dos

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El resto de la hora pasa rápido, y hay que admitir que de manera mucho más amena desde que

“el oveja negra” de clase(o del colegio, vete tu a saber) se fue, la campana suena y todo el mundo recoge sus cosas, yo lo hago sin prisas. Es hora de marcharme a casa y, sinceramente no tengo ganas. Pero es lo que me toca.

Me despido de mis amigas a la salida, ellas pueden quedarse más tiempo, tienen la suerte de que sus padres trabajan hasta tarde, por lo tanto pueden llegar a las nueve o diez a casa si les da la gana, que ellos no se enterarían que estuvieron fuera todas esas horas. Sin embargo, yo, no corro con la misma suerte. Y es que, desgraciadamente, mis padres están en paro.

Y si, es una verdadera putada. No es que antes me diera muchos caprichitos cuando lo tenían, pero ahora, hace más de dos meses que ni unas bragas me compro, si no cuento el sujetador del mes pasada donde los chinos. Y, aunque los chinos^ tengan mala fama en ropa, la verdad es que el sujetador, esta durando lo suyo, oye.

Llego a casa, y como es de esperar, ahí esta mi madre, sonriéndome y dándome la bienvenida. Ella se cree que soy idiota y que no me doy cuenta que estuvo llorando por la situación económica en la que estamos. Al menos, me queda el consuelo de saber que ella y mi padre, siguen unidos. Puedo presumir de que yo y mis padres estamos unidos. Aunque, esta claro que hoy en día, ir presumiendo de algo así, teniendo diecisiete, es más bien considerada de pringada total. Y aunque lo niegue, me influye mucho lo que los demás piensen de mi. Y eso es otra gran mierda.

- Hola ¿Cómo te fue hoy en el colegio?¿algo nuevo con tus compañeros?- si señores, todavía me preguntan eso en casa.

- No mama, todo bien. ¿Qué hay para comer?- pregunto hambrienta

- Lentejas- yo le pongo cara de asco y ella me mira de mala gana- es lo que hay, si quieres te las comes, si no, hay las dejas- dice encogiéndose de hombros, siempre suelta ese dicho cuando no quiero lentejas, aunque tengo mis dudas referente a como se dice realmente, se podría decir que ella lo personalizó así.

Ella me la pone en la mesa, con un pedazo de pan al lado, respiro resignada. Ya ni siquiera vale la pena que patalee como cuando era niña, siempre me las termino comiendo igual. Me llevo la primera cuchara a la boca, tengo que admitir que esta muy buena.

Y así..El tiburón se enamoró del pececito (Jai Brooks)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora