Regalo

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El ambiente en la habitación estaba totalmente tenso. La madre de Usagi había bajado para traer algo de comer a sus invitados y los tres se habían quedado solos en completo silencio.

Ella permanecía recostada en su cama con sus mejillas sonrojadas, producto de la fiebre y de aquella irónica situación del destino. Sus manos comenzaron a torcer la colcha de su cama sin atreverse a levantar la mirada debido a su nerviosismo. ¿Debía hablarles, agradecerles, o simplemente echarlos de su pieza? ¿Cómo se les había ocurrido a ambos ir a verla? De seguro era culpa de Cupido, pensó. Imaginó que el pequeño ángel había apuntado dos flechas en vez de una y la había dejado ahí sola con el problema, huyendo despavorido del lugar, al ver su tremenda travesura.

Por su parte, Mamoru se sentó en un asiento dispuesto a los pies de la cama en completo silencio, después de dejar el ramo sobre el escritorio. Miraba a Seiya quien había tomado lugar al costado de Usagi, acercándose a ella más de lo debido. Comenzó a sentirse ridículo, pues las paredes de aquella habitación le gritaban a todo pulmón que ella adoraba a aquel chico. Infinidad de póster de todos los tamaños, le recordaban que ese famoso cantante era el ídolo de su amada y, ¿cómo podría luchar contra eso? ¿No sería una batalla perdida desde el inicio? Justo cuando pensaba levantarse, llegó la mamá trayendo una bandeja con todo lo necesario. Les ofreció jugo y un trozo de torta.

—Muchas gracias por venir a ver a mi hija —dijo para romper el torturador silencio.
—No se preocupe. La vendré a ver todos los días con gusto —respondió el cantante, demostrando que se sentía muy bien ahí, como si estuviera en su propia casa.
—No es necesario. Usted debe estar muy ocupado. Perdón, pero me acabo de dar cuenta que es cantante. Esto de no estar al tanto de la moda —reconoció la mujer.

El día anterior lo había tratado como un completo desconocido, pero al verlo ahí junto todas aquellas fotografías no tuvo ninguna duda de que era alguien famoso. Y estaba interesado en su hija, que era lo mejor de todo ese asunto.

—Gracias por todo, pero creo que es mejor dejar descansar a Usagi —habló Mamoru, interrumpiéndolos y levantándose de la silla, dejando a un lado la torta sin siquiera probarla.
—¿No se va a servir nada? —preguntó la madre.
—Gracias, pero comí hace poco —mintió.

Sólo quería salir de ahí, porque se estaba ahogando debido a la angustia. Miraba a Usagi y ella ni siquiera levantaba los ojos, por lo que supo que estaba incómoda. ¿Cuándo pensó que ella estaba preparada para que la visitará así con tanta confianza? Se maldijo a si mismo por alimentar falsas esperanza en su corazón y por hacerla sufrir con su presencia—. Usagi... no vuelvas a quedarte bajo la lluvia sin abrigo —le sugirió con tristeza, esperando que al menos levantara la mirada para despedirse, pero no lo hizo, así es que se dispuso a salir rápido de la habitación.

Al cantante no le agradó escuchar eso, pues le sugería que ellos se habían visto el día anterior. La incertidumbre de no saber precisamente quién era aquel sujeto lo estaba matando. ¿Acaso era su novio? No, pues ella le había dicho que su propuesta era la primera que le habían hecho de ese tipo. ¿Algún amigo interesado? Debía averiguar de alguna manera y supo de inmediato de que forma lo resolvería.

—Mamoru... —lo llamó al fin la chica rubia, con voz suplicante. No podía dejar que se fuera así, con el rostro lleno de pena y angustia.

Él se giró otra vez, levemente esperanzado y sus miradas se reencontraron, conectándolos de inmediato, tranportándolos a aquella fiesta. Ella se inclinó hacia su mesita de noche y abriendo un cajón sacó un pequeño saquito. Lo apretó contra su pecho y luego lo extendió hacia él, esperando que entendiera el mensaje.

El joven sentía su corazón latir fuerte contra su pecho, emocionado e intrigado. Tomó lo que ella le entregaba con delicadeza y luego se acercó a las rosas, apartando una en su mano. La aproximó hacia ella y, dejándola sobre su regazo, le sonrió por primera vez con todo el amor que sentía desde que se habían vuelto a ver.

—Estaré al tanto de cómo te sientes, como un buen médico —dijo, mirándola a los ojos con devoción.
—Muchas gracias, Mamo... ru —susurró con las mejillas encendidas debido a su atención. Parecía que le transmitía todos sus sentimientos con sólo mirarla y eso le provocaba mariposas en el estómago.

Lo vio marcharse sin siquiera mirar atrás, suponía que estaba interesado en saber qué había dentro de aquel saquito. Esperaba que el mensaje fuera lo suficientemente claro como para que supiera que ella ya se había enterado de su secreto.

—¿Acaso es tu novio? Creí entender que no tenías novio, Bombón —interrogó molesto el joven. Toda aquella escena duró menos de un minuto, pero para él fue realmente eterna. La enigmática dedicación que se mostraban le había hecho un nudo en el estómago y necesitaba respuestas.
—No es mi novio, Seiya. ¿Cómo dices eso? Sólo es un amigo... alguien que conocí hace un tiempo —respondió, con tristeza en sus ojos.
—Dime, Bombón, ¿crees que aún tengo oportunidad de conquistarte? —preguntó preocupado y con visible angustia.
—Perdón, Seiya... no he tenido mucho tiempo para pensar en nada —contestó con sinceridad, mirándolo a los ojos—. Eres fantástico y te adoro, en serio, pero no me siento preparada aún para tomar una decisión tan importante. Si llego a ser tu novia... no será un secreto y no sé si estoy lista para eso.
—No lo había pensado de esa manera. Pero, no debes preocuparte por esas cosas. Para eso están mis agentes, ellos resuelven todas esas cosas por mí.
—Gracias por apreciarme. No entiendo como alguien como tú puede fijarse en alguien tan simple como yo —reconoció con una sonrisa en su rostro.
—Porque tú eres especial, eres distinta a las demás. Quizás no lo sepas, pero tu aroma a fresas es muy atrayente —reveló entre risas, con un tono confidencial.

Entonces, se acercó a la cama, sentándose a su lado y la abrazó por los hombros atrayéndola hacia su pecho. La chica pudo sentir su nerviosismo al escuchar los latidos acelerados de su corazón, y deseó no sentirse más dividida para entregarse a plenitud a aquel hermoso sonido. Estar en sus brazos tranquilizaba su alma, aunque eso fuera difícil de creer, ya que a donde él iba había todo menos tranquilidad debido a su fama.

Él comenzó a tararear una de sus canciones de forma suave, mientras acariciaba su cabello, hasta que reposó tranquila sobre su almohada, exhausta por todo lo sucedido. Verla dormir se transformaría en un vicio para él si le fuera posible; su rostro permanecía tan puro y pacífico, que un deseo se apoderó de su alma en ese instante. Sus tentadores labios lo llamaban, invitándolo a probar aquella fruta prohibida. Mas no quiso aprovecharse de la situación y de su confianza, por lo que solo depositó sus labios en su mejilla, la que le pareció tan suave, que sería un maravilloso recuerdo de ella.

....

Llegaba a su departamento con el corazón a mil, necesitando tomar asiento para abrir al fin aquel saquito de seda que Usagi le había entregado con tanta devoción. Recordó la mirada con la que se lo obsequió y como aprisionó ese regalo entre sus manos, soltando un suspiro ante esas dulces imágenes.

Con temblor en sus dedos lo abrió lentamente para ver dentro aquello que esperaba. Ahora tenía la certeza de que ella sabía quién era y que lo había recordado, lo que le permitiría acercarse con más tranquilidad que las veces anteriores. Recuperaría la confianza al hablarle y podría continuar aquella interrumpida conversación de hacía dos años atrás, porque ahora estaba seguro de que ella nunca lo había olvidado y que recordaba que un invisible hilo rojo unía sus meñiques para toda la eternidad, aquel hilo rojo que encontró dentro del saquito que ella le había regalado...

Continuará...

¿Quién es mi amor verdadero?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora