Llamada

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He estado en cama dos días... dos días en que no he visto a Mamoru. No se si entendió mi mensaje y eso me angustia. ¿Y qué pasa si no es quien creo? Claro, eso explicaría su ausencia, pero complicaría aún más mi situación. Extraño ver sus ojos azules y escuchar su voz, aún las veces en que hablaba como un engreído. Creo que lo hacía para llamar mi atención y curiosamente le resultó, para mi propia sorpresa. Las rosas que dejó han comenzado a deshojarse, a pesar de haberlas puesto en agua, creo que sienten su ausencia tanto como yo. Necesito hablar con él, en verdad debo acabar con esta incertidumbre. No me gusta estar en esta situación sin responderle a Seiya, que se ha portado tan lindo conmigo. Siento que mi corazón late cada vez más tranquilo a su lado, quizás es cierto eso que me dice de que se siente como en familia conmigo. Quizás deba aceptar su propuesta, no pierdo nada con intentarlo...

....

Volver al colegio después de sus faltas la ponía nerviosa, más aún en la situación en que estaba. Caminaba lento, de forma pensativa, hasta que llegó a la esquina en que había conocido a Mamoru, bueno, en que lo había reencontrado. Miró a todos lados, buscándolo, y creyó escuchar su voz en medio de la multitud, pero sólo era el eco de su imaginación. El viento agitó su cabello, haciéndola reaccionar e invitándola a retomar su camino.

—Usagi —la voz de su castaña amiga la despertó de sus sueños—. ¿Cómo estás? ¿Ya te sientes mejor?
—Sí. Necesitaba salir de esa habitación —contestó con visible pena.
—Amiga...

Makoto se acercó a abrazarla. Extrañaba a la Usagi feliz y traviesa, pero entendía que era difícil enfrentar esa situación tan compleja. Se notaba frágil, como si fuera a romperse en cualquier momento. Temía que volviera a tener fiebre si permanecía en la escuela, pero entendía que quisiera distraerse.

—¿Has visto a Mamoru en el Crow? —preguntó, mientras permanecía en brazos de su amiga.
—No, no ha ido a trabajar —respondió, sabiendo la angustia que ello provocaría en ella, pero era mejor no ocultarle nada.
—Bien. ¿Entremos a clases? No vaya a ser que nos castiguen —dijo, simulando muy mal una sonrisa.

De camino, Seiya las alcanzó dejando a todas sus fans enfurecidas ante su indiferencia. Verla otra vez, provocaba envidia en todas ellas que querían su atención, más sus ojos sólo brillaban ante su presencia. Entraron juntos al salón y tomaron asiento como acostumbraban. Sin embargo, su dulce Bombón ya no era la misma, su sonrisa se había apagado y sus ojos celestes permanecían opacos, casi sin vida.

A la hora de almuerzo, Usagi subió al techo del edificio para reposar y alivianar su angustia. Deseaba pasar pronto esa etapa y volver a reír como antes, bromeando y fantaseando con sus ídolos musicales. Sonrió al pensar en ello, sabiendo que ahora su ídolo era de carne y hueso, y más encima la quería... a ella que era tan torpe.

Tomó asiento un momento y disfrutó del cielo azul, completamente despejado que se extendía sobre su cabeza. Sacó su agenda para anotar algo y ahí vio la rosa que Mamoru le había apartado y entregado. La había guardado ahí para que se secara como un recuerdo de él. Una lágrima involuntaria cayó por su mejilla, imaginando que nunca más lo vería. Su ausencia parecía acrecentar aún más sus sentimientos, y no sabía si eso era bueno o malo.

A la distancia, el cantante la observaba perturbado. En realidad ella debía estar enamorada de aquel engreído sujeto. Pero, ¿cuándo había sucedido? No tenía indicios de cómo se habían conocido ni si había entrado en su vida antes que él. Su corazón se apretaba, pero sabía que aún tenía una oportunidad, esa lágrima le decía que aquel sujeto no estaba con ella.

—Bombón, ¿Que haces aquí tan sola? —preguntó, fingiendo alegría. La vio limpiar su lágrima con disimulo, por lo que no insistiría en hablar de aquel asunto.
—Seiya...
—Estaba buscándote para ir a nuestro taller de dibujo —explicó acercándose hasta su lado. La miró apretar aquella agenda con fuerza, para después guardarla en su bolso.
—Cierto, casi lo olvido —respondió. En verdad se le había pasado el tiempo en aquel solitario lugar.
—¿Lo amas? —preguntó. No aguantó más esa angustia que le carcomía el alma.
—¿A quién? —exclamó extrañada, aunque imaginaba hacia donde iba su pregunta.
—Mamoru...
—No lo sé... —respondió—. ¿Has conocido a alguien que marcó tu vida por algo?
—A ti, Bombón —dijo muy seguro.
—Pero, ¿antes de mi? ¿No conociste a nadie?

¿Quién es mi amor verdadero?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora