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Gracias a la luz de la luna que entraba por la pequeña ventana enrejada de la celda, Dave y Kim pudieron observar todo el terrible proceso que sufrió el cuerpo de Noah.

Los gritos de dolor no cesaron jamás. Ellos miraron a aquel pobre diablo retorcerse, intentando liberarse de las cadenas que lo retenían, mientras que sus huesos se reordenaban dentro de su cuerpo, produciendo unos crujidos espantosos.

Noah abrió la boca de par en par, lanzando otro de sus horribles alaridos, y los hermanos Veder pudieron observar con detalle cómo unos gigantescos colmillos crecían en ella, haciendo que chorros de sangre salgan despedidos, ensuciando el suelo de la celda. Pronto notaron que sus gritos ya no eran los de una persona, sino los de una bestia herida, y Kim debió llevarse su mano a la boca para reprimir sus propias exclamaciones de horror ante aquella imagen.

Una oscura capa de pelos fue cubriendo lentamente el cuerpo desnudo de Noah, hasta dejarlo prácticamente irreconocible. Fue en ese entonces que las cadenas se rompieron y la criatura salió despedida hacia las rejas de la celda, estrellando su cara contra ellas y extendiendo sus manos hacia los aterrados hermanos. Gracias a esto ellos pudieron ver cómo las garras que estaban creciendo empujaban las uñas humanos, llenando las manos del licántropo de sangre y convirtiéndolas en unas afiladas zarpas, listas para destrozar a quien osara con ponerse delante.

Noah estaba parado allí, gritando hacia los Veder, y ellos pudieron captar que la criatura era por lo menos unos veinte centímetros más alta que el muchacho, y también que su musculatura había aumentado de forma bastante exagerada. Sin embargo, la postura de la bestia era pobre por la extraña forma de sus fuertes piernas, que lo obligaban a estar levemente encorvado y que con toda seguridad le darían una gran ventaja a la hora de correr en cuatro patas.

Lo último que Dave y Kim pudieron observar fue cómo la cara de Noah se iba deformando y cubriendo de pelaje al punto de perder casi todo rastro de humanidad. Ya no eran solo sus dientes, sino que su nariz también se deformó, volviéndose animalesca; sus orejas se volvieron puntiagudas, y sus ojos... sus horribles ojos brillaban con un terrible fulgor amarillo.

La bestia intentó abrir varias veces la puerta de la celda, incluso empezó a saltar y golpearse contra la misma, mientras que su cuerpo sufría los últimos cambios. Sin embargo, cuando todo hubo terminado, Noah, bajo la luz de la luna, pareció calmarse un poco y clavar su mirada en la pequeña ventana de la celda. Con una fuerza animal, Noah lanzó un aullido que heló la sangre de Dave y Noah, y ellos supieron que aquel muchacho callado y misterioso había desaparecido por la noche... solo la bestia permanecía.



En Las Siete Rosas, otro aullido se hoyó, mucho más poderoso y proveniente del bosque. Phil Jones se encontraba en la azotea del bar cuando ocurrió, e inmediatamente supo que esa era la señal que había estado esperando toda la noche. Aquellos malditos liderados por Marko se habían transformado, y no tardarían en estar en su puerta, intentando adentrarse y acabar con la vida de todos allí.

"Pudimos matarlos una vez, lo haremos de nuevo", se repetía una y otra vez el sheriff, mientras escrudiñaba las inmediaciones del bosque con sus binoculares. Sin embargo, esa noche no había fogata, no había cuerpos colgando de los árboles, absolutamente nada, y sólo llegaba a distinguir vagas formas bajo la luz de la luna.

-Todos dentro, van a estar aquí en cualquier momento -ordenó Phil, bajando los binoculares.

Alan tomó una gran bocanada de aire e hizo la señal de la cruz antes de bombear la escopeta que llevaba consigo; el viejo Kiddman, imperturbable como siempre, apagó el cigarrillo que colgaba en su boca, uno que había estado guardando para una ocasión especial desde que todo aquel caos había comenzado, y se dispuso a bajar las escaleras.

El tiempo de las bestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora