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Él ocupaba siempre la misma mesa, en la misma cafetería. Siempre en la misma hora.

Todo comenzó desde hace dos semanas. Cuando comenzó a acudir más seguido.

Las primeras veces que cruzó aquella puerta, era imposible que no llamara mi atención, al menos no, cuando acudía tan a menudo. Aunque en aquella pequeña cafetería pasaban muchas personas; algunos volvian muchas veces mas, otros después de un par se visitas no los volvías a ver por aquel lugar. Pero tanto él como yo, volvíamos siempre.

Mayormente yo solía ir por un café antes de iniciar mi día. Aquel café caliente y unos minutos de paz era como una pequeña recarga para soportar toda la rutina de las siguientes horas.

Rutina. Esa era la palabra que reinaba mi vida antes de que él entrará a mi vida.

El sitio que él ocupaba estaba siempre a tan solo una mesa lejos de mía. Siempre dando la espalda a la ventana. A diferencia mia, que prefería la vista que brindaba ésta.

No sabía su nombre, ni a qué se dedicaba. De hecho, jamás crucé una sola palabra con él y no estaba entre mis planes futuros hacerlo... No podria.

Pero me gustaba su sonrisa.
Era una de esas sonrisas que te dejan sin habla. Que por segundos te hace olvidar todo lo malo del mundo. Una sonrisa que te cautiva, en todos los sentidos.


No fue amor a primera vista, no. Quizas me enamoré en silencio, de cada uno de sus gestos, de la forma de su sonrisa, del sonido de su voz, del brillo de sus ojos cuando rie...

SEMPITERNO ||Sebastian Stan||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora