Monstruo

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Advertencia: ¡Dios! cómo me dolió escribir este capítulo, porque le tengo cariño para ponerlos q hacer tal cosa, pero el cannon dice que pasó, así que... este capítulo, contiene un tema delicado, se recomienda discresión al leerlo

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Justo ella que en un comienzo había planteado dejar los entrenos, se encontró incapaz de dejarlos, pero no por eso volvió a convocar las reuniones, de Apolo y Artemisa no quería saber nada, desde ese día en que llegó al templo del arte exigiendo una respuesta a sus delirios y él le aseguró no saber la causa, pero interesarse en la descripción dada del estado de Ares

-No soy tu conejillo de indias, Apolo- impuso molesta reteniendole del peto de la túnica- lo que sea que me hayan hecho ustedes dos, deshaganlo- ordenó y por respuesta sintió una punta sobre el vientre, bajó la vista y le vio empuñada una espada- ¿tan siquiera sabes usarla?- retó con arrogancia

-Sigue acercandote y tú sola te la clavarás- explicó presionando sobre el vientre de la diosa- sueltame- ordenó logrando que lo hiciera y retrocediera un par de pasos- ¿tanto problema por ver dónde está Ares? ¿tan grande es tu desprecio hacia él?- dudó y ella negó

-¿Qué hay de hablar de madres? Yo no tengo madre y tú mengurje juró que libere a mi madre, ¿que delirios son esos?- exigió respuesta tentada de golpearla por experimentar en ella, no era una cosa, era una hija de Zeus, una diosa y una guerrera y así de fácil, él escogía rebajarla a ser utencilio de videncias- no me provoques Apolo, te falta autoridad y poder para eso- amenazó y se fue de ahí- más vale que terminen pronto o atente a mi reacción- le dejó dicho

Y aquello se podía llamar choque de orgullos, Atenea era altiva, Apolo era orgulloso cómo para tomar enserio su amenaza, ¿qué sabía ella? que se atreviera siquiera a "vengarse" y no habría lugar en el mundo dónde esconderse, juró retomando camino hacia el templo de Artemisa a contarle lo que había logrado

-Te dije que en nosotros no surtía efecto, Atenea lo ha visto, en una vasija, encadenado- entró informando a su templo antes que alguna de sus cazadoras le informara que había ido- ¿que haremos con esas cadenas?, romper la vasija no sirve de nada, solo sería verlo encadenado- dudó cruzado de brazos tras ella, mientras Artemisa afilaba sus flechas

-Podemos obligarlos a que lo liberen u... Orión podría conseguirnos las llaves- propuso y la mueca de Apolo fue toda la respuesta que necesitó- ¿por qué no crees que lo haría?

-Porqué es traicionar a los suyos y no lo haría, ni siquiera por ti, busca otro modo- casi que ordenó

-Traicionar a los suyos, no es más grave que raptar una deidad, el castigo que caerá sobre esos seres cuando le liberemos, no será pequeño, él puede redimirse de ello, ayudandonos- explicó su punto recogiendo su cabello- vamos, aun no sabemos bien, cual de todas esas vasijas es- llamó con arco a la espalda

Mientras ellos salían en rumbo a las tierras de gigantes Atenea regresaba a su templo convencida que dejar de entrenar era lo mejor que pudo proponer, pero con los días cambiaría de opinión, necesitaba rivales, otras mentes a las que tuviera que estar atenta para lograr luchar y era demasiado orgullosa cómo para deltarse, por lo que desde ese día, a veces se invitaba al volcán de Hefesto y acariciando su lanza proponía que tal vez... podrían entrenar, solo por... no perder el ritmo.

Llevaba toda la vida entrenando sola y solo cuando luchó contra ellos, entendió que era más real luchar contra otro y ella a diferencia de ellos, seguía siendo la diosa de la guerra y no podía desentenderse de sus obligaciones, así que debía seguir en forma... además, solía argumentar que Hefesto necesitaba un descanso y podrían utilizar ese tiempo ayudándola a entrenar y el herrero a la expresión de la diosa no podía negarse.

La Legión del Olimpo [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora