, él se arrodilló al lado del niño, tocando su frente y tomando su pulso. De su bolso sacó implementos que ella reconocía de sus propias consultas al médico.

Marcó el número con manos temblorosas, preocupada por el estado de salud del pequeño. Pero, no sólo era eso. Cada vez que él la miraba a los ojos, sentía una conexión especial, como si se conocieran de antes.

—Vienen en camino. Dijeron que tardarían unos cinco minutos.
—Muchas gracias —respondió. Sudor corría por su frente, demostrando preocupación.
—¿Le pasa algo malo al niño? —preguntó asustada.
—Sí. Sus latidos son erráticos y su pulso es muy rápido. La fiebre debe ser de unos cuarenta grados, más o menos. Justo hoy rompí mi termómetro —habló con confianza, una que hasta ese momento nunca habían tenido.
—¿Necesitas algo? Aquí hay una farmacia —le dijo, señalando tras su espalda.
—Estaba tan absorto en la salud del niño que lo olvidé. Gracias, Usagi.
—Si quieres, yo puedo ir. Es mejor que te quedes a su lado, mientras llega la ambulancia —le sugirió.

Fue entonces que Mamoru notó sus brillosos ojos celestes que le transmitían confianza y apoyo, cosas que ni él mismo sentía en ese momento.

—No te preocupes, solo necesito ayuda para liberarlo de un poco de ropa y que mojes estos paños en agua fría. Toma, aquí tengo agua —dijo, entregándole una botella—. Señora, necesitamos sacar un poco de ropa a su hijo. El exceso está provocando que su cuerpo no se enfríe.

La chica rubia comenzó a mojar las gasas que él le entregó y, pasándoselas de una en una, él fue poniéndolas sobre el cuerpo ya liberado de ropa del niño, en sus brazos, en sus piernas y en su cabeza. La madre agradecía constantemente su ayuda desinteresada.

Para cuando llegó la ambulancia, el pequeño ya había abierto los ojos. Los paramédicos felicitaron al joven por los primeros auxilios que le había dado y subieron al menor, que se marchó junto a su madre.

—¡Uf! —susurró, pasándose el dorso de la mano por la frente.
—Ten, para que te limpies el rostro —le ofreció ella, extendiéndole un pañuelo. Él la miró un poco confundido al comienzo, pero luego le agradeció el gesto—. No te preocupes, si quieres me lo devuelves y si no, puedes botarlo —resaltó para que él no se sintiera comprometido.
—Muchas gracias, Cabeza de chorlito —dijo con una sonrisa, bromeando otra vez.
—No sabía que estudiabas medicina, arrogante —habló lo más sarcástica que pudo.
—Estoy en primer año, hace poco entré a la Universidad —respondió, mientras secaba su frente.

Ambos se miraron sonrientes, pero esa extraña cercanía comenzó a incomodarlos, no de una mala forma, sino de una extrañamente agradable. Usagi percibió calor en sus mejillas al sentirse observada por sus preciosos ojos azules, a la vez que una sonrisa sincera adornaba sus labios. Sabía que debía arrancar de ese lugar lo más pronto posible, no podía hacerse amiga de ese sujeto nunca.

—Bueno, ya que no me necesitas para nada más, me iré. Mi amiga me espera —dijo lo menos odiosa posible.
—Está bien. Nos vemos mañana, Cabeza de chorlito —se despidió del mismo modo que hacía unas horas.
—Adiós —se limitó a responder.

Le parecía curioso que dijera eso, pero esta vez la curiosidad no la haría quedarse. Debía marcharse ya, o si no su corazón se detendría de lo tan rápido que estaba palpitando...

Continuará...

¿Quién es mi amor verdadero?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora