La Pequeña @&#!¥

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Todo era justo como lo recordaba, la entrada y el gran espejo frente a la puerta, haciendo que lo primero que se pudiera ver al abrir esta, fuera su propio reflejo. Lizzeth solía decir que el poner el espejo de esa manera ahuyenta a las brujas.

Entró cuidadosamente, aunque la casa se veía justo como recordaba, no debía olvidar que era un sueño y podía pasar cualquier cosa en cualquier momento.

Miró el comedor, tan desordenado como siempre, pero era lógico que alguien que comía fuera de casa cada día, descuidara la zona de comida en su propia casa; tras una pequeña sonrisa de nostalgia, dirigió su mirada a la cocina, la cual estaba igual de sucia que el comedor.

—Ni creas que cocinar algo, sabes que lo odio.— Una voz muy familiar se escuchó detrás de Nathan.

—Lo se, por algo ibas a comer a mi departamento o simplemente ibas a algún restaurante.— No quizó girar a verla, tenía miedo de que de nuevo fuera la sombra jugandole alguna broma.

—No es mi culpa que prepares filetes de pescado deliciosos.— Casi se podía apreciar el apetito en su tono de voz.

—¿Quieres que te prepare un par? Solo necesitamos ir por ingredientes.— Bromeo Nathan tratando de controlar su entusiasmo, no se había dado cuenta de cómo extrañaba esos momentos con Lizzeth.

—Oh, me encantaría, cariño, pero, la bebé se acaba de dormir y no quiero dejarla.— Mientras decía esto, se acercó a Nathan para rodear su cuello y hombros con sus brazos levantándose con sus puntas un poco, formando un cálido y cariñoso abrazo.

—¿B-bebé? ¿De que hablas?— Entro en pánico inmediatamente, girandose para ver a una Lizzeth en bata de baño y despeinada.

Aquel atuendo le desconsertó, a los minutos de despertar, siempre se duchaba y arreglaba.

—¿Que pasa Nat? ¿Es que te olvidaste de la pequeña .......?— Rió levemente, pensando que se trataba de una broma.

¿Porque no pudo escuchar el nombre? Fue como si todo se hubiese enmudecido mientras Lizzeth lo decía.

En aquel momento, sintió su cerebro siendo aplastado por una tonelada de pensamientos. Nuevamente llevó sus manos a su cabeza, tratando de aminorar el dolor mientras sentía algo líquido escurrir de su nariz como si de una fuente se tratase, para terminar desmayandose en ese mismo instante.

Despertó al cabo de un rato, no podía saber cuanto exactamente, pero algo le decía que fueron más de unas horas, quizá tenía esa noción a causa de lo oscuro que se veía todo.

—¿Donde estoy?— Dijo mientras se levantaba, tratando de que la habitación dejara de girar en su cabeza.

—Ya sabes que estás en tus sueños.— Nuevamente esa voz.

Una vez la habitación dejó de dar vueltas, Nathan observó el único mueble situado allí.

—¡¿Una cuna?! Pero, nunca tuvimos un bebé, ¿como es posible?— Esa última pregunta, iba dirigida a aquella sombra que sólo paseaba por la habitación.

—Vamos Nathan, te creía más inteligente—Dijo en tono burlesco—Cuando un hombre y una mujer se quieren mucho...—

—Idiota— Dijo notablemente irritado, cayendo en la cuenta de que no le ayudaría mucho. —¿Como puedo despertar?— Dijo devolviendo la mirada a la cuna. —Quiero investigar algunas cosas en la vida real.—

—Afortunadamente, yo soy el único que puede en verdad despertarte y sacarte de este mundo de sueños.— Su macabra risa, llena de eco, volvió a hacerse presente— Pero no lo haré cada vez que quieras, te daré solo tres oportunidades con la garantía de que despertarás. Obviamente, esta es la primera.—

—¿Como puedo confiar en ti?—

—No puedes— Respondió de manera seca para después, acercarse a Nathan.

—Bien, entonces sácame de aquí.— dijo con cierta irritación y cansancio.

—Hasta luego, compañero.—

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