Explicaciones

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De un momento a otro todo quedó oscuro y en silencio a su alrededor, sólo podía sentir como sus lágrimas le quemaban la piel y su corazón latía con dificultad. Se sentía frágil y perdida, sin encontrar una salida a aquella situación. ¿Qué debía hacer? Sus pensamientos tumultuosos no encontraban ninguna respuesta, por lo que su cuerpo se tensó y dejó de moverse, quedando petrificada en medio del camino. Miles de imágenes seguían atormentándola y lo único que ella deseaba era una sola cosa... a él, sólo a él...

—¿Por qué lloras, Cabeza de chorlito? —le dijo con dulzura a la vez que golpeaba suavemente su cabeza con el libro que llevaba en la mano.

Su voz era tan tierna que derritió de inmediato el hielo que se había formado alrededor de su corazón, logrando que volviera a la vida. Tenía miedo, pero le temía más a perderlo, a que se alejara y que el frío otra vez la envolviera.

Con lentitud alzó la vista para encontrarse con aquellos adorados ojos azules que la desarmaban por completo. Pero, antes de alcanzar su objetivo, sintió sus dedos meñiques entrelazados en una suave caricia, lo que provocó intensas sensaciones en su cuerpo.

—Creo que debemos conversar —le dijo en voz baja al oído, lo que terminó de acelerar su corazón a mil. ¿Estaba soñando? Porque todo eso era demasiado maravilloso para ser verdad.

—Está bien —respondió por inercia, para luego dejarse llevar por la mano de Mamoru.

Las calles llenas de gente caminando de un lado a otro no lograban distraer la mente de Usagi que aún se sentía en un sueño. Veía de reojo al joven y cómo su cabello se movía al ritmo de la caminata rápida que llevaban, además de la mirada seria que sostenía. No podía interpretar sus emociones o sentimientos, pues estaba aturdida por todo lo sucedido esa semana. Se sentía culpable, muy culpable, pero también estaba molesta por su reacción de no responder ningún día. Y en ese remolino de emociones, se había dejado llevar por él en busca de alguna luz que iluminara su camino.

No sabía a donde la llevaba hasta que entraron al parque y la condujo hasta un lugar no muy concurrido. Al fin detuvo sus pasos y se giró hacia ella, envolviéndola en sus brazos con fuerzas. Su corazón latía fuerte y acelerado, tanto que podía escuchar sus propias palpitaciones. Si había dejado de llorar después de que él tomara su mano, ahora volvía a derramar lágrimas, pero esta vez eran de felicidad. Sentir su abrazo era lo más hermoso del mundo, porque podía percibir un gran amor emanado de su pecho.

—Perdóname, Usako —dijo en un ruego, apretándola aún más contra su cuerpo. Ella pudo sentir como su calidez la traspasaba, reanimado todas sus esperanzas muertas en esa semana. ¿Le estaba pidiendo perdón?
—Soy yo... quien te debe... una explicación —habló entre los sollozos que aún soltaba.

Mas no hubo nada que explicar, pues de un segundo a otro sus labios fueron atrapados por los de Mamoru en una caricia que en un comienzo fue tierna y pausada, para luego transformarse en necesitada y demandante. Ambos deslizaban sus manos por sus espaldas, intentando amplificar las emociones vibrantes que estaban sintiendo, que iban eliminando poco a poco cualquier centímetro de sufrimiento.

Cuando les faltó el aire y las sensaciones fueron demasiado intensas para seguir avanzando, se distanciaron un poco para recuperar la respiración. Al fin, levantaron la mirada y sus ojos se encontraron en aquella conexión mágica que había mantenido sus almas unidas desde años atras.

—¿Por qué no me contestabas? —preguntó Usagi, cuando pudo recuperar la voz. En ese momento, vio como los ojos de él cambiaron de enamorados a tristes.
—Mi tío... él falleció —respondió con voz quebrada. Ella no podía creer aún lo que había dicho, por lo que tapó su boca con ambas manos en señal de asombro—. Fue la noche que hablamos por última vez. En todo el ajetreo, perdí mi teléfono y todos los contactos...
—Lo lamento tanto —dijo, abrazándolo con ternura. ¿Cómo había pasado eso? Ni que hubiera sido una broma del destino para probar la fortaleza de su amor.
—Perdón, no tenía como llamarte y tampoco podía viajar antes de que todo estuviera finiquitado —explicó, hundiendo su cabeza en su cuello, aspirando su aroma a fresas y chocolate.
—Debí estar a tu lado. Si lo hubiera sabido... —agregó, mientras acariciaba su cabello con suavidad.
—Puedes estar a mi lado ahora, ya no volveré a Kyoto —le dijo al oído, provocándole un escalofrío que subió por su espalda.
—Por supuesto. Siempre estaré a tu lado... siempre —respondió emocionada, con el corazón acelerado.
—Y, Usako, ¿qué era lo que querías decirme? —preguntó, rompiendo la atmósfera íntima que se había formado y volviéndola a la realidad de golpe.

Pudo notar el momento exacto en que su corazón se detuvo para luego dar un vuelco agitado. ¿Lo sabía o no? ¿Había tenido tiempo de ver lo sucedido? Aún así, tenía que contárselo, se lo debía a su confianza.

—Lo que sucede es que... es que... —titubeó, separándose un poco. No podía encontrar las palabras adecuadas para contar aquello, era como si su mente se hubiese quedado en blanco.

Sin embargo, Mamoru comenzó a sonreír ante su cara de complicación, dándole un beso en la frente, lo que terminó por descolocarla por completo.

—Usako... —la nombró para que continuara.
—Sí, es que no sé como decirlo —reconoció con voz temblorosa, con los nervios a flor de piel.
—Entonces, es mejor que me dedique a borrar cualquier mal recuerdo —dijo, para luego tomar su rostro y apretar sus labios contra los de ella, soltando la caricia para comenzar a recorrer su boca con suavidad.

Sabía lo que había pasado. ¿Cómo no saberlo, si ese día todos hablaban de ello? Entre la tristeza por haber perdido a su tío, y esas malvadas noticias, tenía la cabeza revuelta, y, cuando quiso llamarla, no encontró su teléfono. Angustiado recorrió todos los lugares donde había estado ese día sin ningún resultado y se vio obligado a tragarse toda la ansiedad. Al día siguiente, desmentían las fotografías y toda la historia, pero él sabía de Seiya y de su interés por Usagi. No había forma de creer que no fuera cierto, las imágenes decían lo contrario.

Al comienzo, se sintió confundido, traicionado, alterado, pero luego, empezó a sentir nostalgia y melancolía por ella y por su cercanía. La necesitaba aún más que antes, y debía comprobar que seguía siendo su novia.

Entre trámites y un desolado funeral, su tristeza seguía aumentando, hasta que recibió la visita menos esperada. De pie, afuera del cementerio, estaba el cantante que menos quería ver en ese momento.

—Seiya... —dijo entre dientes. Temía que viniera a darle el golpe definitivo. Quizás, Usagi no se sentía preparada para soportar la distancia, aún así él seguía confiando en ella con todo su corazón.
—Mamoru —lo nombró en una mezcla de distancia y congoja al verlo ahí, vestido de negro, sabiendo que había perdido a su único tío.

El cantante lo había mandado a investigar, debía estar seguro de que era un buen candidato para estar con su Bombón. No se la dejaría a cualquiera. Y todo lo que había averiguado era positivo. Ahora, tenía que arreglar el problema que había armado.

—¿A qué vienes? —preguntó Mamoru, imaginando que saltaba a un precipicio al hacer esa consulta.
—Supongo que lo sabes —respondió un tanto sarcástico. No podía perder su orgullo.
—No es un buen momento —le dijo, abriendo los brazos para que entendiera la situación.
—Sí, lo sé. Pero, por lo mismo creo que es bueno hablar —reveló, ya más confiado.
—Está bien —aceptó, notando el cambio en su voz y actitud. Al parecer, lo que tenía que decir era algo bueno.
—Sólo quiero que hagas feliz a Bombón —sinceró. Por primera vez, ese apodo no le sonó tan terrible—. Ella te prefirió, no creas todo lo que publican.
—¿Es cierto eso? —inquirió con suspicacia. Necesitaba corroborarlo y qué mejor que fuera de la boca del causante de toda aquella situación.
—Disculpa si te ofende lo que te diré, pero, acepto que fue mi culpa, yo la besé —dijo con total honestidad—. Pero, ella me apartó de inmediato. Su corazón es sólo tuyo.

Decir esas palabras dolía, dolía porque terminaban por sepultar cualquier esperanza de recuperarla. Pero, ya había aceptado que no era para él y que se esforzaría por alcanzar a su propia princesa.

—Gracias por contármelo —dijo más aliviado. Reconocía que había sido muy valiente de su parte.
—Llámala, por favor —suplicó el cantante, apenado por la tristeza de Usagi.
—No te preocupes, iré a verla para no dejarla nunca más —aseguró.

Y ahí estaba, dispuesto a limpiar cualquier lágrima de dolor que fuera su culpa. Porque sabía que ella era su amor verdadero...

Continuará...
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Hola! Estoy feliz por sus palabras y comentarios, en verdad me anima saber que puedo interesarlas con mi relato. Espero estar a la altura de sus expectativas y seguir teniendo el tiempo necesario para escribir.
Les gustó el capítulo? Ya sólo nos queda el final... No soy de historias muy largas, porque temo no terminarlas...
Muchas gracias por leer y por comentar...
Saludos a todos n.n

¿Quién es mi amor verdadero?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora