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Trato de que el jugo de durazno que esta frente a mi endulce un poco mi vida o al menos los proximo minutos.
El resultado es repulsivo, la bebida tiene sabor a papel licuado.

No sé cuantos minutos estuve alli, pero cuando la silla frente a mi es retirada despacio, sé que debí marcharme antes. Pero aquello me pareció un acto cobarde, ya mucho habia hecho, con faltar el dia de ayer.

Él toma asiento y no levanto mi vista del vaso ni cuando un cupcake es deslizado suavemente por su mano hasta llegar al lado de la revista que tengo abierta.

Tomo una suave respiración y me enfrento a mirarlo. Luce una chaqueta blanca y una camiseta celeste que hace resaltar sus ojos.

Me regaño mentalmente porque aún caigo en ellos tan fácilmente.

—Ayer no viniste —él es el primero en hablar.

Me echo el cabello hacia atras y apoyo mi barbilla en una mano.

—Quedé con una amiga para desayunar —miento. Él asiente mientras lo observo pasar una mano por su mandíbula. Quito mi vista de él y tamborileo mis dedos sobre la reluciente mesa. Bajando mi atencion al crucigrama a medio hacer que tengo en ese momento. Gracias al cielo las últimas veinticuatro horas puedo distraerme con cualquier cosa, es como si solo una parte de mí quedara viva.

Su voz me vuelve a la realidad otra vez, aunque no quiera hacerlo y levanto los ojos para verlo.

—Escucha, sobre lo del otro dia...

—No me debes ninguna explicación —lo corto. Mis propias palabras me hieren y siento la garganta quemarme. Giro la vista para mirar la ventana, es mejor, en lugar de encontrarme con su mirada- Tuviste otros planes —«con otra persona» pienso pero me abstengo de decir— Eso es todo. Le pasa a todo el mundo.

—Debes saber algo —balbucea, necesito decirte algo.

Yo niego con la cabeza.

—Sea lo que sea, no quiero saberlo Sebastian —mi voz suena dura sin siquiera quererlo cuando digo su nombre. Él se hecha levemente para atras hacia el respaldo de la silla. Puedo notar que hasta a él le sorprende el tono de mi voz.

—¿No?

—No. —confirmo.

—Pues bien. —dice apretando los labios.

—Excelente, excelente...—murmuro, llevando mi vista hacia la ventana. Todo queda en silencio, bebo unos cuantos sorbos del batido y evito mirarlo a toda costa.
Ahora son sus dedos los que tamborilean en la mesa. Y cuando vuelvo a enfocarme en el papel impreso, siento su mirada sobre mi ¿Por qué me esta mirando tanto? Si vuelve con sus disculpas no quiero escucharlas mas.

Levantó mi mirada y efectivamente sus ojos azules se encuentran sobre mi.

—¿Qué? —pregunto frunciendo en ceño. Él no responde asi que vuelvo a tomar atención a la página frente a mi.

—Estas molesta —afirma— no entiendo el porque, pero tengo una ligera sospecha... No eres buena mintiendo... Estas celosa.

Casi me atragantó con mi propia saliva al escucharlo. Suelto una risa mas por los nervios que por otra cosa y niego.

—¿Qué dices?

Él apoya ambos brazos sobre la mesa y se inclina levemente hacia mi.

—No soy tonto Alisson...—habla.

—¡Pues parece que si lo eres! —Elevo la voz de tal forma que me sorprendo a mi misma.

Hace una pausa en la que ni yo me atrevo a decir algo mas.
Él suspira.

—Solo dime que-

Cierro de un golpe la revista. Estoy cansada. No dormí, apenas comi y todo por su culpa. Estaba harta. Sencillamente me canse de ser la paloma gentil que solo observa.

—Si estoy molesta —admito— ¡por tu culpa! ¡por el mundo! ¡Por todo!

—Ah, ¿Mi culpa? —cruza los brazos sobre su pecho y se apoya de nuevo en el respaldo de la silla, luce totalmente relajado y eso me molesta aun mas.

—¡Si! —elevo la voz poniendome de pie — y no. No estoy celosa, no todo mi mundo gira alrededor tuyo Stan y ¡sí estoy mintiendo pero espero que al menos desde ahora ya no lo seas más!

Evito mirarlo, tomo mis cosas y me marcho antes de que piense en decir alguna palabra mas.

Por primera vez en mucho tiempo me siento bien. Aunque acabo de gritarle y culparlo por todo... Y... ¿Que acabo de gritarle?

Ay no.

SEMPITERNO ||Sebastian Stan||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora