Capítulo #8

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Todas las cortinas se encontraban cerradas, no era posible distinguir nada más allá en las ventanas. Le entraban escalofríos de solo imaginar las tantas cosas que podría encontrar en ese piso, que era definitivamente diferente a los otros. Estaba claramente más limpio, cuidado, como si solo por esa sección de la mansión alguien viviera cómodamente y fuera suficiente. 

Suho se encontraba en la última planta. No había encontrado nada más emocionante que un cuarto completamente vacío. Empezaba a decepcionarse  y concebir la temprana idea de volver con su amigo y la castaña, cuando sin haberlo previsto, la puerta que acababa de dejar atrás y que había comprobado se encontraba cerrada, se abrió lentamente anunciada por un chirrido de más espeluznante, entendiendo su más nato impulso de curiosidad y miedo. 

Se ajustó los lentes y respirando fuertemente giro despacio caminando más ansioso que una novia hacia el altar, se aventuró en la alcoba que le daba la bienvenida para cumplir sus chispiantes ansias de lo sobrenatural. Y aunque por más que hubiera estado preparado a la espera de las más raras circunstancias, lo visto dentro de aquella habitación se le clavó en los ojos y lo inundó de pavor. Aquella alcoba estaba tan bien arreglada y adornada como si fuera la mismísima morada de algún intrépido personaje de la realeza. Era tan espaciosa, absurdamente espaciosa, las tenues luces y los colores  fríos hacían de esa una excelente recamara para vampiros. Había reído ante ese pensamiento. A la derecha se encontraba una puerta semi-abierta por donde se escapaba el resplandor verde de a saber que. Camino hacia allí creyendo que era el baño, fue entonces cuando al descaradamente abrir por completo la puerta ante sus ojos se expande otra habitación sin ventanas ni ninguna otra puerta. Inmensos estantes iban desde el suelo hasta el techo llenos de cráneos, cráneos humanos. 

—¡¿Que demonios?!— exclamó de lo más escandalizado. 

En el centro una pequeña mesa de una sola pata sostenía una infinidad de polvo  y sobre ella descansaba una vela que encendida brillaba en verde. Plumas y papeles y tinta desfilaban en desastre bajo ese color que ahora le parecía tan enfermo.

No se quedó más tiempo a averiguar si acaso esos cráneos eran reales o no, porque aunque no lo fueran seguían siendo prueba de demencia; dió media vuelta y corrió lo más rápido que pudo volviendo a la habitación de la que ahora se arrepentía haber salido. —"¡Tenemos que salir de aquí!"— pensó preocupado de que fuera demasiado tarde ya para escapar de esa trampa.

¿Era eso parte del pueblo? Eso sería  demasiado, demasiado perturbador y cuál fuera la razón, no dejaría de serlo ¿Había Sido genuino el miedo que Diana insistió en representar?

Término de bajar las ruidosas escaleras y se detuvo impávido al ver a su amigo y al hombre dueño de esa casa caminando juntos hacia él.

—Suho ¿Donde habías estado?— pregunto su amigo una vez cerca. —Llevo buscándote como media hora y si no fuera por Sehun, estaría seguro tan perdido como tú— dijo el pelirrojo pasándole un brazo por los hombros. —¿Sehun?— dudo, —Es su nombre...— explicaba. Más el primero no le estaba dando la atención que el contrario creí estar recibiendo, no, el chico de lentes estaba mirando inquieto al hombre misterioso que viéndole igualmente parecía recriminarle su intrusión, le recriminaba por insolente. Leia en sus pupilas que le acusaba fugazmente.

—Debemos irnos...— dijo a Baekhyun aún con los ojos puestos sobre Sehun.

—Concuerdo —hablo el dueño de casa —ya ha dejado de llover y el día está presente.

Baekhyun un poco desilucionado de ver que Sehun no los quería en su casa - no lo quería en su casa - estuvo de acuerdo con ellos. La claridad entraba por las ventanas he iluminaba la pesadez de la cual el pelirrojo no era testigo conciente.

Minutos más tarde, el hombre tan pálido como las blancas nubes y los adolescentes se encontraban fuera de la mansión. 

—Sigan me sin desviarse ni por un momento — serio les dijo nuevamente sobre su caballo y avanzó lento y constante sobre un sendero. Los chicos iban detrás de él cada uno fijo a su espalda por razones que más diferentes no eran posible ser. Pues mientras la fémina le veía con el vivido afán de no querer perderse otra vez, Suho le miraba desenmarañando las más escalofriantes teorías sobre ese tipo y su cuarto de cráneos, Baekhyun en cambio tan simplemente no podía - ni quería, seamos honestos - apartar sus ojos de él. Era como si una poderosa fuerza magnética se lo impidiera y no se quejaba ni resistía a ella.

—"Tiene hombros anchos.."— pensó sintiéndose un poco ruborizado por lo descarado que estaba siendo. Osea, sabía que era un descarado pero con un hombre no lo había sido nunca. Tal atracción casi indecorosa era lo que le gustaba provocar en las chicas y le encantaba, pero siendo él   ahora la ingenua - o al menos así se sentía - víctima, le parecía tremendamente injusto que fuera él único transtornado.

El lodo y las raíces de los árboles dificultaban y retrasaban el paso. Si se prestaba atención se podía escuchar de fondo al viento revolviendo se con las hojas, jugueteando con las ramas, transportando murmullos desde los confines de ese olvidado lugar.

Después de lo que pareció una eternidad para los jóvenes, el extremo del bosque ya se veía así como se veían las últimas casas del pueblo. 

—No vuelvan a introducirse en el bosque— fue todo lo que dijo antes de dar media vuelta y marcharse por el mismo camino por el que los había silenciosamente guiado. Nadie le agradecio su amabilidad, nadie recordó decir "gracias". Cuando el pueblo estuvo ante ellos, lújubre como siempre, solo corrieron intentando alejarse lo más posible de esos árboles y todo lo que entre esos troncos habían experimentado.

El castaño rojizo miro por un instante hacia atrás queriendo ver una última vez a Sehun, pero él se marchó sin más distracciones al parecer, porque ya su espléndida silueta se había perdido entre el bosque. ¿Volvería a verle? Se preguntaba.

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—Ayudo otra vez al chico este— dijo mirando al fuego de la gran fogata que se hubo preparado esa noche y que estaba a punto de ser apagada—  parece interesado en él, estoy segura de eso.  Si hubiera sido una chica seria el perfecto sacrificio.

—Pero es hombre y de nada sirve hablar de ello —le contesto la anciana sentada a su lado, la más vieja de todas ellas,— ...tal vez, si podamos hacer uso del chico— agrego después, pensando en hacer unas pequeñas modificaciones al ritual que las brujas habían llevado a cabo cada año desde que Rouse había sido asesinada. El día en que le concedió como castigó a su traición, la inmortalidad a quien fue su amado, el Conde Oh Sehun, quien apenas recordado en esas tierras, vaga sin dirección alguna, vive sin propósito anhelando nada más que la muerte y probablemente el perdón, hambriento y sediento solo el olor del polvo le era familiar.

—La sangre de su nuevo amor podría revivir al viejo amante.

Ellas querían saber ¡Lo deseaban, deseaban el secreto de la inmortalidad, ese secreto que Rouse había ocultado saber y que regalo a un pobre católico esclavo de su iglesia! Ah, ella era tan llena de culpa como él. Fue tan ingenua al creer en el amor que se tenían y revelarse entera ante un seguidor de Dios.

Diana se despidió del par y camino apresurada a su casa rogando a que sus padres no notarán su ausente presencia o pasaría todos los días limpiando los establos.
Suho y Baekhyun treparón y entraron por la ventana del segundo. —Bueno, está debe ser tu mejor experiencia, ¿No, Suho?— dijo, pero pareció no ser escuchado. El azabache se veía preocupado y hasta se atrevería a decir, asustado, desde que abandonaron la mansión de Sehun.

Se sacó toda la ropa sucia y mojada y se lanzó a la cama durmiendo se casi al instante. El otro se fue a su habitación sin decir nada, demasiado afectado por todo lo visto como para recordar regañar a Baekhyun por sus crímenes.

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Of the gentleman [Sebaek] [Yaoi/Gay] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora