El atardecer comenzaba a caer sobre Kyoto pintando las tejas de las casas de anaranjado. Las aves volaban en bandadas hacia el horizonte, y los pétalos rosas caían al ritmo de la suave brisa. Era un momento perfecto, casi mágico.
Después de liberar a Usagi de su abrazo la había invitado a tomar asiento en la misma banca de hacía dos años. Se debían una conversación y al fin la tendrían en aquel hermoso lugar. Ninguno sabía muy bien por donde empezar, pero tener sus dedos entrelazados les daba el indicio de que podrían sincerarse sin dudar o desconfiar, por lo que Mamoru, después de apretar un poco más fuerte su mano, dio inicio a aquella charla.
—Gracias por venir, Usagi —dijo, mirándola a los ojos.
—No debes agradecer, estar aquí es algo que necesitaba —aseguró sonrojándose aún más al decir aquellas palabras.
—No sé bien por donde empezar... pero tengo tantas cosas que decirte —explicó nervioso.Su mente daba vueltas con recuerdos de años pasados, de cuando niños, de adolescentes y de unos días atrás, en una mezcla increíble de imágenes donde siempre estaba ella, con sus bellos ojos celestes y sedoso cabello rubio.
—¿Por la primera vez que nos vimos, podría ser? —sugirió en tono de consulta, pensando en el romántico encuentro de la fiesta.
—Es que no creo que recuerdes eso.
—¿Cómo? ¿No fue aquí acaso? —preguntó inquieta. ¿Se habían visto antes? ¿Dónde, cuándo, por qué?, pensaba.
—No, la primera vez fue en el hospital, Usagi Tsukino —reveló, diciendo su nombre tal como ella lo repetía día tras día cuando niña.
—¿Hospital? —susurró, como queriendo recordar.De pronto, un recuerdo vino a su mente, de muchos años atrás, algo que casi ya había olvidado. Un niño que no hablaba y parecía no tener ninguna emoción, lleno de vendajes por su cuerpo y cuyos ojos permanecían fijos en el vacío de la ventana. Aunque había querido conversar con él, nunca le respondió y tampoco supo su nombre. Aún así, todos los días le repetía el de ella y el de su familia, en busca de una sola mirada que le demostrara que la oía, mas nunca había recibido nada de regreso, ni un sonido siquiera. Ella solo tenía sólo ocho años y no lograba entender que podía tener a un niño en ese estado.
—Mami, ¿que le pasó? —preguntó inocente, apuntando a su compañero de cuarto. Ese día había sido dada de alta y no quería quedarse con la duda.
—Querida Usagi, él esta triste porque perdió a su familia —le explicó con cariño.
—¿Su familia se fue y lo dejo solito? —volvió a consultar, impresionada de algo así.
—Si, pero fue por un accidente —respondió su madre.Fue entonces que ella entendió su actitud, pues tampoco sabría reaccionar si le sucediera algo como eso. Su padre le había traído unas flores como premio por su recuperación y tomando una se acercó al niño.
—No estés triste —le dijo, dejando la flor sobre una de sus manos. Por primera vez, él reaccionó y la miró directo a los ojos. Ella pudo apreciar su profundo color azul que se había iluminado ante su regalo—. Nunca estarás sólo. Yo vendré a verte todos los días —prometió con una enorme sonrisa.
Sin embargo, al otro día se encontró con un cuarto vacío, pues al niño lo habían trasladado a otro hospital, lejos de ahí.
—Ese niño... ¿Ese niño eras tú? —inquirió sorprendida. No podía creerlo, su corazón latía rápido ante aquella revelación y una lágrima resbaló por su mejilla debido a la tristeza de aquellos lejanos recuerdos casi olvidados.
—Sí. Llevaba internado una semana cuando tu llegaste. Al principio, debo reconocer que tu actitud me molestaba. Eras tan feliz a pesar de estar en un hospital. Pero, cuando te acercaste y me regalaste aquella flor, sentí mi corazón latir fuerte por primera vez después de mi accidente —reveló ensimismado en las imágenes de antaño.
—No puedo creerlo —soltó asombrada.
—Nunca pude olvidar tus ojos, Usagi. Y esa promesa de nunca dejarme solo me dio esperanzas para vivir. Éramos niños, lo sé, y dijiste eso para consolarme, pero para mí fue como si lanzaras una cuerda que me ayudó a salir del agujero en que estaba —le explicó, esperando que sus palabras no la abrumaran.
—Oh, Mamoru —lo nombró. Su voz estaba cargada de tristeza y emoción, y sus ojos llorosos lo miraban con ansiedad.No pudo resistirlo, un deseo nacido de lo profundo de su corazón la obligó a abrazarlo con fuerza y necesidad, para aplacar el dolor de su alma.
Él tenía claro porqué la amaba y eso le confirmaba sus sentimientos. Ella era espontánea e irradiaba felicidad, podía llevarlo al cielo con su sonrisa o enviarlo al infierno con su indiferencia. Era la única que hacía latir su corazón con total vitalidad, la única y quería hacérselo saber, necesitaba hacerlo.
Con temor, pero decidido, se separó un poco de ella y acarició su mejilla con el dorso de su mano, sin dejar de mirarla a los ojos para que ella viera su sinceridad.—Me gustas, Usako —dijo seguro, usando aquel tierno diminutivo que había soñado con decirle.
Ella sintió una felicidad enorme recorrer su cuerpo. Esas palabras sonaban tan perfectas, tan hermosas como una melodía de amor. Todo el sufrimiento valía la pena para oírlo decir eso que tanto anhelaba.
—Tu también me gustas... Mamo-chan —sinceró, con los latidos de su corazón a punto de romper un récord de velocidad.
Al oírla, él ya no tuvo dudas. Aunque ese fuera el único momento en que pudieran estar juntos en la vida debido a las circunstancias, debía convertirlo en algo completamente inolvidable. Sus manos se trasladaron a su nuca, enredando sus dedos en su cabello y fue acortando la distancia entre sus rostros hasta que el aliento de cada uno podía sentirse. La emoción era tal en ambos que les era difícil respirar, pero ninguno pensaba retroceder. Era el momento indicado después de tanto tiempo.
Usagi cerró sus ojos en espera de que él terminará al fin aquella deseada caricia, nerviosa a morir. Los pocos centímetros que los separaban fueron reducidos a nada, cuando sus labios se encontraron por fin en un suave roce. Mantuvieron ese contacto unos segundos, esperando acostumbrarse a las sensaciones abrumadoras que viajaban por sus inexpertos cuerpos. Sin saber bien qué hacer a continuación, Mamoru comenzó a dar pequeños besos sobre los labios de ella, guiado sólo por su instinto y el deseo de que entendiera cuán grandes eran sus sentimientos. Los recorrió con devoción hasta que ella se separó un poco para respirar. En verdad, Usagi sintió que iba a desmayarse de la emoción y de la taquicardia. Nunca pensó que su primer beso sería tan maravilloso, ni en sus mejores sueños.
Cuando sus ojos se reencontraron después de aquella demostración física de lo que sentían, una sonrisa se asomó a sus labios, mientras sus mejillas se sonrojaban aún más. Él unió sus frentes en espera de calmar un poco su corazón, entrelazando sus dedos en una íntima caricia.
—Gracias, Usako. Me has has hecho el hombre más feliz sobre la tierra —dijo emocionado.
—Nunca más estarás sólo, Mamo-chan. Esta vez me encargaré de que así sea —habló con voz firme a pesar del temblor de su cuerpo.¿Podía pedir algo más? La mujer perfecta para él estaba ahí, había cruzado medio Japón para tener esa conversación y ahora le volvía a repetir su promesa. No había palabras que pudieran reflejar lo que sentía, así es que volvió a tomarla en sus brazos, fundiendo sus labios en un beso más profundo y necesitado que le demostrara todo el agradecimiento que tenía guardado en su alma desde hacía ocho años.
....
Creo que estoy enamorada... reconocimos que nos gustamos, pero tengo la impresión de que nuestros sentimientos son más profundos. ¿Será cierto que nuestras almas están unidas por aquel hilo rojo? Todo es tan perfecto en este momento, que no tengo espacio para pensar en nada más.
Los labios de Mamoru son suaves y cálidos, su cuerpo es fuerte y su aroma a rosas me transporta a la felicidad. De sólo recordarlo mis mejillas arden y mi estómago se llena de mariposas. Sin embargo, la pena también me abruma. Mañana regreso a Tokio y no sé en cuánto tiempo más lo veré, todo depende de la única familia que le queda. Pero, lo esperaré, estoy segura de que puedo resistir su ausencia, porque nuestros sentimientos son fuertes y puros, pude comprobarlo en sus besos y abrazos que me gritaban que me ama, sólo a mi...
Si, te esperaré, Mamo-chan, porque te amo...
Continuará...
_______________Hola! Agradezco sus comentarios y ánimo para seguir escribiendo. Espero que les haya gustado esta parte, romántica a más no poder jejeje
Seguimos avanzando y aunque parece todo resuelto, creo que aún quedan cosas por delante, ya que la vida nunca es fácil, ¿cierto?
Saludos a todos y gracias por leer n.n
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¿Quién es mi amor verdadero?
FanfictionEn un mundo paralelo, Usagi es una chica normal, sin poderes ni batallas, que está en busca de su amor verdadero. ¿Que sucedería si conociera a Mamoru y Seiya el mismo día? ¿A quién escogería?