Después de Esparta

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En la actualidad no sería extraño que se dijera los hombres son menos rencorosos que las mujeres o que las mujeres son más... curiosas por no decir cotillas que los varones. Que sea cierto o no, era algo distinto, pero sin duda, al menos ellos seis aplicaba esa frase; no habían terminado de descender en el templo de los doce a su regreso, cuando Atenea ya les esperaba de pie al lado de su puesto, Artemisa sentada en el suelo afilando las flechas y Enio... suponían que estaba, pero no la veían. Estaban mirándolos, como miraría un buitre a su cena y con tal concentración, que los tres se miraron extrañados de su intromisión

-Si son los grandes guerreros- saludó Atenea con las manos en las caderas- lindo espectáculo, fue mejor la segunda parte, porque sin duda la fuga... no es algo que se espera de dioses- ironizó con falsa parsimonia reduciéndolo a sonreír

-Al menos nosotros no matamos a nadie- le recordó Apolo el resultado de la emboscada que les hicieron a ellas

-Y nosotras no tuvimos que volver a ser dioses el primer día para poder huir de mortales- contratacó Enio materializándose al lado de Hefesto- pero mira si es bajo convivir hablando mal de nosotras o bueno ellas, ya que "yo no soy tan mujer"- renegó con la vista fija en Ares

¿Había escapatoria? No, así como ellos, ellas también estuvieron vigilándoles desde el primer día que les dejaron haciendo guardia por Esparta y también estuvieron al día siguiente en que el entrenamiento era de combate y ya que para ese momento estaban ofendidas, se codearon en sus carros esperando verles perder también la compostura en batalla, pero efectivamente... al parecer, para el varón el instinto natural, era luchar sin necesidad de cegarse de furia eternamente

Sorprendidas y acreditándoles el ser más difícil de cegar de furia, vieron que al finalizar el entreno, entre los novatos hicieron una fogata para descanso antes de empezar la guardia y tal como si no se hubieran reventado a golpes hace unas horas, se unieron con los mismos con los que habían combatido y no, no solo oían de verdad participaban en las conversaciones que entrada la noche Artemisa y Atenea dejaron de oír, incómodas por el tema del grupo de soldados sobre las espartanas o lo visto a sus alrededores el día anterior

-¿Ustedes son espartanos?- escucharon tras ellos a las pocas horas de estar bebiendo, logrando que le sonrieran al muchacho que todavía los reparaba seguro que no- ¿familia?- exigió rompiendo el silencio de golpe que reinó entre los soldados al verle

-¿Eso importa? Ganamos, es todo lo que debe importar ahora, alteza- burló Ares haciéndose a un lado para dejarle lugar- no creí que la corona tuviera conocimiento de todos sus soldados, felicidades, ha de ser el príncipe más sociable de toda Esparta- burló logrando que el castaño desistiera por identidades, cierto era que no conocía toda persona de Esparta

-Reconocería guerreros tan hábiles, así como los maestres y ni siquiera ellos saben quiénes son- explicó todavía desconfiado de ellos

-Tal vez no resaltábamos hasta hoy- planteó Hefesto ahogándose con el vino al ser traicionado por la risa- si dedicara el mismo tiempo en el manejo con la lanza, como el que ha dedicado a investigar de nosotros, sería invencible, príncipe, pero no es el caso o ¿sí?- burló y por respuesta le vio sujetar la empuñadura de la espada

-No te burles- reprendió falsamente Ares- todavía le quedan unos años, la espada al menos la sabe usar o que no se la quiten de la mano- puyó indicándole con un ademán que se sentara a su lado- con suerte, de aquí a que termine su entrenamiento, ya sepa quiénes somos- prometió y la mirada dorada vislumbró por unos segundos.

Volvió a beber cuando el príncipe retrocedió ante el cambio de iris negro a dorado, que estuvo seguro de ver. El resto de la noche sin planearlo, Hefesto terminó sin recuerdos, pero apartado de su sitio riendo y argumentando anécdotas a los soldados que contaban sus penurias; Ares luchando contra otros por... no estaba seguro, suponía que porque le dijeron que alguna de las mujeres de Esparta, sería inalcanzable para él y mientras ellos improvisaban su noche; Apolo terminó hablando con el príncipe de Esparta para concluir algo muy exacto, no merecía ser príncipe de ese lugar, era demasiado racional para ese reino, demasiado ambicioso para un reino que vivía a base de lucha y conquistas, que sobrevivía sometiendo y esclavizando

La Legión del Olimpo [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora