¿Fresas o rosas?

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La lluvia seguía cayendo suave mientras ambos jóvenes permanecían bajo el paraguas sin pronunciar palabra. Ella se había calmado hacia un rato, pero ninguno se atrevía a decir nada, hasta que la chica tembló producto del frío. Entonces, Mamoru pasó su brazo por sus hombros, envolviéndola con suavidad para darle un poco de calor.

-Es mejor que regresemos al Crow. Tus amigas deben estar esperándote -explicó, sin querer molestarla.

Se veía tan frágil, tan pequeña, que hubiese deseado confortarla con más propiedad, pero sólo eran dos conocidos esporádicos. No podía tomarse atribuciones indebidas.

Sintió que ella comenzaba a avanzar en demostración de que regresaría con él, así es que caminó a su lado sin dejar de abrazarla. Sentir su calor y su aroma a fresas era el paraíso para él. No necesitaba nada más que su compañía para que su corazón latiera emocionado.

Una vez en el local, ella se giró a verlo directo a los ojos. Eran esos mismos azules de hacía dos años. Y una lágrima volvió a resbalar por su mejilla.

-¿Por qué lloras otra vez, Cabeza de chorlito? -preguntó con ternura para animarla.
-¿Alguna vez has estado en Kyoto? -consultó con su alma en un hilo. ¿Qué haría si su respuesta era positiva? ¿Qué pasaría en su corazón? ¿Seguiría dividido o se definiría por un solo lado?
-Ahí viví hasta hace unos meses con mis tíos, como te conté la otra vez -respondió, reconociendo que al parecer ella ya estaba uniendo los cabos sueltos.

Iba a decir algo más, cuando escuchó la voz de Motoki llamándolo para que volviera a su puesto. Recién se daba cuenta de lo que había hecho y sonrojado tuvo que caminar hasta la barra donde su amigo lo esperaba con su delantal en la mano.

-Parece que te enamoraste, Mamoru -le dijo bajito el rubio, sonriendo y guiñándole un ojo.
-No molestes -respondió, quitándole la prenda con brusquedad, mientras enrojecía aún más.

Después de regresar a su puesto, decidió tomar la orden de las mesas pasando por el lado de Usagi, para decirle algo importante.

-Creo que necesitamos conversar -le dijo.
-Sí... yo también lo creo -contestó mientras su corazón latía fuerte.
-¿Puedes venir mañana? Hoy tengo que estudiar, pero mañana estaré libre después de terminar aquí -explicó, rogando porque su respuesta fuera positiva.
-Está bien. Nos vemos aquí, mañana -respondió casi sin emoción. Ella no sabía si estar feliz o triste, su alma seguía dividida, y eso oprimió de angustia el pecho del joven que ya se había ilusionado con que ella lo recordara.

Sus amigas la acompañaron a casa, satisfechas del primer día de investigación. El día siguiente sería el turno del cantante. Sin embargo, el destino quería jugar con Usagi, entrelazando su camino con sus dos galanes día tras día. No podía ver a uno sin ver al otro y eso la complicaba aún más.

Como sacado de las revistas, de pie, afuera de su casa, estaba Seiya. ¿Cómo había llegado ahí? En realidad, no era muy difícil para un cantante famoso conseguir una dirección, pensó.

Ambas chicas que la acompañaban, la tomaron cada una de los brazos para que se detuviera y saber si sería capaz de enfrentar otra situación compleja en tan poco tiempo. Sólo vieron que ella les sonreía para calmar sus preocupaciones. Tenía claro que hablar con su estrella aliviaría un poco su incertidumbre.

-Bombón -la saludó a la distancia en cuanto la vio. Una sincera sonrisa adornaba sus labios, demostrando que no guardaba el más mínimo resentimiento por su negativa a aceptar de inmediato su propuesta.
-Nos vemos mañana, Usagi. Cuídate mucho -se despidieron sus amigas, para regresar por donde habían venido y dejarla solucionar ese asunto sola. Aunque al día siguiente no se salvaría del interrogatorio, pues tendría muchas cosas que contarles.
-Hola, Seiya -dijo, acercándose-. ¿Cómo supiste donde vivía?
-Sólo le puse ojitos de súplica a la secretaria del colegio y tu dirección estuvo en mis manos en menos de cinco minutos -respondió jactándose.
-Es bueno verte. Pensé que estarías molesto después de lo de ayer -explicó. El tono de su voz era suave, incluso triste, lo que no pasó desapercibido por el cantante.
-¿Estás triste por eso? Pero si aún puedes ser mi novia, Bombón -bromeó riendo.
-Debo pensarlo bien, Seiya. Es difícil para mí creer que una estrella como tú bajó del cielo para fijarse en alguien como yo -dijo aún más lento y con voz apagada. Petañeó rápido y un leve mareo la hizo mover la cabeza, alertando al joven, que caminó hasta su lado y tocó su frente suponiendo la causa de su estado.
-¡Estás hirviendo! -gritó alarmado.

La tomó por el costado para darle apoyo y comenzó a llamar en su casa para que alguien saliera.

Al fin, su madre se asomó y al verlos se apresuró para ayudarlo. Con cuidado, ambos caminaron con ella hasta que pudo sentarse en el sofá de la sala. Sus mejillas rojas evidenciaban su estado febril y su respiración rápida y cortada demostraba que no se sentía para nada bien.
Su mamá corrió en busca de agua fría, mientras él la recostaba con sumo cuidado. Acarició su frente, intentando aliviar sus síntomas, aún cuando eso fuera inútil. La miraba con devoción, suplicando de que el no tuviera la culpa de su estado.

-Aquí está el agua. Muchas gracias por su ayuda. ¿Usted es? -pregunto la mamá de Usagi.
-Seiya Kou, compañero de su hija -respondió tranquilo.
-En verdad le agradezco, pero ahora necesito atenderla -explicó, mostrando los paños húmedos que debía colocar en el cuerpo de la chica.
-Sí, es cierto. Disculpe mi indiscreción -dijo, ruborizándose un poco.
-Puede regresar cuando guste -lo invitó la señora con una sonrisa. Eso no lo olvidaría nunca. Tenía su permiso para ver a su Bombón cuando quisiera y no desaprovecharía esa oportunidad jamás.
-Seiya -escuchó decir a la chica entre desvaríos. Y eso le bastó para seguir decidido a conquistarla. Haría todo lo posible por alcanzar su corazón.

....

¿Te preguntarás por que me gustas, Bombón? Hasta para mí es un tanto enigmático. Desde pequeño estuve rodeado de todo lo que quería y no necesitaba nada, porque antes de hacerlo ya me era entregado. Las chicas comenzaron a hartarme con su búsqueda de fama y por seguirme por lo que represento en vez de lo que soy. Sólo quieren lo que puedo darles y jamás ninguna se interesó en lo que quizás yo anhelaba. En cambio tú, desde nuestro primer encuentro fuiste tierna e inocente, sin un dejo de cinismo o interés. Preparaste un desayuno delicioso y te diste el tiempo de ayudarme. Tu fragancia me transporta a un hogar lejos de las luces y la fama. Un hogar donde tú y yo podemos vivir felices y tranquilos, solos con nuestra compañía.
¿Me permitirás llevarte conmigo para realizar mi sueño? Haré todo lo necesario para que así sea, mi dulce, Bombón...

....

Al día siguiente, Usagi seguía con fiebre, sin poder salir de su habitación. Sus amigas habían vuelto a verla y se comprometieron a avisarle a Mamoru lo que había sucedido y la razón de que no asistiera a su cita. La vida parecía darle una tregua, ya que ese día no vería a ninguno de los dos y su corazón al fin descansaría de latir a toda velocidad. Sin embargo, supo que se había equivocado en cuanto escuchó el timbre de su casa.

-Usagi, mira quién te vino a ver -dijo su mamá, muy emocionada de que Seiya trajera de regalo torta de fresas.
-Hola Seiya. No debiste preocuparte -aceptó apenada. Sin embargo, le agradaba verlo ahí, con su hermosa sonrisa, atento sólo a ella.
-¡Cómo no lo haría! Después de todo, algún día serás mi novia -aseguró con firmeza. La convencería de eso de a poco con sus atenciones y su optimismo, estaba muy seguro de ello.

Ella rió ante su actitud, en verdad era una estrella cálida y brillante, que transmitía luz para iluminar su camino. Estaba fascinada en su imagen cuando el timbre volvió a sonar. Extraño, pero no tanto. Lo realmente extraño vino después.

-Tienes más visita, Usagi -dijo su mamá, con cara contrariada. No podía imaginar el lío que tendría su hija cuando viera quien estaba subiendo tras ella.
-Perdón por venir sin avisar, pero tus amigas dijeron que estabas enferma y me preocupé -dijo Mamoru con voz suave. Traía un enorme ramo de rosas rojas en sus manos, que la dejaron con la boca abierta. Sus latidos se aceleraron por su evidente preocupación y sus ojos brillaron casi a punto de llorar.

No podía creer que sus dos amores estuvieran juntos en su pequeña habitación. ¿Que haría ahora?

Continuará...

¿Quién es mi amor verdadero?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora