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Me marcho dejándole con la palabra en la boca, de verdad, que no quería escucharle más. No quiero estar cerca de él. No quiero que me haga daño. Él dice que es lo último que quiere pero, ¿acaso no lo hizo? ¿acaso no lo pensó al utilizarme de esa manera?


Llego a casa y evito hablar con mis abuelos, quienes me miran extrañada pues últimamente siempre llegaba con un sonrisa gracias a Jai. Me encierro en mi pequeña habitación, me tiro en la cama bajo las sabanas de pies a cabezas, queriéndome sentir segura, protegida de alguna manera, sollozo bajo, dándole vueltas a todo. Mi vida ha cambiado totalmente. Todo ha dado un giro que, ahora, me hubiera gustado que siga como antes.


Cuando yo veía a Jai como uno más, un chico prepotente que no merecía mi atención aunque a veces la conseguía, cuando todo con las chicas era divertido, ahora estamos bien, pero ¿hace cuanto no salgo con ellas? Cuando mis padres estaban bien, en casa, incluso antes de que estuviesen en el paro y nuestra situación económica era mejor.


Cuando mi vida era más fácil.


- Cielo, ¿pasa algo? - me pregunta mi abuela desde detrás de la puerta, paro de llorar rápidamente y me incorporo en la cama- déjame pasar, anda- dice intentando abrir la puerta
- Espera ya te abro- le digo levantándome de la cama, antes me miro en el espejo y noto que mis ojos están rojos, se nota que he llorado suspira profundamente antes de abrirle con una sonrisa- ¿Qué pasa, abu?- le pregunto como si nada


Ella me mira con una ceja enarcada y entra a la habitación, se sienta en la orilla de la cama y desde allí me llama con cariño en la mirada, me acerco tímida y me siento en el suelo delante de ella, presiento que sabe lo que me sucede y yo no tengo ánimos para hablar del tema.


- Eso lo debo de preguntar yo. ¿Qué ha pasado?- dice acariciándome la mejilla, yo reprimo las ganas de llorar de nuevo
- Nada… es que- me encojo de hombros porque no puedo seguir hablando y me seco las lágrimas. Mi abuela no dice nada, simplemente me abraza, estrechándome fuerte entre sus brazos, como si supiera que necesito ese abrazo, sin necesidad de un “todo irá bien” porque me lo transmite, y me lo creo.
- Hay más peces en el mar- me susurra al oído, la miro confusa y entonces lo entiendo, al pensar en su frase me sale una mueca.
- Ya… pero él era mi tiburón- susurro muy bajo, más para mi misma que para ella
- Esto te parecerá que es lo que dice todo el mundo, pero… si de verdad siente algo por ti, vendrá.
- No, abuela. No al menos después de lo que le hice- dijemordiéndome el labio para evitar llorar
- El amor todo lo perdona. Si no, créeme que tu abuelo y yo, no estaríamos juntos.
- Es diferente abuela, él no me quiere, nunca me ha querido y nunca me querrá. - sentencio dolida
- ¿Cómo puedes estar tan segura? - yo le miro atenta mientras ella permanece serena y acariciándome el pelo
- Porque si me quisiera, no me lastimaría.
- ¿Sabes una cosa, cielo? Tu abuelo también me lastimo y mucho. - la abuela mira al frente, pero sé que no mira nada que este en mi habitación, sino sus recuerdos y sonríe con añoranza- él era el típico chico vago, que no estudiaba, que se la pasaba en la calle de fiesta, que bebía y fumaba, ya sabes, ese tipo de cosas que hoy en día hacen muchos jóvenes y no solo un pequeño grupo como en mi época. - entonces rió- yo tampoco era una santa, era rebelde y al conocerle me deje contagiar más de él, pero nunca llegue al extremo de drogarme o ese tipo de cosas. Solo me la pasaba bien y era feliz junto a él.
- Y entonces, ¿Por qué dices que el abuelo te hizo daño?
- Porque le era imposible serme fiel- dice con cierta tristeza y entonces sonríe- lo llegue a pasar muy mal, yo siempre le perdonaba, hasta que un día me canse. Y en ese momento el abuelo se dio cuenta de todo lo que me quería. - hizo una pequeña pausa y suspiro profundamente- me marche a Tenerife, allí conocí a nueva gente y estaba comenzando a ser feliz, pero entonces, un año después, él apareció en la puerta de mi casa con un ramo de flores.
-wow abuela, eso es muy bonito y dice mucho del abuelo- digo con una sonrisa al imaginármelos
- Si, pero no te creas, le hice rogar- dice riendo y guiñándome un ojo
- Pero al final caíste en mis fuertes brazos de nuevo- dice el abuelo desde el marco de la puerta totalmente erguido y con una sonrisa de superioridad y orgullo
- Bah, tonterías- dice la abuela haciendo un gesto con las manos de quitarle importancia- me diste pena - yo me echo a reír por la cara que se le quedo al abuelo y la abuela se acerca a él con una sonrisa coqueta y le da un piquito, me mira y me guiña un ojo- quizás tu tiburón- dice sonriendo pícara- ahora se de cuenta de lo que ha perdido. Y si es un hombre de verdad, te recuperará. - dice antes de salir con el abuelo detrás pidiéndole comida


Me quedo pensando en las última palabras de mi abuela. Sonrió por un momento, me encantaría que pasase, que mi reconciliación con él fuera tan bonita como la que parece tuvieron mis abuelos, pero eso solo es un sueño. Puede que simplemente Jai no me quiera recuperar, que yo no signifique nada para él.

Jai ----------------------------


Despierto desorientado, buscando el maldito ruido que me martilla la cabeza, lo veo en mi mesilla de noche, lo cojo y lo estampo contra la pared, el despertador cae hecho añicos en el suelo. Gruño cabreado. Vuelvo a apoyar mi cabeza sobre la almohada.


Me maldigo de nuevo, no acabo ni de despertar bien y ya estoy pensando en ella. Si, en esa niñita de pelo rizado y sonrisa matadora, que me vuelve loco. Pero que he sido tan gilipollas de perderla. Me restriego la cara, no debo seguir así. Ya no más. Esto no es sano. Pero, ¿Cuándo he hecho algo “sano” con mi vida?.


Me incorporo en la cama y pienso en nuestro último encuentro, no he parado de insultarme por haberme quedado callado, por no haberle dicho todo lo que tenía por dentro. Pero ¿Cómo decírselo? Es la primera vez en toda mi vida que me enamoro. Si es que hasta con pensarlo me estremezco, y no porque sea algo malo, porque, a decir verdad, ya lo he asimilado. Pero, aun así me resulta tan… raro, tan nuevo. Tan poco de mi.


Me levanto y observo mi habitación. Esta asquerosa, más ahora, que tengo dos días que no salgo de allí, si Daniel, que es un sucio de lo peor se ha dado media vuelta al entrar llevándose las manos a la nariz, es que de verdad esto es un desastre. Aparto las cosas con el pie mientras voy hacia la mesa. Me siento y limpio un poco sobre ella antes de echar ese polvito blanco que en estos días es lo único que hace que no piense en ella. O que más reduce mis pensamientos hacia ella.


No suelo esnifar cocaína, de hecho, la primera vez que lo hice me pillo mi… __. Y desde ese día no la volví a probar. Hasta hoy. Pues resulta que tengo tanto tiempo fumando marihuana que ya ni me hace efecto, que ahora la fumo por fumar, por simple adicción, pero ya no me hace alucinar como antes. Cuanto envidio a los fumadores nuevos por eso.


Así que, y viendo que necesito no pensar un buen rato, le pedí a Martín, mi tío y jefe, que me diera de esta mierda como propina por mis buenos trabajos. No rechisto, a él le da igual que yo me drogue, ¿Cómo importarle? Desde que le mataron a su mujer e hija se ha vuelto un tipo sin sentimientos, así que sin ningún problema me solicitó la droga que quisiese. Siempre y cuando yo siguiera haciendo mi trabajo bien.


En realidad, considero que no hago gran cosa: solo transporto la droga de un sitio a otro, si tengo que llevar un encargo especial a alguien, a veces soy responsable de ello y la suelo vender también a toda la basura que me encuentro en las noches, lo que me convierte en un camello, pero eso ya es mi negocio aparte. Martín, tiene pensando ascenderme, pero no estoy seguro de quererlo. Porque eso ya implica más responsabilidad, menos vida y más peligro. A fin de cuentas, se trata de el narcotráfico. Y aunque Martín no tiene tanta fama como otros ni tantos contactos, es peligroso y admito, que sabe muy bien lo que esta haciendo, así que no sería de extrañar que de aquí a unos pocos meses su nombre también entre esa tan codiciada(nótese mi sarcasmo) lista de narcotraficantes, que es lo que él quiere, pues eso significa que tiene poder.


Hice una línea pequeña y alargada, me detuve a mirarla un momento ¿Quién me iba a decir a mi que terminaría así? Como un puto drogadicto. Si lo hubiese sabido, nunca hubiese aceptado trasladarme a vivir aquí en Madrid con mis padres, me hubiese quedado con mis abuelos, en su pequeño pueblo, en el que nunca pasaba nada emocionante pero se estaba bien en verano.


Y no como estoy ahora, que desde que llegue a esta maldita cuidad hace hoy cuatro años mi vida ha ido cuesta bajo. No aquí, donde conocí lo peor. No aquí donde la conocí a ella y que sin darme cuenta se coló dentro de mi y ahora me atormenta el hecho de no tenerla. Sacudo la cabeza con fuerza, no hago más que joderme pensando en ese tipo de cosas. Esnifo con fuerza y me incorporo en la silla, respiro profundamente y sonrío. No tardo mucho en sentirme acelerado, pero al mismo tiempo bien, el efecto no suele durar mucho, no más de media o una hora, así que esnifo otro poco.


Me siento más despierto, pero de alguna manera relajado, sin el peso de todos mis malditos problemas. Me vuelvo a la cama y me tiro de golpe, cojo el móvil y me voy a mis imágenes. Y hay esta ella. Con esa maldita sonrisa que me emboba, con esa mirada que me enternece. Se me escapa una lágrima y me maldigo, ¿desde cuando lloro por nadie? Tiro el móvil lo más alejado de mi posible, a este paso se hará añicos. Me acomodo para dormir.


Y esto, es el lo que básicamente se ha basado mi vida en los últimos dos días, levantarme, esnifar o fumar y volver a dormir. A fin de cuentas, no hay nadie a quien parezca importarle.

Y así..El tiburón se enamoró del pececito (Jai Brooks)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora