Calidez

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¡El lugar era maravilloso! De haberlo conocido habría ido mucho antes, pero descubrirlo gracias a él sería algo que nunca olvidaría. La cantidad de sabores de helado que sus ojos veían era tan sublime que pensó que estaba en el paraíso. Sus ojos brillaban emocionados, lo que enterneció a Mamoru, quien la miraba casi embobado.

—Puedes pedir los sabores que quieras —dijo, obligándose a salir del trance.
—¡¿En serio?! —preguntó emocionada. Sus pupilas volvieron a fijarse sobre aquellos recipientes que contenían sabrosos helados artesanales—. Pero, quedarías en banca rota si pido todo lo que quiero —aseguró entre avergonzada y sonriente.
—Eso no lo creo —respondió seguro—. Pero, compraré los que quieras si así se te pasa la pena.
—¡Gracias!

Ella sabía que esa gran cantidad de azúcar le ayudaría a sentirse mejor. Esa oportunidad era única, más encima deliciosa. Debía aprovecharla al máximo.

Cuando Mamoru vio la enorme copa que le llevaron a la chica a la mesa, quedó asombrado. Jamás pensó que alguien tan pequeña pudiera comer tanto. Imaginó que quizás sólo quería llenar el vacío que le había dejado el problema con aquel cantante. Debía averiguar qué sucedía, pero no sabía por donde empezar.

—¿De verdad crees que puedas comer todo eso? —preguntó bromeando.
—¡Por supuesto! Ya verás —aseguró, comiendo la primera cucharada—. Mmm, delicioso...

Su cara de deleite era lo máximo para Mamoru, que disfrutaba en silencio la oportunidad de conocer las expresiones de la rubia más de cerca. Hacía tantos años que la había visto por primera vez, cuando niños pequeños, que verla ahí, toda una joven, sonriendo y disfrutando, lo atraía aún más. Sin embargo, Usagi era ignorante de todo aquello, porque jamás imaginó volver a ver a aquel niño que conoció en un hospital mucho años atrás.

—Al parecer me equivoqué y si serás capaz de comer todo eso —reconoció sonriente.
Felicidad. Esa palabra resumía ese momento para él.
—Te lo dije —habló, señalándolo—. Ahora, Mamoru, ¿podrías contestar unas preguntas? A mi mamá no le gustaría saber que salí con un completo desconocido.

"¿Preguntas? ¿Que querrá saber?", pensó. A pesar de eso, una alegría brotó de su corazón al entender que quería conocerlo aunque fuera un poco.

—Entiendo. ¿Qué quieres saber?
—Cuéntame tú —dijo de una forma que le pareció un tanto seductora. Sus ojos celestes eran intensos, sosteniéndole la mirada con osadía.
—Mamoru Chiba, 18 años, estudiante de medicina —respondió como si fuera una entrevista de trabajo. Sentía los nervios a flor de piel, porque no sabía qué tanto decirle.
—Bien, Mamoru. ¿Familia? —consultó con voz muy interesada. Nunca pensó que sería tan fácil sacarle toda la información.
—No tengo, vivo solo. Mis padres murieron hace unos años.
—Oh, lo siento —reconoció apenada. Al parecer había ido muy lejos en su interrogatorio.
—No te preocupes. Viví mucho tiempo con unos tíos y este año me mudé a un departamento para estudiar en la Universidad. Creo que estoy acostumbrado a estar solo —dijo ensimismado.

Su vista quedó fija en un punto como recordando todo lo que había vivido esos años. Usagi sintió tristeza y un extraño deseo por liberarlo de esa soledad. Aunque quiso abrazarlo, supo que eso sería desubicado. Eran dos desconocidos que recién conversaban, pero había una conexión especial entre ellos cada vez que estaban cerca, algo que sentían en la piel y en el corazón, cuyos latidos se les aceleraban con sólo verse a los ojos.

—Usagi Tsukino, 16 años, estudiante —dijo ella para llamar su atención y quedar a mano en cuanto a información personal—. Vivo con mis padres y mi hermano, Shingo.

Mamoru sabía todo eso, lo recordaba como si se lo hubiese contado ayer, a pesar de que lo había escuchado hacía 8 años ya. Habían estado hospitalizados en la misma sala de Pediatría, él, por el accidente donde habían fallecido sus padres, ella, por una apendicitis. Debido a su tristeza y gran pérdida, nunca dijo nada, pero ella no dejaba de hablar de su familia y otras cosas. Mucho tiempo después, supo que gracias a ella había sido capaz de recuperarse y querer encontrarla otra vez le había dado un impulso nuevo a su vida. La había vuelto a ver en otra ocasión, pero eso sólo había sido otra casualidad de la vida...

Despues de conversar y terminar de comer todo el helado, Mamoru la acompañó hasta su casa, despidiéndose por primera vez como personas que están conociéndose poco a poco. Al menos, sus encuentros de ahí en adelante serían más amenos. Usagi incluso había olvidado el dolor que había sentido a causa del beso que Minako le había dado a Seiya, pero todo volvió a su memoria al ver el nombre de él en su teléfono, dudando de si recibir o no la llamada.

—¡Bombón! —escuchó su voz preocupada del otro lado del aparato—. ¿Podemos hablar? —suplicó.
—Sí... pero, primero quería pedirte perdón, Seiya —dijo con voz suave.
—Pero, tú no tienes que pedirme perdón —habló sorprendido por lo que le decía.
—Necesito que me perdones por lo que hice. No debí huir así, pero...
—No, Bombón, yo te entiendo...
—¿Me entiendes? —preguntó suavemente—. Perdona Seiya, sólo soy una seguidora tuya, te admiro, en serio...
—¿Te gustaría salir conmigo, Bombón? —preguntó de repente.
—¿Salir contigo? —repitió asombrada. Sus mejillas se enrojecieron automáticamente al imaginarse junto a su estrella.
—Sí, mañana. Te pagaré por cada lágrima que derramaste por mi culpa, Bombón —su voz le sonó tan dulce que sintió como su estómago se llenaba de mariposas.
—Está bien.
—Entonces, mañana nos vemos, Bombón. Duerme bien —se despidió feliz de haber solucionado una parte de su problema. Lo demás lo aclararía al día siguiente.

.....

¿Que hago? No sé qué pensar. Esto de la adolescencia me está matando. Quería tanto encontrar mi amor verdadero... pero, ahora estoy muy confundida. ¿Cómo se sabe quién es la persona correcta?

Seiya siempre fue mi sueño imposible, mi amor platónico, dueño de mis fantasías. Él bajó del cielo para estar a mi lado, y se quedó junto a mi, ilusionándome, encegueciéndome con su maravillosa luz. Pero, al parecer él tiene dueña, alguien tan perfecta como él. Aún así, quiero seguir viviendo esto hasta que el tiempo se me agote. Quiero aprovechar la oportunidad de estar al lado de mi estrella todo el tiempo que pueda. Aún si sólo somos amigos...

Por otro lado, Mamoru me confunde. Parecía ser un engreído molesto que sólo disfrutaba haciéndome enojar, pero he conocido su lado tierno y atento... eso me derrite, como si su piel irradiara calidez. Tengo la sensación de que conozco sus ojos, como si ya hubiese visto ese azul intenso mirarme con transparencia. Quiero conocerlo más, quiero acompañarlo en su soledad, quiero descubrir el por qué de esta sensación en mi corazón...

¿Como saber quién es mi amor verdadero?

¿Quién es mi amor verdadero?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora