Ocupaciones

53 3 16
                                    

No, no había tiempo que perder y entre agujas e intentos de cocer, terminó acudiendo a la mujer que pronto, casi les adoptaría como si fueran sus hijos, cuando los hilos de vida, se entrelazaran. "No puedo hacer esto" se quejó el poeta el día en que intentó darle forma de rostro a uno de sus personajes.

Frustrado de sentir el tiempo en su contra bramó apoyando la frente en la mesa, sintiendo que le rascaban el cabello para que se calmara, mientras leían la obra que había llevado a casa de Courfeyrac. Ya no quedaba rastro de la mueca de asco que hizo el poeta cuando el abogado entre bromas preguntó si había príncipes y princesas en su historia que salvaran el día, y ahora le rascaba el cabello con calma leyendo la historia, logrando relajar por completo al poeta como para recoger los hombros por momentos en que sentía un cosquilleo andarle

-¿Tú sabes coser?- dudó alzando la vista mucho más tranquilo

-¿Te parece siquiera? No, para nada- admitió y el poeta volvió a hundir el rostro- ya, ya, tranquilo- consoló palmeándole la cabeza, logrando que echara en falta la rasquiña anterior, pero se abstuvo de decirlo- conozco un par de costureras, tal vez ellas...- contemplo sin dejar de leer y Jehan negó, estaban muy ocupadas en esas fechas- entonces...- buscó opción dejando la obra en la mesa- ¡Sé quién!- juró levantándose de golpe- camina, casi cierra su hostal- le ordenó sobresaltando al poeta

Aturdido Jehan despertó recién del adormecimiento que le causó su rasquiña. Tuvo que levantarse y, torpemente aun sin despertar del trance al que le había inducido, se colocó abrigo intentando seguirle el ritmo. Llegó al primer piso faltándole el aire y escuchándole desde la recepción para que se afanara antes de echar a correr de nuevo un par de calles abajo, entró a otro hostal mientras el poeta se detenía por momentos a tomar aire y buscarle con la mirada alcanzando a agradecer que fuera cerca el sitio a dónde iban

-¿Y tú dónde te quedaste, querido?- burló Courfeyrac al verle entrar a lo minutos

-No vuelvo a seguirte- se quejó sujeto de la puerta faltándole el aliento, antes de entrar detallando la recepción y la mujer ante ellos

-Jehan, madame Veuvain; madame, Jehan- presentó logrando que se afirmaran- madame es una muy querida amiga nuestra, estuvimos perdidos en París por horas, el día que llegamos, finalmente llegamos aquí y nos acompañó hasta nuestro hostal- resumió a Jehan codeado en la barra de la recepción- mi querida y preciada señora, ¿Es tan noble como para hacernos un favor en sus ratos libres?- insistió tomándola de las manos- ¿sus preciadas manos saben coser?, díganos que sí o estamos en la ruina- exageró, ella detalló la vestimenta de ambos buscando daños, las vio intactas

Minutos más tarde, sin saber muy bien cómo, ella había aceptado, la sonrisa de Jehan volvía a aparecer indicando como debía ir cada muñeco según el dibujo que le hizo Grantaire de ellos, mientras el abogado codeado en la barra los veía hablar

-Nuestras vidas en sus manos, mi buena señora- agradeció el abogado besándoselas- así no podrá quejarse de los días calmados en que no pasa nada y se hace aburridor- bromeó, la mujer negó

-Dios me libre de inquilinos como usted, Monsieur de Courfeyrac- clamó divertida soltándosele y volviendo a ver los bocetos pensando en cómo hacerlos

-No diga eso madame, yo pensaba llevarla como mi invitada de honor al debut- bromeó sacando a rastras a Jehan de ahí antes que cerraran- buena y productiva noche, madame- despidió y nada más cerrar palmeó la espalda del poeta- están en buenas manos tus muñecos, el otro día estaba cosiendo y dijo lo mismo, cosía para no aburrirse y, es agradable- concluyó y Jehan le dio la razón

Así, toda ilusión volvía a reinar en el corazón de Jehan alcanzando a ayudar un par de días en la colecta, pero honestamente, dónde él ofrecía una sonrisa tímida al aceptar lo que llevaran, se intimidaba de ver recolectar a Enjolras y Feuilly, cierto era que eran mucho más elocuentes que él y más decididos. Él hasta para dar las gracias sentía su voz desaparecer; pero por primera vez, notó que algo en Feuilly se diluyó. Siempre había existido una distancia que conservaba, siempre parecía precavido de ellos y ese diciembre, la "muralla de hielo" se derritió, su mirada para con Jehan ahora había cambiado a una más cálida, casi agradecida y ya era el primer regalo de navidad para el poeta

La Bitacora de Jehan [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora