Regreso

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Esa mañana quedaron de juntarse para recorrer la ciudad y almorzar juntos. Mamoru se había ofrecido a darles un tour a Usagi y sus amigas antes de que regresaran a Tokio, por lo que estaban muy entusiasmadas, felices por la nueva etapa en la vida de su compañera. La noche anterior habían conversado hasta tarde con ella, impresionadas por como había resultado todo. Makoto aprovechó la oportunidad para hacer alarde de que había sido gracias a ella que al fin la rubia tuviera la certeza de que Mamoru era su mismo chico enmascarado.

Ahora, estaban listas y felices, esperando a que él llegara. Habían invitado a Rei en agradecimiento por su hospitalidad, sin embargo, no podía acompañarlas ya que ese día tenían una ceremonia en el templo. Los nervios se comían viva a Usagi, que sentía como sus manos sudaban y su corazón se aceleraba de sólo imaginar que pasaría esas horas con Mamoru, después de haberse declarado y ¡besado! ¿Cómo debían saludarse ahora? ¿Se tomarían las manos o sólo caminarían como amigos? ¿Eran novios o aún no? Lamentablemtnte, no habían hablado de eso en específico y no sabía si era prudente preguntarlo.

Esperaban en las escaleras de entrada al templo, cuando vieron un auto color rojo detenerse, y bajar de él al joven de cabello negro. Las tres sintieron que el corazón se les detenía ante su imagen tan atractiva y seductora, y sus mejillas ardieron al verlo sacarse los lentes a medida que se acercaba a ellas. "Que suerte la de Usagi", pensaron sus amigas.

—Hola —saludó, moviendo la mano donde aún tenía los lentes.
—Ho-hola —tartamudearon las tres, ensimismadas.
—Gracias por traer a Usagi a Kyoto —dijo, deteniéndose frente a ellas—. Hoy quiero llevarlas a los dos lugares más lindos que hay aquí como muestra de mi gratitud —explicó.
—No tienes que agradecernos —soltó la castaña con una sonrisa y sin medir sus palabras—. Teníamos que ayudar a nuestra amiga.

La rubia sintió que sus mejillas ardían aún más ante su comentario, ya que eso evidenciaba que su viaje sólo tenía el objetivo reunirlos. Bajó la mirada, sabiéndose en evidencia, hasta que vio los zapatos del chico delante de ella. Sus latidos se dispararon aún más, ya que tenía claro que sus ojos azules la estaban mirando, y su mente quedó en blanco sin saber que hacer.

—¿Usako? —la llamó buscando su atención. Ese diminutivo de su nombre le sonaba tan romántico que no pudo evitar levantar el rostro, encontrándose al fin con sus ojos que la miraban con amor.
—Mamo-chan —susurró.

Se sentían en las nubes y si hubiera sido por ellos, se habrían quedado ahí, suspendidos en aquella atmósfera romántica las pocas horas que les restaban.

—Se nos hará tarde —interrumpió Ami, en tono de sugerencia, rompiendo la burbuja que se había formado alrededor de ellos.
—Es cierto. Vamos —indicó el joven, que de forma instintiva tomó la mano de Usagi para guiarla hacia el auto.

¿Se podía sentir mejor? No, tenía claro que ese momento era mágico y que debía guardar cada sensación en su memoria para cuando ya no estuvieran juntos.

Mamoru las condujo hasta el bosque de bambú de Sagano, a las afueras de Kyoto, a través de un camino rodeado de naturaleza. Las tres iban maravilladas por la belleza del lugar, más aún cuando llegaron al bosque. Enormes varas delgadas de bambú se erguían majestuosas por sobre sus cabezas, moviéndose al ritmo de la brisa, provocando una bella melodía. Recorrer los eternos pasillos de su mano, hacía que aquella experiencia fuera en verdad inolvidable, sintiendo el placer de acariciar sus dedos con suavidad, lo que intensificaba sus deseos de abrazarse y besarse, aunque no pudieran hacerlo en público, menos aún en ese lugar junto a sus amigas.

Tras terminar el recorrido del bosque, él retomó el viaje de regreso, desviándose en el camino hacia su nuevo destino, el Santuario Fushimi Inari o de las Mil puertas. Las chicas quedaron sin aliento ante aquella maravilla de la humanidad. Las puertas rojas compuestas por dos pilares redondos, atravesados en la cima, se acumulaban una tras otra formando infinidad de pasillos que iban desde la entrada hasta la cima de la montaña. Para su decepción, tuvieron que tomar el recorrido más breve para alcanzar a almorzar antes de volver.

¿Quién es mi amor verdadero?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora