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El bar "Las Siete Rosas" solía tener olor a cerveza y a cigarrillo. A pesar de la ley nacional que prohibía expresamente fumar en lugares cerrados, los habitantes de Kingville, o por lo menos los que visitaban aquel lugar, parecía que jamás se habían enterado de ello, de forma que había un cenicero metálico por mesa, sin falta.

Sin embargo, en ese momento, "Las Sietes Rosas" olía a humedad, a encierro, y fue lo primero que Dave pudo percibir cuando empezó a abrir los ojos.

Las imágenes todavía eran borrosas, difusas, pero notaba una gran cantidad de figuras oscuras y siniestras a su alrededor, observándolo, murmurando por lo bajo. También sabía que la herida en su cabeza estaba sangrando de nuevo, para ese momento probablemente tenía una contusión menor.

—Ayuda... —alcanzó a murmurar, con la garganta seca y los labios medio partidos.

Intentó moverse y fue entonces cuando notó que estaba atado a la silla, y comprendió que aquella gente no tenía ninguna intención de ayudarlo. En la mente de sus captores él era uno de ellos.

Intentó pedir ayuda nuevamente, pero esta vez la palabra se atoró en un nudo en su garganta y finalmente rompió a llorar. Su suave sollozar logró llamar la atención del resto de las personas que había en el bar, y los murmullos aumentaron, aunque no pudo sacar nada en claro de ellos.

De un momento a otro, una fuerte mano lo tomó del pelo y enderezó su cabeza.

De repente se encontró cara a cara con un sujeto barbudo y con un terrible mal aliento, que lo miraba con desprecio y le enseñaba sus dientes (aunque Dave no estaba seguro de si era para asustarlo o si no se daba cuenta de lo que estaba haciendo).

—¡Jack! —exclamó alguien desde más atrás, pero Dave no pudo distinguir quien—. Suéltalo, carajo, él querrá hacerle algunas preguntas.

—Y una mierda, lo estamos siguiendo desde que empezó todo esto, y miren donde estamos —replicó Jack, sin despegar la mirada de Dave. Antes de que pudiera darse cuenta, aquel sujeto ya tenía un afilado cuchillo contra su garganta—. Es hora de que alguien más tome el mando.

Dave sintió que la mano de Jack apretaba aún más su cabellera, y que la presión del cuchillo empezaba a cortar su piel, un alboroto creciente en el bar, pero nadie intentando detener a ese maniaco.

—¡Por favor! —sollozó Dave.

—¡Jack! —exclamó una voz profunda desde el fondo, y por primera vez desde que se había despertado, sintió algo de tranquilidad, al notar que su captor aflojaba su agarre—. A menos que quieras que te meta una bala por el culo, te vas a alejar de ese muchacho y vas a soltar el cuchillo.

—¡Es uno de ellos! —gritó Jack, y miró una vez más a Dave— ¡Sé que lo es!

—Tal vez lo sea, pero antes de que despellejemos al bastardo y lo colguemos afuera para que sus amigos lo vean, voy a tener una buena charla con él —volvió a sentenciar la voz.

Tal vez fue la amenaza anterior, tal vez fue la promesa de asesinarlo de todas formas, pero Jack, entre resignado y conforme, soltó el pelo de Dave, cuya cabeza cayó con brusquedad hacia el frente.

Agotado, Dave ya no tenía ánimos ni para levantar su mirada, de forma que se quedó allí quieto y en absoluto silencio, escuchando los murmullos a su alrededor y, por sobre ellos, el sonido de unos pasos que se acercaban a él.

Unas botas sucias y claramente viejas fue lo que Dave vio a continuación, y su dueño se agachó a su lado y empezó a murmurarle al oído.

—Esta gente lleva mucho tiempo aquí, y han perdido a muchos seres queridos. Están buscando un chivo expiatorio, cualquier cosa para calmar su sed de sangre, y aquí llegas tú... en medio de todo este puto caos, cubierto de sangre y corriendo por las calles como un desgraciado —la voz de repente no sonaba tan enérgica, se notaba más bien cansada—. Este es el trato: me vas a explicar quién mierda eres, cómo carajos llegaste aquí, y qué putas quieres, y más te vale que seas convincente, de lo contrario dejaré que todo el bar pase un lindo momento descuartizándote, ¿entendido?

El tiempo de las bestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora